HAZ EL BIEN, EVITA EL MAL, APRECIA TU LOCURA, PIDE AYUDA


HAZ EL BIEN, EVITA EL MAL, APRECIA TU LOCURA, PIDE AYUDA

Un eslogan para aplicar en los aspectos prácticos de la vida

Si las enseñanzas espirituales realmente van a transformar nuestras vidas, tienen que oscilar entre dos niveles, el profundo y el mundano. Si la práctica es demasiado profunda, no es bueno. Estamos llenos de ideas maravillosas y elevadas, pero carecemos de la capacidad de desenvolvernos con soltura en el día a día o de relacionarnos con los problemas y las personas en la vida cotidiana. Es posible que seamos increíblemente metafísicos, conmovedores y compasivos y, sin embargo, incapaces de relacionarnos con un problema ordinario y humano. Este es el momento en que el maestro nos despierta de un golpe, literal o verbalmente, y nos dice: “¡Lava tus platos! o ¡ponte a trabajar!”

Por otro lado, si la práctica es demasiado mundana, si nos interesamos demasiado en los detalles de cómo nos sentimos nosotros y los demás y lo que nosotros o ellos necesitan o quieren, entonces no estará a nuestro alcance la grandeza natural de nuestros corazones, y nos hundiremos bajo el peso de las obligaciones, los detalles y las preocupaciones de la vida diaria. Ahí es cuando el maestro te dice: “Si necesitas un bastón, te lo quitaré”. Necesitamos tanto una filosofía religiosa profunda como herramientas prácticas para la vida diaria. Esta doble necesidad, según las circunstancias, parece ir asociada a la condición de ser humano. Podemos contemplar la realidad como los seres despiertos y practicar el vacío. Eso es importante, pero también tenemos que volver a la tierra y ocuparnos de las cuestiones prácticas de la vida.

Primero, haz el bien”. Haz cosas positivas. Saluda a la gente, sonríe, diles feliz cumpleaños, lamento tu pérdida, ¿hay algo que pueda hacer para ayudar?, etc. Estas cosas son formalidades sociales normales, y la gente las dice todo el tiempo, pero, para practicarlas de forma consciente e intencionada, hay que trabajar un poco más y entenderlas profundamente. De una manera honesta y auténtica intentemos ser serviciales, amables y reflexivos todos los días y de todas las maneras posibles, con todas las cosas que podamos, grandes y pequeñas.

Segundo, evita el mal”. Esto significa prestar mucha atención a nuestras acciones de cuerpo, habla y mente, dándonos cuenta cuando hacemos, decimos o pensamos cosas que son dañinas o desagradables. Habiendo llegado tan lejos con nuestro entrenamiento mental, no podemos evitar notar nuestros momentos de mala calidad o malhumorados. Y cuando los notamos, nos sentimos mal. En el pasado podríamos habernos dicho a nosotros mismos: “Solo dije eso porque realmente necesita aprender. Si ella no me hubiera hecho eso, no le habría dicho aquelloRealmente fue su culpa”. Ahora vemos que esa era una forma de protegernos, recordamos el eslogan “reduce todas las culpas en una”, y estamos dispuestos a aceptar la responsabilidad de lo que hemos hecho. Por lo tanto, prestamos atención a lo que decimos, pensamos y hacemos, no obsesivamente, no con una intención perfeccionista, sino solo como algo natural y con generosidad y comprensión, y finalmente nos purificamos de la mayoría de nuestros pensamientos y palabras poco generosas.

Las dos últimas prácticas en este eslogan, “aprecia tu locura y pide ayuda”, tradicionalmente en la antigüedad tenían que ver con hacer ofrendas a dos tipos de criaturas: demonios (seres que te impiden mantenerte firme y constante con tu práctica) y protectores (seres que te ayudan a mantenerte fiel a tu práctica). Pero en estos momentos es mejor ver estas prácticas de una manera más amplia.

En lugar de hacer ofrendas a los demonios, podemos "apreciar nuestra locura". Inclínate ante tu propia debilidad, ante tu propia locura, tu propia resistencia. Felicítate por ello, aprécialo. Verdaderamente es para maravillarse hasta qué punto somos egoístas y perezosos, y estamos confusos y resentidos. Hemos sido bien entrenados para manifestar todo eso a cada paso que damos. Este es el prodigio de la vida humana que revienta sus costuras, es el efecto de nuestra educación, de nuestra sociedad, que apreciamos incluso mientras tratamos de domesticar esos aspectos y encaminarnos suavemente hacia el bien. Así que hacemos ofrendas a los demonios que hay dentro de nosotros y desarrollamos un aprecio con sentido del humor por nuestra propia estupidez. ¡Estamos en buena compañía! Podemos reírnos de nosotros mismos y de todo los demás.

Al hacer ofrendas a los protectores, rogamos a las fuerzas en las que creemos, o no, para obtener ayuda. Ya sea que imaginemos que rogamos a una deidad o no, podemos llegar más allá de nosotros mismos y más allá de cualquier cosa que podamos representar objetivamente y pedir ayuda y fortaleza para nuestro trabajo espiritual. Podemos hacer esto en meditación, con palabras silenciosas, o en voz alta, vocalizando nuestras esperanzas y deseos.

Las plegarias son una práctica poderosa. No se trata de eludir nuestra propia responsabilidad. No estamos pidiendo ser absueltos de la necesidad de actuar. Estamos pidiendo ayuda y fuerza para hacer lo que sabemos que debemos hacer, con el entendimiento de que, aunque debemos hacer lo mejor que podamos, lo que sea que se presente en nuestro camino no es nuestro logro, nuestra creación personal. Proviene de una esfera más amplia de la que podemos controlar. De hecho, es contraproducente concebir la práctica espiritual como una tarea que vamos a realizar por nuestra cuenta. Después de todo, ¿no hemos practicado ya “ser agradecido con todos”¿No hemos aprendido que no hay forma de hacer nada solo? Después de todo, estamos entrenándonos en la práctica espiritual, no en la autoayuda personal (aunque esperamos que nos ayude, y probablemente lo haga). Entonces, no solo tiene sentido pedir ayuda, con plegarias o de la manera que cada uno sienta en su corazón, no solamente sientes que es algo correcto, poderoso y bueno que hacer, también es importante hacerlo para recordar que no estamos solos y que no podemos hacerlo todo por nosotros mismos.

Sería natural para nosotros olvidar este punto, caer en nuestro hábito de imaginar una autosuficiencia ilusoria. Hay gente que puede pensar que los guerreros no necesitan orar o pedir ayuda, porque confían en sí mismos y no dependen de la ayuda de los dioses. Es posible que técnicamente sea así, pero la verdad es que los guerreros también rezan y piden ayuda. Tal vez no piden ayuda a un ser superior o fuera de sí mismos, pero de alguna manera conectan con los aspectos más sublimes que hay en su interior y que, al fin y al cabo, son parte de todo el universo, y están conectados con toda la vida, con todo su mundo. 



Más abajo puedes dejar un comentario sobre lo que te ha parecido esta publicación y también sugerir algún tema sobre el que te gustaría leer en futuras publicaciones. Gracias por tu colaboración.


Comentarios