PRACTICAR LA ECUANIMIDAD EN UN ESTADO DE EMERGENCIA


Con una buena dosis de ecuanimidad podemos calmar nuestros sentimientos de negación, enojo y miedo ante la crisis del COVID-19.
En situaciones críticas, cuando la gente entra en pánico el resultado es desastroso para todos. Pero puede ser suficiente con que una persona sea capaz de permanecer en calma y centrada para mostrar a otros el camino y ayudar a todos a superar la situación.

La ecuanimidad es una actitud de uniformidad mental, que se considera una de las cuatro actitudes sublimes o moradas inconmensurables. La ecuanimidad nos permite permanecer alertas ante el peligro mientras permanecemos tranquilos y equilibrados en medio de una emergencia, manteniendo la calma.
La ecuanimidad no significa indiferencia. La ecuanimidad consciente se basa en el cuidado y la atención. Cuando tengo un corazón abierto y soy consciente del sufrimiento que hay dentro de mí y a mi alrededor, entonces puedo actuar de una manera realmente compasiva y útil. En la situación actual, si no somos portadores del COVID-19, no sólo deberíamos alegrarnos por no haber contraído la infección, sino más aún por saber que no podemos transmitir el virus a otras personas.
Ecuanimidad significa inclusividad.  Es interesante darnos cuenta de que lo que estamos viviendo no es una epidemia sino una pandemia. Las raíces griegas de la palabra pandemia significan "perteneciente a todas las personas, público, común". Es vital que no permitamos que esta pandemia fracture o fragmente nuestra sociedad. El hecho de que todos podamos contraer este virus es un recordatorio, muy extraño pero muy real, de que todos somos uno.
La inclusión de la ecuanimidad significa abrazar nuestro dolor y nuestra alegría como uno solo. También significa reconocer los obstáculos y los avances. Aunque tenemos la esperanza de conseguir esos avances, hay que señalar también tres obstáculos que suelen aparecer en nuestro camino. Si estamos atentos y somos conscientes, podemos parar, respirar y sonreírnos a nosotros mismos antes de que nuestra conciencia sea secuestrada por las actitudes habituales de negación, ira y miedo.
Es una tendencia habitual desconectar, adormecerse e intentar ignorar cualquier “monstruo” que encontremos en nuestra vida. Nuestra engañosa tendencia a ignorar tiene dos primos tóxicos: la ira y el miedo. Es necesario ser consciente de la ira para que no actuemos ciegamente impulsados por el instinto. Si hubiera comprado entradas para un festival o evento importante que se ha cancelado por los últimos acontecimientos, podría sentirme decepcionado por ello, y para superar mi decepción podría dejar salir mi agresión interna lanzándola contra algún transeúnte inocente. Además, ahora también hay otras personas que están viviendo cerca del límite, por lo que mi ira puede desencadenar fácilmente la de otros. Como cuando estamos en un atasco, en lugar de tocar el claxon y desencadenar una reacción en cadena, puedo parar, respirar y sonreír ante mi instinto natural, y el de los demás, y abstenerme de tocar el claxon manteniendo la paciencia y la ecuanimidad.
Un tercer peligro igualmente frecuente es el miedo. En estos tiempos, debemos ser cuidadosos, no temerosos. Todos podemos infectarnos por el virus y sufrir sus consecuencias. Naturalmente, que el pensar en ello puede asustarnos. Pero, si observamos nuestro miedo con plena atención, y lo vemos tal y como es, podemos reconocerlo, aceptarlo, abrazarlo y soltarlo, o de lo contrario es muy posible que nos consuma.
Es interesante entender el miedo observando a los animales. El miedo es una advertencia natural ante el peligro, pero funciona de manera diferente para los humanos que para otras especies. Una gacela puede asustarse y salir huyendo inmediatamente. Ya sea que su temor haya sido causado por un depredador que corría hacia ella, o simplemente por el ruido de una rama al romperse, una vez que la gacela siente que está segura se libera de la adrenalina y sigue su camino alegremente. Ahí tenemos una lección que los humanos aún no hemos aprendido. La química del miedo sigue circulando por nuestro cuerpo mucho después de que haya desaparecido físicamente cualquier factor que nos haya causado estrés, porque mentalmente todavía lo evocamos. Esta es una razón más para practicar la atención plena.
También hay que tener en cuenta que esta pandemia ha llegado en un momento en que cualquiera puede ir a Internet y leer docenas de puntos de vista. Algo que podemos hacer cuando nos sintamos abrumados por los medios de comunicación que trafican con el miedo es preguntarnos: “¿Estoy realmente en peligro en este momento? ¿Estoy respondiendo a algo que estoy experimentando de primera mano? ¿O estoy pensando que hay una serpiente en el camino cuando en realidad es solo un palo?”
Para entrenarnos con la atención plena, podemos probar un breve ejercicio: Visualiza por un momento el ahora conocido virus COVID-19. ¿Como lo ves? ¿qué te viene a la mente? Observa si tu cuerpo muestra miedo. Si es así, ¿cómo lo expresa tu cuerpo? ¿Tu respiración es superficial? ¿Se te acelera el corazón? ¿Tienes una sensación de hormigueo? ¿Sientes un frío repentino? Ya que nuestro cuerpo suele ser el primero en responder ante las dificultades emocionales, debemos discernir, aceptar y comprender estos patrones antes de que proliferen.
En el gran hotel de la vida, el miedo es una habitación cuyas ventanas dan a una pared en blanco. Nos merecemos una mejor vista: el vasto mundo más allá de nuestra ventana. Para calmar el miedo, podemos nutrir su opuesto: la confianza. Cuando confiamos en nuestra fuerza inherente, en la esencia de nuestro corazón y en el de los que nos rodean, entonces estamos seguros de que podremos superar esta tormenta. Podemos regar nuestro coraje y renovar nuestra visión con esta fuente de confianza.
En estos tiempos oscuros, es bueno alegrarse y contrarrestar la oscuridad con la luz. Puedes parar, respirar y sonreír ante todas las causas de felicidad que están a tu alcance. Tus ojos que pueden ver el cielo azul. La Madre Tierra bajo tus pies. La exuberancia de la vida vegetal y los brotes florecientes de la primavera. Incluso puedes adoptar una postura digna, relajada, y tranquila, simplemente siendo consciente de tu respiración. Puedes decirte mientras inhalas: " Inhalando, me sano ". Y al exhalar puedes decirte: " Exhalando, yo sano a los demás ". Repite estas frases varias veces mientras respiras, y descansa en la confianza de que esto también pasará.

 Más abajo puedes dejar un comentario sobre lo que te ha parecido esta publicación y también sugerir algún tema sobre el que te gustaría leer en futuras publicaciones. Gracias por tu colaboración.





Comentarios