No importa lo que experimentemos cuando meditamos, solo tiene sentido cuando lo llevamos a nuestra vida diaria.
No
hay nada que experimentemos, desde el simple acto de comer hasta las
complicaciones del trabajo y las relaciones, que no podamos abordar con la
atención plena y la conciencia que desarrollamos en nuestra meditación.
La
calidad de nuestra práctica depende de la energía que pongamos en estar
plenamente atentos y en ser conscientes de lo que estamos experimentando en
cada momento. Podemos definir la atención plena como la
práctica de estar completamente presente y vivo, con el cuerpo y la mente
unidos. La atención plena es la energía que nos ayuda a saber qué está
pasando en el momento presente. Bebo agua y sé que estoy bebiendo
agua. Beber el agua es lo que está sucediendo en ese preciso momento.
La
atención plena nos ayuda a centrarnos. Cuando bebemos agua con atención,
nos centramos en beber. Si estamos centrados en lo que hacemos, la vida es
profunda y tenemos más alegría y tranquilidad. Podemos conducir con
atención, podemos cortar patatas con atención, podemos ducharnos con
atención. Cuando hacemos las cosas de esta manera, aumenta nuestra
capacidad de estar centrados en lo que hacemos. Cuando estamos más
centrados, tenemos una visión mucho más amplia y profunda de nuestra vida.
Cada
cosa que ocurre podemos iluminarla con la luz de la atención plena, y esa
energía de atención y conciencia es la esencia del Despertar. La atención
plena y la conciencia siempre nos dan conocimiento, y el conocimiento es lo que
puede liberarnos del sufrimiento, porque gracias a su luz somos capaces de ver
la verdadera naturaleza de la realidad.
Los rituales no sirven de nada si están vacíos de la energía de la atención plena y la conciencia. En cualquier ritual o ceremonia, no es el gesto y las palabras los que crean la experiencia profunda que puede despertar nuestra sabiduría, es la capacidad de estar vivo de quien realiza el ritual, la capacidad de estar presente en ese preciso momento, con todo su ser, con cuerpo y mente, lo que puede despertar a los que participan en la ceremonia. Si no está vivo, si no está presente, si no tiene el poder de la atención plena y de esa unificación de cuerpo y mente, no podrá dar realmente algo vivo y profundo a los asistentes. Por eso los rituales vacíos no significan nada.
Cuando hacemos algo de manera profunda y
auténtica, se convierte en un verdadero ritual. Cuando tomamos un vaso de
agua y lo bebemos, si estamos realmente centrados en el acto de beber, es un
ritual. Cuando caminamos con todo nuestro ser, presentes al cien por cien
en dar un paso, la atención plena es una realidad. Ese paso genera la
energía de la atención plena y la conciencia que hace que la vida sea posible,
profunda y real. Si damos un segundo paso así, mantenemos esa atención y
conciencia. Caminando así, parece que estamos realizando un
rito. Pero de hecho no estamos actuando; simplemente estamos viviendo
profundamente cada momento de nuestras vidas.
Incluso un hábito diario como desayunar, cuando se hace como práctica, puede ser poderoso. Puedes generar la energía de la atención plena mientras desayunas y hacer que la vida sea auténtica. Cuando preparamos el desayuno, también puede ser una práctica. Podemos estar realmente vivos, completamente presentes y muy felices durante la preparación del desayuno. Podemos ver el hecho de hacer el desayuno como un trabajo mundano o como un privilegio, solo depende de nuestra forma de ver las cosas. Tenemos a nuestra disposición el agua fría, el agua caliente, la leche, el café. Tenemos a nuestra disposición los alimentos. Todo está ahí para hacer posible nuestra felicidad. Si estamos atrapados en nuestras preocupaciones e ira, o en el pasado o en el futuro, entonces, aunque estemos preparando el desayuno, no estaremos allí. No estaremos vivos.
Si estás cortando patatas, debes
entregarte totalmente a cortar patatas. Nada más. Mientras cortas la patata,
no intentes pensar en ninguna otra cosa. Simplemente corta la patata de la
mejor manera posible, haciéndote uno con la patata, haciéndote uno con el
corte. Vive profundamente ese momento de cortar patatas. Eso es tan
importante como la práctica de la meditación sentada. Es tan importante
como dar o escuchar una charla sobre enseñanzas llenas de sabiduría. Cuando
cortas la patata con todo tu ser, eso es atención plena. Si puedes
cultivar la atención y la conciencia, y si puedes obtener la percepción que
necesitas para liberarte del sufrimiento, es porque sabes cómo cortar las patatas.
Puedes limpiar la cocina o el cuarto de
baño con un espíritu de atención plena, poniendo todo tu ser en limpiar,
convirtiendo la limpieza en una práctica alegre. Haz una sola cosa a la
vez. Pero hazla profundamente, con todo tu corazón, con toda tu atención. Hay
muchas maravillas de la vida que están siempre disponibles aquí y ahora, en
este preciso momento. Pero sin una verdadera atención y conciencia, es
posible que estés de mal humor por tener que limpiar el cuarto de baño o que te
sientas resentido y descuides e ignores las maravillas que te rodean.
Muchos de nosotros no nos damos la
oportunidad de relajarnos. ¿Por qué siempre vamos tan deprisa, corriendo a
todos lados y haciéndolo todo con prisas? Mientras desayunamos, mientras comemos,
mientras caminamos, incluso mientras estamos sentados, hay algo que parece
empujarnos y tirar de nosotros continuamente. Estamos siempre ocupados con
la esperanza de ser felices en el futuro. Pero la verdad es que, si
queremos ser verdaderamente felices, deberíamos escuchar con atención este
antiguo consejo: “No te quedes atrapado en el pasado, porque el pasado ya
se fue. No te enfades o preocupes por el futuro, porque el futuro aún no llegó. Solo
hay un momento en el que puedes estar vivo, y ese es el momento
presente. Vuelve al momento presente y vive este momento profundamente, si
quieres ser realmente libre ".
¿Cómo podemos ser libres para estar realmente en el aquí y el ahora? La meditación nos ofrece la práctica que nos permite detenernos. Parar es muy importante, porque hemos estado corriendo toda nuestra vida. Nuestros antepasados también corrían, y ahora siguen corriendo en nosotros. Si no practicamos, nuestros hijos, como nosotros, seguirán corriendo en el futuro.
Tratemos
de no huir de las cosas, ni de la experiencia, sea la que sea. Corremos
porque tenemos demasiado miedo. Pero si podemos estar presentes con
nuestro sufrimiento, la energía de la atención plena es lo suficientemente
fuerte como para acoger y reconocer ese dolor. Sufrimos porque no
comprendemos nuestra naturaleza ni la naturaleza de la realidad. La
energía de la atención plena contiene la energía de la conciencia, y la conciencia
siempre contiene la capacidad de ver profundamente y aportar conocimiento.
Pero para ver en profundidad, primero tenemos que aprender el arte de parar. Si somos capaces de sentarnos en el aquí y el ahora, cualquier lugar donde nos sentemos se transforma en un lugar especial, ya estemos sentados bajo un árbol, en la hierba o en un banco de piedra. Cuando nos sentamos y paramos realmente, estamos libres de todas las preocupaciones, de todos los arrepentimientos, de todo enfado. Muchas personas se sientan en el cojín de meditación, pero es como si estuvieran sentadas sobre espinas porque no saben cómo disfrutar de ese preciso momento.
Cuando
cocinamos, cuando limpiamos, cuando caminamos, cada movimiento se puede hacer
con atención y conciencia. Con cada paso que damos, podemos sentir la
tierra y hacernos uno con ella, y dejar que nuestro miedo y soledad se
disipen. Podemos prestar atención a cada respiración. Esa visión más
profunda de la realidad es nuestra liberación. Esa visión más allá de las
apariencias nos libera de nuestro miedo, de nuestra ignorancia, de nuestra
soledad y desesperación. Es esta percepción la que nos ayuda a penetrar
profundamente en la verdadera naturaleza más allá del nacimiento y la muerte, en
la verdadera naturaleza interconectada de todas las cosas en el universo. Esta
es la esencia de la práctica del guerrero, y podemos hacerlo con prácticas tan
simples como prestar atención a la respiración, o estar atento a cada paso y
mirar profundamente en nosotros mismos y el mundo que nos rodea.
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