VIVIR CON PODER

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El poder del guerrero no se basa en el miedo y la represión, sino en su capacidad para inspirar a otros.

El poder que se obtiene manipulando las circunstancias y a los demás no es un verdadero poder, y desaparece con la misma rapidez con la que se puede conseguir. Un poder así, que se gana a la fuerza, pasando por encima de otros y sembrando el temor para satisfacer nuestras ambiciones, no puede durar mucho tiempo porque es necesario un gran esfuerzo para mantenerlo.

El verdadero poder surge de forma natural al combinar la valentía, la destreza y la alegría. Estas tres cualidades del guerrero nos conectan directamente con la solidez de la tierra. La valentía es la base del auténtico poder, porque es la forma natural en la que manifestamos la confianza que tenemos en nosotros mismos, la claridad y la comprensión de la vida y del mundo en que vivimos. Avanzamos por la vida con valentía, apoyándonos en la sabiduría, sin ninguna duda sobre la esencia pura del corazón, y sin miedo del inmenso poder que se oculta en nuestro interior. Pero esta es una valentía amable, porque el guerrero no tiene que demostrar nada, que se basa en el amor y la compasión por todos los seres.

Si perdemos la conexión con el principio del cielo, el vasto espacio sin límites surge en nosotros el miedo de nuestro propio poder. Es entonces cuando pensamos que tenemos que manipular las circunstancias, o a los demás, para poder conseguir un poder que otros tienen y del que nosotros carecemos. La forma habitual de hacer política se basa en el miedo, por eso no dura mucho tiempo, pues se acaba descubriendo la falta de honestidad de los que la practican.

Si perdemos la conexión con el principio de la tierra, esa solidez que nos sustenta, aparece el miedo al poder de los demás. Si estamos intentando dirigir nuestra vida totalmente solos, desconectados del resto del mundo, en realidad estamos mostrando nuestra desesperación y que nos hemos rendido. Aunque podemos pensar que al actuar de una manera totalmente independiente estamos demostrando nuestro poder, en realidad es todo lo contrario, porque al no ser capaces de trabajar con los demás estamos mostrando que aún no hemos podido superar nuestro egocentrismo. Si no trabajamos con los demás, no podremos trabajar con la agresión y la ira, ni cultivar la paciencia y la sabiduría.

Debemos tomar decisiones con valentía, sin importar si la decisión afecta a muchas personas o a una sola. Si vacilamos al tomar decisiones, normalmente por el miedo a las críticas de los demás o por el miedo a equivocarnos, lo único que conseguiremos será provocar más miedo. Y el miedo puede tener efectos desastrosos en todos los aspectos de la vida: en la familia, en las relaciones, en los negocios, etc.

Como guerreros, debemos ser valientes, porque los demás dependen en gran manera de nuestro propio poder, que no viene de imponerse a los demás sino de inspirarlos. La valentía es parte de nuestra naturaleza esencial, mientras que el miedo es tan solo un estado mental pasajero. Y, como ocurre con el miedo, también podemos propagar la valentía en el mundo.

Dirigir nuestra vida es todo un arte, más aún si tenemos que dar ejemplo e inspirar a otros en el camino. La destreza es necesaria para saber equilibrar los aspectos internos y externos del poder. Las personas a nuestro alrededor nos ofrecen la base donde apoyarnos para generar nuestro poder. La pareja y familia nos permiten desarrollar el respeto mutuo, los amigos nos ayudan en diversas tareas y nos animan a seguir adelante creando armonía en nuestro mundo. Otros amigos actúan como nuestros protectores, cuidándonos y preocupándose por nosotros. Y otras personas, actúan como maestros, que nos enseñan y recuerdan mantener una visión clara y un corazón abierto.

Gracias a todas las personas que nos rodean podemos practicar las diferentes virtudes del guerrero. Trabajar con los demás requiere que desarrollemos la destreza para poder aplicar todo lo aprendido en el camino, agudiza nuestro discernimiento, desarrolla la disciplina y la diligencia, expande nuestra alegría, inspira nuestra valentía y desarrolla la sabiduría.

Cada persona es diferente, y debemos tenerlo en cuenta para saber qué lugar debe ocupar cada una de ellas en nuestra vida. Los buenos protectores tal vez no sean buenos maestros, y viceversa. Cada uno tenemos un lugar en la vida y debemos encontrarlo, tanto nuestro propio lugar, como el lugar de los demás en nuestra vida. Una buena persona en un puesto adecuado hará que la situación prospere, mientras que una persona equivocada en un puesto que no debería ocupar, puede dañar y destruir la situación, afectando negativamente a muchas otras personas. Cuando escogemos bien a las personas que nos rodean, y ocupan el puesto adecuado en nuestra vida, surge de forma natural la armonía y todos nos hacemos poderosos.

Debemos examinar constantemente cuáles son las influencias en nuestro entorno más cercano, y debemos hacerlo con destreza y discernimiento, para descubrir si estamos favoreciendo a personas por razones equivocadas: por su dinero, su influencia, su amistad, o sus halagos. Si hacemos eso caeremos en el apego o el orgullo, y la confusión enturbiará nuestra percepción para distinguir lo que debemos hacer y lo que no, generando conflictos y agresión.

La destreza también tiene que ver con saber qué decir y cómo va a influir en los demás. Significa preguntarse antes de hablar si lo que vamos a decir va a ser beneficioso para los demás, o va a generar confusión y sufrimiento innecesario. Necesitamos destreza para saber qué decir en cada momento y de qué manera, para que sea algo realmente inspirador y genere armonía en lugar de conflictos. Los cambios son necesarios, e inevitables en la vida, pero muchas veces les tenemos miedo y no nos atrevemos a hablar con otras personas sobre ellos. Tal vez no sepamos cómo comunicarles a nuestros padres que nos vamos a ir a vivir a otro país, o a nuestra pareja que queremos cambiar de trabajo. Si no tenemos tacto al hablar con otras personas, pueden sentirse atacadas o criticadas, pero si lo vamos dejando siempre para otro momento, y no hablamos de lo que tenemos que hablar con ellas hasta que no hay más remedio, pueden sentirse heridas o menospreciadas por no haber confiado en ellas.

La base de la destreza es la consideración por los demás, siendo auténticos y sinceros sin dejarnos llevar por el miedo a ofender o fallar a los demás, y siendo valientes para decir siempre la verdad, aunque con respeto y cuidado para escoger la forma y el momento adecuados. Si tenemos miedo de las críticas o reacciones de los demás al exponernos ante ellos con sinceridad, es porque no estamos dirigiendo nuestra vida con el verdadero poder que surge del vacío y la ausencia de ego.

La destreza que nos da verdadero poder es la que utilizamos para ver cuál es la mejor forma de ayudar a los demás, en lugar de buscar la forma de no herir sus sentimientos, aunque, por supuesto, debemos tener en cuenta lo que sienten los demás y escucharlos para saber cómo podemos ayudarles.

Con destreza y sabiduría podemos relajar y abrir una situación conflictiva y ayudar a que surja lo mejor de cada uno, en lugar de generar más tensión con una reacción agresiva. En lugar de tratar de imponer nuestra opinión, podemos crear un espacio abierto donde cada uno pueda aprender a usar su propio discernimiento para descubrir la sabiduría que hay en sí mismo. Tal vez podríamos preguntar a alguien que no se ha comportado correctamente cómo se ha sentido después de hacerlo, si ha conseguido lo que quería, o si le hubiera gustado hacer las cosas de otra manera. La mayoría de las veces, nuestras preguntas son más importantes que las respuestas que podamos ofrecer, a otros o a nosotros mismos.

Nuestra destreza también consiste en reconocer el esfuerzo y la entrega de otros, aunque sea un trabajo que pasa desapercibido y nadie más se da cuenta de ello. Cuando alguien hace algo bien hay que agradecérselo, reconociendo su trabajo verbalmente, con un gesto, o un regalo. Dar ánimo a otros genera felicidad y le da significado a su trabajo. Debemos inspirar a los demás cuando están desanimados. Podemos animar a otros ayudándoles a ver con más claridad cuáles son sus prioridades, con la intención de llevarlos a una actitud mental más positiva.

Para conseguir nuestros propósitos, a veces debemos actuar con calma, y otras veces actuar con rapidez. Pero, si somos diestros, no importa la velocidad o el ritmo con que tengamos que actuar, lo haremos con precisión en el momento oportuno, considerando cada momento como único y especial, y eso nos dará poder. Podemos actuar poderosamente, incluso en las tareas más delicadas, si ponemos nuestra atención y nuestro corazón en lo que hacemos, ya sea tirar una flecha o realizar una composición floral. El sentido de equilibrio y de oportunidad atraen la magia a nuestra vida. El verdadero poder consiste en sorprender a otros con nuestra cordialidad que les reconforta.

Una conversación se puede convertir en un poderoso arte, si somos capaces de soltar todo loque nos preocupa para crear un espacio en el que podamos realmente escuchar lo que los demás tienen que decir. El poder debe ser algo equilibrado, no avasallador, y que cree armonía al expresarlo con destreza.

Si expresamos nuestro poder con destreza, nadie se sentirá excluido, todos se sentirán considerados. Al no imponer un poder opresivo, podremos mantener una comunicación sana y abierta con otras personas, lo que generará un gran aprecio y consideración mutua. La virtud atrae a la virtud, y se manifiesta como consideración, respeto por el entorno, y cuidado mutuo. Además, al actuar con valentía, dejando de buscar el beneficio propio, aparece la alegría.

Debemos intentar mantener nuestra conexión con el cielo (la confianza en la naturaleza pura de nuestro corazón) y mantener una visión basada en la solidez de la tierra (las cuestiones prácticas, las actividades diarias). Manteniendo unidos el cielo y la tierra en nuestra vida generamos armonía y estamos creando un mundo más consciente y despierto.

La energía alegre y natural que surge al mantener una conexión equilibrada con el cielo y la tierra puede darse en cualquier situación. Podemos celebrar algo de manera espontánea o formal, con nuestra pareja, nuestros compañeros de trabajo, o con nuestros familiares. Podemos celebrar esa alegría de estar vivos, simplemente tomándonos un tiempo libre para disfrutar de estar solos en la naturaleza, o quedando con un amigo para tomar algo o ir al cine. O, tal vez, expresemos nuestra alegría haciendo algo que no nos atrevíamos a hacer.

La celebración es esencial en la vida, y nos confirma que estamos dirigiéndola adecuadamente. Si no hay celebración en nuestra vida es señal de que nuestro amor está bloqueado y se está infiltrando la negatividad, por eso no encontramos ningún motivo para celebrar. Cuando nos encontremos así, debemos recordar esa maravillosa esencia que hay en lo más profundo de nuestro corazón, esa esencia vital que hay en todo lo que nos rodea.

Esa alegría de la celebración es una actitud, nos sentimos felices en el trabajo, en la familia, en la calle y en nuestra casa, nos sentimos felices por el mero hecho de estar vivos. No vivimos buscando qué podemos sacar de la vida, sino para ofrecer a otros compasión y sabiduría, haciéndoles sentir el poder de nuestro amor. Si nos relacionamos de esta forma con el mundo, estaremos creando armonía y un ambiente abierto y libre de disputas a nuestro alrededor. Al superar el miedo y la agresión hay menos discusiones, competitividad, y envidia en nuestras vidas, lo que nos ayuda a mantener una energía interna poderosa, a vivir con poder, y a superar con mayor facilidad cualquier obstáculo que podamos encontrar en nuestro camino.



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