No es suficiente con pensar que la
compasión es importante. Debemos transformar nuestros pensamientos y
nuestra forma de comportarnos cada día para cultivar la verdadera compasión sin
apego.
Antes
de que podamos generar compasión y amor, es importante tener una comprensión
clara de lo que entendemos que es la compasión y el amor. De una manera
sencilla, la compasión y el amor pueden definirse como pensamientos y
sentimientos positivos que dan lugar a cosas tan esenciales en la vida como la
esperanza, el coraje, la determinación y la fuerza interior. En la
tradición guerrera, la compasión y el amor son dos aspectos de la misma cosa:
la compasión es desear que otro ser deje de sufrir, y el amor es querer que sea
feliz.
El egocentrismo inhibe nuestro amor por los demás, y todos padecemos
de ello en mayor o menor grado. Para
que haya verdadera felicidad, necesitamos una mente tranquila, y esa paz mental
se logra solo por una actitud compasiva. ¿Y cómo podemos desarrollar
esa actitud compasiva? Obviamente ¡no es suficiente con simplemente creer
que la compasión es importante y pensar en lo agradable que es! Tenemos
que hacer un verdadero esfuerzo para desarrollarla. Debemos utilizar todos los acontecimientos
de nuestra vida diaria para transformar nuestros pensamientos y nuestro comportamiento.
Muchas
formas de sentimiento compasivo se mezclan con el deseo y el apego. Por
ejemplo, el amor que los padres sienten por sus hijos a menudo está fuertemente
asociado con sus propias necesidades emocionales, por lo que no es totalmente
compasivo. Por lo general, cuando estamos preocupados por un amigo
cercano, llamamos a eso compasión, pero también suele ser apego. Incluso
en el matrimonio, el amor entre el esposo y la esposa, especialmente al
principio, cuando aún no conocen muy bien el carácter más profundo del otro,
depende más del apego que del auténtico amor. Los matrimonios que duran
poco tiempo lo hacen porque carecen de compasión, porque se han creado por
el apego emocional basado en la proyección y la expectativa, y tan pronto como
cambian las proyecciones, el apego desaparece. Nuestro deseo puede ser tan
fuerte que la persona a la que estamos apegados nos parezca perfecta, cuando
en realidad él o ella tendrá muchos defectos. Además, el apego nos hace
exagerar cualidades pequeñas y positivas. Cuando esto sucede, indica que
nuestro amor está motivado más por una necesidad personal que por un verdadero
interés y preocupación por el otro.
Pero la compasión sin apego es posible. Por lo tanto, necesitamos
aclarar las distinciones entre compasión y apego. La verdadera compasión
no es solo una respuesta emocional sino un firme compromiso basado en la
razón. Debido a esta base firme, una actitud verdaderamente compasiva
hacia los demás no cambia, ni siquiera si se comportan negativamente. La auténtica
compasión no se basa en nuestras propias proyecciones y expectativas, sino más
bien en las necesidades del otro: independientemente de si otra persona es un
amigo cercano o un enemigo, siempre que esa persona desee paz y felicidad y
desee superar el sufrimiento, entonces sobre esa base desarrollamos una auténtica
preocupación por su problema. Eso es una auténtica compasión. Para un guerrero, el objetivo es
desarrollar esa compasión genuina, ese verdadero deseo del bienestar de otro
ser, de hecho, del bienestar de todos los seres vivos en el universo.
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