La relación con el sujeto hace al objeto,
de la misma manera que la relación con el objeto hace al sujeto.
El objeto no existe por sí
mismo, independientemente de todo lo demás, es precisamente la relación con el
sujeto lo que le da la existencia como objeto. De igual forma, el sujeto no
tiene existencia propia, inherente, independiente del resto del mundo, es la
relación con el objeto lo que le convierte en objeto.
En el mundo dual en el que
vivimos, los pares y contrarios se dan existencia mutuamente, se ayudan y se
necesitan. Como el ave que necesita las dos alas para volar, contrapuestas y
simétricas, objeto y sujeto se crean mutuamente por su relación.
Nadie es capaz de levantarse a
sí mismo sin un apoyo externo. Ningún objeto puede existir sin un sujeto que lo
perciba. La percepción dualista no puede comprender la verdadera esencia
universal de nuestra existencia. Cuando el sujeto intenta comprenderse a sí
mismo se convierte en objeto de su percepción. No puede haber verdadera sabiduría sin trascender los conceptos y
relaciones dualistas de objeto y sujeto.
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