Cuando las tormentas de la vida te
golpean, tu cuerpo puede ser un lugar de refugio y curación.

Pero
lo primero es comenzar a sentir nuestra incomodidad mental y emocional: miedo,
frustración, ira, odio, celos, orgullo o cualquier tipo de emoción
negativa. Cuando hacemos esto, nuestro propio cuerpo es un vehículo
perfecto para refugiarse.
Cuando
los humanos sentimos que se avecina una tormenta emocional, la avalancha de
adrenalina que producen los intensos sentimientos a menudo nos hace incapaces
de controlar nuestro cuerpo, habla o mente. Conteniendo la respiración y
temblando, podemos encontrarnos sintiendo el calor de la ira, respondiendo a la
ira con palabras furiosas. O mantenemos escondidas nuestras emociones
aflictivas dentro de nosotros, donde acaban infectándonos. La pena en el
pecho, la ira en la mandíbula, el miedo en las rodillas, todas esas emociones
reprimidas acaban finalmente manifestándose a través del dolor en las
articulaciones o una limitación de movimiento.
En
lugar de tratar de negar esos sentimientos, refugiarnos en el cuerpo significa
comenzar a hacernos amigos de nuestro cuerpo. Escuchamos a nuestro cuerpo
y lo tratamos de la forma en que trataríamos a alguien que nos importa. En
lugar de presionarlo demasiado o tener miedo de moverlo, podemos caminar por el
camino medio de intuir lo que es apropiado para nuestro cuerpo, que será lo
mismo que es apropiado para nosotros.
SÉ
MÁS AMISTOSO
Tenemos tantos objetivos para nuestro cuerpo: perder peso, moldearlo,
ser más saludable, más atractivo, ¡mantener ese aspecto juvenil! Al igual
que una relación romántica disfuncional donde esperamos que nuestra pareja satisfaga
todas nuestras necesidades, no nos relacionamos con nuestro cuerpo como nuestro
amigo, sino como el agente que tiene que cumplir todas nuestras esperanzas y protegernos
de nuestros miedos.
Comenzar
a pensar en nuestro cuerpo como el lugar donde nos sentimos bien nos ayudará a
cambiar nuestra meta de querer saltar más alto y correr más rápido por la de
sentirnos mejor y vivir una vida más comprometida y vibrante. Haz esto poco
a poco, en lo que podíamos llamar "aperitivos de ejercicio”. Levántate
y muévete durante 10 minutos por aquí y por allá. Da unas cuantas vueltas
a tu casa o a la oficina, haz tres saludos al sol, pasea a tu perro, pon música
y baila un poco.
En
lugar de ponerte objetivos poco realistas que casi hacen que el fracaso sea un
hecho, trata de sentirte bien más a menudo. Así es como puedes redefinir
lentamente la relación con tu cuerpo, desde algo fuera de ti mismo que necesita
ser diferente, a un refugio que siempre está ahí para brindarte una experiencia
de integración y bienestar.
SÉ
CURIOSO

Estas
sensaciones ocurren solo en el presente, por lo que el cuerpo funciona como una
base perfecta adonde traer de vuelta a la mente errante. Observa no solo
lo que siente tu cuerpo, sino cómo te sientes con respecto a lo que
siente. Descubrirás que, aunque tu cuerpo ha seguido cambiando con el
tiempo, tus ideas sobre tu cuerpo y lo que puede o no puede hacer, se han quedado
congeladas. Eso es algo interesante.
Mantener
una conciencia continua de esta forma se llama "atención del cuerpo",
una práctica efectiva para aprender a ser más grandes de lo que creemos que
somos, para expandir nuestra zona de confort y para relajarnos un poco reconociendo
la transitoriedad de la vida.
PRÁCTICA:
TOQUE CALMANTE
El
toque calmante es una sencilla mini práctica para refugiarte en tu cuerpo
cuando te sientas estresado y necesites un descanso. Es un método para
conectarte a tu estado emocional a través de tu cuerpo, utilizando el calor de tus
manos y la calma de tu respiración para estabilizar tu sistema nervioso. Puedes
hacerlo en cualquier lugar: sentado en un banco del parque, caminando desde el ascensor
hasta tu escritorio, en el hueco de la escalera en el trabajo e incluso en el
baño.
De pie o sentado, permanece erguido y con los pies apoyados
firmemente sobre el suelo. Coloca una mano sobre tu pecho y la otra en la
base de tu columna vertebral. Inhala por la nariz mientras cuentas hasta
cuatro, exhala por la nariz contando hasta cuatro y repítelo. Siente el
movimiento de tu respiración debajo de tus manos. Deja que tu mente
cabalgue sobre la respiración, como una balsa en el océano. También puedes
colocar las manos sobre el corazón, el abdomen, la frente o los muslos.
Refugiarte
en tu cuerpo es cuidarte a ti mismo con un giro espiritual que reconoce que no
podemos alcanzar el despertar sin nuestro cuerpo. Debemos amar nuestro
cuerpo y cuidarlo tal como cuidamos a nuestros amigos. Así, cuando suceda
algo aterrador o desestabilizador, podemos refugiarnos en nuestro cuerpo como
amigos, en lugar de refugiarnos en comer, beber, ir de compras o en cualquier
otra forma de evasión. Podemos
aprender a confiar en el refugio de nuestro propio cuerpo como un lugar de
intimidad, y eso nos permitirá estar vivos en este preciso momento, disponibles
para lo que sea necesario en cada momento.
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