No tienes que esperar para ser libre. No
necesitas esperar más para ser feliz.
Con
demasiada frecuencia, las hermosas prácticas espirituales de atención plena y
compasión se mezclan con una visión de autodisciplina y deber. Vemos ante
nosotros un largo camino lleno de obstáculos que finalmente nos llevará a
alcanzar unos beneficios lejanos en el tiempo.
Sí, es cierto, hay mucho trabajo que hacer con el corazón,
y en nuestra vida encontraremos ciclos exigentes que pondrán a prueba nuestra
paciencia y nuestra amabilidad. Sin embargo, en cualquier punto de tu
viaje en el que estés, hay otra verdad maravillosa llamada "vivir el
fruto" o "comenzar con el resultado". ¡Los frutos del bienestar y la experiencia de alegría, libertad y amor
están a tu disposición ahora mismo, sea cual sea tu circunstancia!
Puedes
ser libre y digno donde sea que te encuentres. Por difíciles que sean tus
circunstancias, por inciertos que sean los tiempos, recuerda que la libertad no
está reservada para personas excepcionales. Nadie puede encarcelar tu
espíritu.
Cuando tu jefe te llama y sientes miedo o ansiedad, cuando
alguien de tu familia está en dificultades, cuando te sientes abrumado por los
crecientes problemas del mundo, siempre tienes varias opciones a tu alcance. Puedes
sentirte atado y limitado o puedes usar esa dificultad para abrirte y descubrir
cómo responder con sabiduría en este continuo viaje de tu vida en el que estás
siempre embarcado.

Incluso
en las condiciones más difíciles, la libertad de espíritu está a tu alcance. La
libertad de espíritu es misteriosa, magnífica y simple. Realmente, siempre
somos libres y capaces de amar en esta vida, pase lo que pase.
En
el fondo sabemos que esto es cierto. Lo sabemos cada vez que nos sentimos
parte de algo más grande: cuando escuchamos una música que nos arrebata, cuando
hacemos el amor, cuando caminamos por las montañas o nadamos en el mar, cuando
nos sentamos ante el misterio de un ser querido moribundo mientras su espíritu
abandona su cuerpo en silencio como una estrella fugaz, o cuando presenciamos el
milagroso nacimiento de un niño. En momentos como estos, sentimos cómo
algo se abre con alegría dentro de nosotros, y una profunda paz que inunda
nuestro corazón.
La
libertad comienza ahí donde estamos. Incluso en circunstancias terribles
de enfermedad terminal, cuando no sabemos el tiempo que nos queda de vida, el
deseo más profundo del ser humano es que esos últimos días que le queden sean días
felices.
En
circunstancias difíciles tenemos que salir del melodrama temeroso para
encontrarnos con la libertad que hay en nuestro interior y volver a disfrutar
de un espíritu de confianza. Además de disipar el miedo que sentimos ante
el futuro incierto, esa actitud nos dará la oportunidad de disfrutar de cada
día, y tal vez de descubrir que el futuro no era tan terrible como temíamos.
Ya sea que estemos en una tormenta de nieve que sopla
violentamente o que estemos sintiendo el viento frío de la pérdida, la culpa o
nuestra inseguridad colectiva, queremos ser libres. Queremos liberarnos del
miedo y de la preocupación, y no estar limitados por los prejuicios. Podemos hacerlo. Podemos aprender a confiar
en el amor, a expresarnos sinceramente y a ser felices.
A
medida que descubramos la confianza y la libertad que hay en nosotros mismos,
encontraremos la manera de compartirlo con el mundo que nos rodea. Tal vez
no sepamos qué hacer para mejorar el mundo. Tal vez no podamos hacer gran cosa.
Pero siempre habrá algo a nuestra disposición que podamos hacer, por pequeño
que sea, que nos demuestre que realmente somos libres, por muchas limitaciones
y trabas que nos puedan poner en el camino.

Tú
puedes elegir tu actitud ante la vida. La libertad, el amor y la alegría
son tuyos, están a tu disposición, en esta misma vida, aquí y ahora, en tu
circunstancia presente, sea la que sea. Tienes
derecho a ser feliz, en cualquier momento y en cualquier circunstancia, porque ese
es tu derecho de nacimiento. ¡No esperes más para ser feliz!
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