EL COMPROMISO DEL GUERRERO


Podemos descubrir que la mayor felicidad de todas es dejar de lado las preocupaciones egocéntricas y convertirnos en verdaderos guerreros conscientes, porque todos tenemos el potencial para despertar nuestra conciencia y ayudar a otros de una manera significativa, ya sea en grandes o pequeñas cosas. 

La compasión amenaza al ego. Podemos pensar que la compasión es algo cálido y relajante, pero en realidad es muy crudo. Cuando nos proponemos ayudar a otros seres, cuando llegamos a ponernos en su lugar, cuando aspiramos a no cerrarnos nunca más a nadie, nos encontramos rápidamente en el incómodo territorio de "la vida sin mis condiciones". El compromiso del guerrero nos desafía a sumergirnos en estas aguas tan poco acogedoras y a nadar más allá de nuestra zona de confort. Tomamos el compromiso de ir conscientemente hacia el dolor del mundo para ayudar a aliviarlo. Es, en esencia, el compromiso de cuidarse unos a otros, incluso si a veces eso significa que no te gusta lo que sientes.

Este compromiso está conectado profunda e inquebrantablemente con la esencia despierta de tu corazón, tradicionalmente definida como un anhelo de despertar nuestra conciencia para poder ayudar a otros a hacer lo mismo, un anhelo de ir más allá de los límites de la felicidad convencional, más allá de la esclavitud del éxito y el fracaso, de las alabanzas y las culpas.

Ese corazón despierto es también la confianza en nuestra capacidad innata para ir más allá de los prejuicios y las opiniones preestablecidas, y abrir nuestro corazón a todos: a los que nos gustan, a los que no nos gustan, a los que no prestamos atención, y a los que tal vez nunca lleguemos a encontrar. Esa esencia despierta del corazón contrarresta nuestra tendencia a quedarnos estancados en un pensamiento demasiado estrecho, contrarresta nuestra resistencia al cambio.

Este grado de apertura surge de la confianza de que todos tenemos una esencia básica de bondad y de que podemos interactuar entre nosotros de manera que aflore esta bondad. En lugar de reaccionar agresivamente cuando somos provocados, perpetuando sin cesar el ciclo del dolor, confiamos en que podemos relacionarnos con los demás desde un lugar de curiosidad y cuidado, y de esa manera conectar con su sabiduría innata.

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La aspiración del compromiso del guerrero es enorme. Ya sea que lo estemos tomando por primera vez o que lo estamos renovando por enésima vez, siempre comenzamos exactamente donde estamos ahora. Podemos estar más cerca o más lejos de ofrecernos a los demás, pero donde sea que estemos, ahí es donde comenzamos.

Se dice que cuando tomamos este compromiso, estamos sembrando una semilla en lo profundo de nuestro inconsciente, en lo profundo de nuestra mente y de nuestro corazón, que nunca desaparece. Esa semilla es un catalizador que impulsa nuestra capacidad inherente de amor y compasión, de empatía, de ver la igualdad de todos nosotros. Así que nos comprometemos, sembramos la semilla, y luego hacemos todo lo posible para no volver a endurecer nuestro corazón o cerrar nuestra mente a nadie.

Por supuesto que no es fácil cumplir con este voto, pero cada vez que lo rompemos, lo importante es que reconozcamos que nos hemos cerrado a alguien, que nos hemos distanciado de alguien, que hemos convertido a alguien en el otro, el que está en el lado opuesto de la valla. A menudo estamos tan llenos de justa indignación, tan cargados, que ni siquiera nos damos cuenta de que nos hemos dejado llevar por nuestros impulsos egoístas. Pero si tenemos suerte, después nos damos cuenta de lo que sucedió, o alguien nos lo dice, y reconocemos lo que hemos hecho. Luego, simplemente renovamos nuestro compromiso de permanecer abiertos a los demás, aspirando a comenzar de nuevo.

A algunas personas les gusta leer o recitar un verso inspirador para tomar o renovar su compromiso de guerrero. Podríamos usar, por ejemplo, el verso que hay a continuación, o cualquier otro que nos inspire a mantener nuestro corazón abierto a los demás, para reafirmar la intención de beneficiar a los demás:

Así como los seres despiertos del pasado
despertaron la conciencia de su mente
y paulatinamente establecieron en su vida 
las prácticas del guerrero despierto,
de igual manera, yo también despertaré mi mente
para beneficiar a todos los seres
y me entrenaré en esas prácticas.

Repetimos estas palabras, o algo similar, para tomar o renovar nuestro compromiso, y a partir de  entonces es un nuevo momento y seguimos adelante.  Volveremos a tropezar y comenzaremos una y otra vez, pero mientras la semilla esté plantada, siempre nos moveremos en la dirección de estar cada vez más abiertos a los demás, de ser cada vez más y más compasivos y afectuosos.

El compromiso de cuidarse unos a otros, el compromiso del guerrero, no es para tratar de ser perfectos. Es para seguir aportando información virtuosa y positiva a nuestro inconsciente, sembrando las semillas que predisponen a nuestro corazón a expandirse sin límite, que nos predisponen a despertar. Cada vez que reconocemos que hemos roto este compromiso, en lugar de criticarnos a nosotros mismos, en lugar de sembrar semillas de auto-juicio y auto-denigración, o semillas de justa indignación, ira o cualquier otra frustración que tengamos con otras personas, podemos sembrar semillas de fortaleza, semillas de confianza, semillas de amor y compasión. Estamos sembrando semillas para que nos volvamos más y más como esas personas que conocemos, o de las que hemos oído hablar, que parecen felices de arriesgar su vida por el bien de los demás.

Cuando te sientas mal contigo mismo por tu corazón rígido e implacable, puede consolarte saber que hasta los seres despiertos, cuando toman en un principio ese compromiso de ayudar a todos los seres, piensan que es una "locura clara", porque también ellos padecen las mismas aflicciones que los demás, y están tan confundidos como ellos.

Nuestra confusión es la confusión que sienten todos los seres. Entonces, cuando crees que has hecho añicos ese compromiso de todas las maneras posibles, que ya has roto el compromiso irremediablemente, en lugar de sentirte culpable, puedes verlo como un incentivo para pasar el resto de tu vida reconociendo tus tendencias habituales y haciendo todo lo posible para no fortalecerlas.

Tomar el compromiso del guerrero es como estar en un barco que se hunde y comprometerse a ayudar a todos los demás pasajeros a bajar del barco antes que uno mismo. 

La única forma de romper este voto por completo es renunciar totalmente a querer ayudar a los demás, sin importarnos si los estamos perjudicando al querer asegurarnos de que uno mismo esté a salvo y seguro. El verdadero problema aparece solo cuando nos cerramos y no nos importa nadie, cuando somos demasiado cínicos o estamos tan deprimidos o llenos de dudas, que ni siquiera nos molestamos en intentar ayudar a nadie.

En la esencia de este compromiso está el entrenamiento para no temer el nerviosismo fundamental, la inquietud fundamental, cuando surge en nosotros. Nuestro desafío es entrenarnos en sonreír ante la falta de fundamento, sonreír ante el miedo. Podemos entrenarnos para relajarnos en ese mismo sentimiento de miedo que detiene el corazón y la mente. 

Si nos resistimos a esa energía del pánico, incluso a un nivel involuntario e inconsciente, el miedo puede durar mucho tiempo. La forma de trabajar con él es abandonar su argumento y no retroceder o aceptar la idea de "esto no está bien", sino sonreír ante el pánico, sonreír ante ese terrible agujero sin fondo que se está abriendo en la boca del estómago Cuando puedes sonreír ante el miedo, hay un cambio: de lo que habitualmente tratas de escapar se convierte en un vehículo para despertar tu bondad fundamental y primordial, para despertarte a la claridad mental, a cuidar sin ningún reparo.

La imagen del guerrero es una persona que puede entrar en el peor de los infiernos y no vacilar ante la experiencia directa de la crueldad y el dolor inimaginable. Así que ese es nuestro camino: incluso en las situaciones más difíciles, hacemos todo lo posible para sonreír ante el miedo, sonreír ante nuestra justa indignación, ante nuestra cobardía, ante nuestros intentos de evitar sentirnos vulnerables.

Tradicionalmente, se dice que hay tres formas de entrar en el camino del guerrero, tres enfoques para comprometerse a beneficiar a los demás. El primero se llama entrar como un monarca, como un rey o una reina. Esto significa unir nuestro propio reino, y luego, apoyándonos en esa fortaleza, cuidar a nuestros súbditos. La analogía es que trabajo en mí mismo y formo mi propia vida para poder beneficiar a los demás. En la medida en que ya no me dejo llevar por los impulsos egocéntricos, puedo permanecer presente y no cerrar mi mente y mi corazón. Nuestra motivación es estar allí para otras personas cada vez más a medida que pasan los años.

Los padres tienen un buen entrenamiento en esto. La mayoría de las madres y los padres aspiran a darles a sus hijos una buena vida, libre de agresión o maldad. Pero luego está la realidad de lo irritantes que pueden ser los niños en muchas ocasiones. Existe la realidad de perder los estribos y gritar, la realidad de ser irritable, irracional, inmaduro. Cuando vemos la discrepancia entre nuestras buenas intenciones y nuestras acciones, nos motiva a trabajar con nuestras mentes, a trabajar con nuestras reacciones habituales y nuestra impaciencia. Nos motiva a mejorar para conocer nuestros factores desencadenantes y evitar actuar o reprimirnos. Con mucho gusto trabajamos en nosotros mismos para ser padres más hábiles y amorosos.

Las personas en profesiones de atención y cuidado a los demás también reciben mucha capacitación para ingresar como un monarca. Tal vez quieras trabajar con adolescentes sin hogar porque alguna vez fuiste uno de ellos. Tu deseo es marcar la diferencia en la vida de una sola persona, para que pueda sentir que alguien está allí para ayudarle. Pero luego, al poco tiempo, te encuentras tan irritado por el comportamiento de los jóvenes que pierdes totalmente de vista esa intención y ya no puedes estar realmente allí para ellos. En ese momento, recurre a la meditación o al primer compromiso de ayudarte a estar presente y abierto a lo que sea que se presente, incluidos los sentimientos de insuficiencia, incompetencia o vergüenza.

La siguiente forma de abordar el compromiso del guerrero es con la actitud del barquero. Cruzamos el río en compañía de todos los seres: nos abrimos juntos a nuestra verdadera naturaleza. Aquí la analogía es que mi dolor se convertirá en el trampolín para comprender el dolor de los demás. En lugar de que nuestro propio sufrimiento nos haga quedarnos más absortos en nosotros mismos, se convierte en el medio por el cual nos abrimos verdaderamente al sufrimiento de los demás.

Cuando pasamos por momentos de gran sufrimiento, si ampliamos nuestro campo de conciencia y pensamos en todos los seres que están sufriendo tanto o más que nosotros mismos, nuestro mundo se hace cada vez más grande según vamos abriendo nuestro corazón a otras personas que están también sintiendo ese mismo dolor, soledad, ira, y otras angustias emocionales que le acompañan. De esta manera, el dolor que sufrimos en ciertos momentos se puede convertir en un trampolín para comprender la angustia de los demás que van con nosotros el mismo barco.

Aunque no puedas mejorar tu dolor, puedes aceptarlo con el deseo de que nadie más sufra como tú. De esta forma, la práctica le da sentido a tu sufrimiento. Tu actitud cambia. El sentimiento de resistencia al dolor, el sentimiento de total impotencia y el sentimiento de desesperanza desaparecen.

No hay forma de hacer bonita una situación terrible. Pero podemos usar el dolor para reconocer nuestra semejanza con otras personas. Ya que todos los seres en el mundo sufren de emociones fuertes y conflictivas, y todos los seres obtienen lo que no quieren y no pueden aferrarse a lo que quieren, y todos los seres sienten angustia física, ¿por qué estoy haciendo un problema tan grande solo porque yo lo sufro? Ya que estamos todos juntos en esto, ¿por qué estoy armando tanto alboroto conmigo mismo? La actitud del barquero es que lo que generalmente nos arrastra y nos hace retraernos en nosotros mismos es el trampolín para despertar nuestra compasión y conectar con la vasta e imparcial mente del guerrero.

La tercera actitud es la del pastor y la pastora, cuyo rebaño siempre es lo primero. Es la actitud de los bomberos entrando en un edificio en llamas o de una madre arriesgando su vida para salvar a su hijo. El pastor y la pastora ponen automáticamente a los demás antes que a sí mismos.

Casi todos asumen que poner a los demás primero es cómo se supone que debemos abordar el compromiso del guerrero. Y si hacemos algo menos, nos criticamos a nosotros mismos. Pero no hay una forma de entrar en el camino del guerrero que sea mejor que otra. Se podría decir que evolucionamos hacia la actitud del pastor y la pastora, pero es una evolución natural. Los otros dos enfoques no son menos válidos. La importancia de esta enseñanza es señalar que los tres enfoques son formas admirables y hermosas de llevar a cabo el compromiso del guerrero.

De hecho, la mayoría de nosotros usamos los tres enfoques. Probablemente hay muchos ejemplos en tu vida de trabajar en ti mismo con la aspiración de estar presente y ser útil para otras personas. Y habrás tenido momentos en que tu tristeza te ha conectado con la tristeza de los demás, cuando tu aflicción o dolor físico ha sido un catalizador para apreciar lo que otra persona estaba sufriendo. También hay momentos en los que espontáneamente pones a los demás primero.

La frialdad y la estrechez mental no son los tipos de hábitos que queremos reforzar. No nos predisponen al despertar, de hecho, nos mantienen estancados. Así que tomamos el compromiso de guerrero, prometemos cuidarnos los unos a los otros, y luego hacemos todo lo posible para nunca darle la espalda a nadie. Y cuando flaqueamos, renovamos nuestro compromiso y seguimos adelante, sabiendo que incluso los seres despiertos del pasado entendieron lo que se siente al recaer. De lo contrario, ¿cómo podrían tener alguna idea sobre lo que otros seres pasan? De lo contrario, ¿cómo podrían haber cultivado la paciencia y el perdón, la bondad amorosa y la compasión? Tomemos el compromiso del guerrero y abramos nuestro corazón a todos los seres que pueden necesitar nuestra ayuda, haciendo de este mundo un lugar mejor donde vivir.




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