A menudo pensamos que no debemos sentir ni
expresar ira, pero la ira puede ser "vivificante e iluminadora" y
ayudar a "impulsar una transformación hacia el despertar".
El
negro no es solo un color en particular, también es la ausencia de color y la
expresión de todos los colores. La oscuridad es un camino que abarca todo
lo que existe en esta tierra. Todos y todo salió de la oscuridad, por lo
tanto, está en todas partes y en todo. Solo nuestra percepción limitada
distorsiona esta verdad.

Sin
embargo, la ira persiste. Las lágrimas caen. Sabemos que es el fuego
sagrado de la pasión, un ardor, desde el cual podemos hablar sobre la
injusticia desde un lugar que incluye la naturaleza liberadora de todos los
seres. Se espera que una persona espiritual no sienta o exprese ira. La
ira se considera un aspecto negativo. En nuestras comunidades, igual que
en nuestra vida cotidiana, a menudo usamos máscaras de cortesía para ocultar la
ira que llevamos dentro. Sin embargo, sentir completamente es ser
completamente humano. Si no podemos ser honestos acerca de la condición
humana, entonces no podemos escuchar los gritos de la tierra o experimentar la
liberación.

Podemos
sentir miedo de la ira, de la de otras personas y de la nuestra propia, pero a
menudo, esa ira está justo donde tiene que estar. La cuestión es si podremos
enfrentarnos a esa ira sin violencia. ¿Podremos seguir aprendiendo y enseñando
a pesar de la ira? Muy a menudo, la ira expresada no es algo personal, sino
una respuesta natural al maltrato prolongado junto con un deseo de ser libres. La
rabia surge muchas veces del agotamiento: recorremos un camino de conocimiento
y sabiduría para encontrar el despertar y la conciencia, pero pasamos gran
parte de nuestro tiempo "demostrando" que somos dignos hijos de la
humanidad.
En
la actualidad, muchas organizaciones y otras instituciones están trabajando
arduamente para aliviar los desequilibrios causados por la
opresión. Pero si este trabajo se realiza solo por miedo a la ira, ese
miedo puede limitar el trabajo o causar que se lleven a cabo acciones que no
son auténticas, como elevar a ciertas personas a posiciones para las que aún no
están preparadas simplemente para “aparentar” que se tiene en cuenta a las
minorías o a colectivos desfavorecidos. Aunque sean bien intencionadas,
las medidas de inclusión o aceptación de la diversidad, como las becas y los
patrocinios, en muchas ocasiones no alivian la alienación o el miedo que motiva
esos actos.
Con
demasiada frecuencia, aquellos en el poder no saben cómo crear un camino de
dignidad y libertad para esas personas marginadas o necesitadas y se limitan a utilizarlas
para quedar bien ante la sociedad, o para aliviar su conciencia y su verdadera
responsabilidad para con los demás.
Las
experiencias de inclusión, muchas veces acaban ahogándose intentando cambiar
conductas y formas perjudiciales, intentando “arreglar” algo. Y eso genera más
sufrimiento, porque la inclusión no necesita arreglarse. Es algo que ya
existe y ha existido desde mucho antes que naciéramos. Porque todo en el
universo está totalmente incluido, aunque nosotros no seamos capaces de verlo
así. Esa es la verdad absoluta de la diversidad. Las instituciones y organismos
de todo tipo, deben crear un camino de corazón que conduzca a una experiencia de
inclusión, en lugar de fabricar un tipo de diversidad que proviene de la mente
o que se basa en técnicas que evitan tomar un camino claro para acabar con el sufrimiento.
En estos tiempos, nuestra ira es una llamada para que
cultivemos nuestra mente y nuestro corazón, y para que dejemos de una vez una
conciencia sensorial distorsionada por los opuestos y por las diferencias entre
negro y blanco, entre pobre y rico, entre budista y cristiano, etc. Esta
separación artificial finalmente conduce al sufrimiento cuando perdemos de
vista lo que es descansar en la inmensidad de la diversidad natural de la vida
y del mundo en el que vivimos, cuando no somos capaces de ver que todo y todos somos parte de esta tierra, de
este universo, y que somos iguales a pesar de nuestras diversas apariencias.
Que
la ira que podamos sentir ante la injusticia o la humillación pueda ayudarnos a
despertar a esa verdad universal de que
todos formamos parte de este mundo, de que todos estamos interrelacionados, y
de que todos dependemos unos de otros, y nos necesitamos unos a otros a pesar
de las aparentes diferencias.
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