DESPERTAR IMPULSADOS POR LA IRA


A menudo pensamos que no debemos sentir ni expresar ira, pero la ira puede ser "vivificante e iluminadora" y ayudar a "impulsar una transformación hacia el despertar".

El negro no es solo un color en particular, también es la ausencia de color y la expresión de todos los colores. La oscuridad es un camino que abarca todo lo que existe en esta tierra. Todos y todo salió de la oscuridad, por lo tanto, está en todas partes y en todo. Solo nuestra percepción limitada distorsiona esta verdad.

En ocasiones nos sentimos humillados por las circunstancias o por los comentarios de otras personas. Nos molestan sus actitudes o sus actos, y nos sentimos ofendidos si nos ignoran.  En esos momentos en que nos sentimos molestos por cómo se comporta alguien con nosotros podemos preguntarnos: “¿quién creo que soy?” Si intentamos responder honestamente a esa pregunta, es muy probable que no encontremos la respuesta, tan solo un momento sereno y un espacio para que la nada ocupe su lugar. El silencio también puede decir muchas cosas.

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Sin embargo, la ira persiste. Las lágrimas caen. Sabemos que es el fuego sagrado de la pasión, un ardor, desde el cual podemos hablar sobre la injusticia desde un lugar que incluye la naturaleza liberadora de todos los seres. Se espera que una persona espiritual no sienta o exprese ira. La ira se considera un aspecto negativo. En nuestras comunidades, igual que en nuestra vida cotidiana, a menudo usamos máscaras de cortesía para ocultar la ira que llevamos dentro. Sin embargo, sentir completamente es ser completamente humano. Si no podemos ser honestos acerca de la condición humana, entonces no podemos escuchar los gritos de la tierra o experimentar la liberación. 

Es cierto que la ira, como el fuego, con el que a menudo se compara, puede ser dañino y quemar todo a su paso. Pero la ira también puede ser vivificante, iluminando lo que debe ser expuesto antes de que la humanidad pueda cambiar a una mayor experiencia de interrelación y amor. Todos sentimos ira en algún momento, pero en lugar de luchar contra nuestro dolor y nuestra angustia, podemos aprender a usar la ira para impulsar una transformación interior hacia el despertar.

Podemos sentir miedo de la ira, de la de otras personas y de la nuestra propia, pero a menudo, esa ira está justo donde tiene que estar. La cuestión es si podremos enfrentarnos a esa ira sin violencia. ¿Podremos seguir aprendiendo y enseñando a pesar de la ira? Muy a menudo, la ira expresada no es algo personal, sino una respuesta natural al maltrato prolongado junto con un deseo de ser libres. La rabia surge muchas veces del agotamiento: recorremos un camino de conocimiento y sabiduría para encontrar el despertar y la conciencia, pero pasamos gran parte de nuestro tiempo "demostrando" que somos dignos hijos de la humanidad.

En la actualidad, muchas organizaciones y otras instituciones están trabajando arduamente para aliviar los desequilibrios causados ​​por la opresión. Pero si este trabajo se realiza solo por miedo a la ira, ese miedo puede limitar el trabajo o causar que se lleven a cabo acciones que no son auténticas, como elevar a ciertas personas a posiciones para las que aún no están preparadas simplemente para “aparentar” que se tiene en cuenta a las minorías o a colectivos desfavorecidos. Aunque sean bien intencionadas, las medidas de inclusión o aceptación de la diversidad, como las becas y los patrocinios, en muchas ocasiones no alivian la alienación o el miedo que motiva esos actos.

Con demasiada frecuencia, aquellos en el poder no saben cómo crear un camino de dignidad y libertad para esas personas marginadas o necesitadas y se limitan a utilizarlas para quedar bien ante la sociedad, o para aliviar su conciencia y su verdadera responsabilidad para con los demás.

Las experiencias de inclusión, muchas veces acaban ahogándose intentando cambiar conductas y formas perjudiciales, intentando “arreglar” algo. Y eso genera más sufrimiento, porque la inclusión no necesita arreglarse. Es algo que ya existe y ha existido desde mucho antes que naciéramos. Porque todo en el universo está totalmente incluido, aunque nosotros no seamos capaces de verlo así. Esa es la verdad absoluta de la diversidad. Las instituciones y organismos de todo tipo, deben crear un camino de corazón que conduzca a una experiencia de inclusión, en lugar de fabricar un tipo de diversidad que proviene de la mente o que se basa en técnicas que evitan tomar un camino claro para acabar con el sufrimiento.

En estos tiempos, nuestra ira es una llamada para que cultivemos nuestra mente y nuestro corazón, y para que dejemos de una vez una conciencia sensorial distorsionada por los opuestos y por las diferencias entre negro y blanco, entre pobre y rico, entre budista y cristiano, etc. Esta separación artificial finalmente conduce al sufrimiento cuando perdemos de vista lo que es descansar en la inmensidad de la diversidad natural de la vida y del mundo en el que vivimos, cuando no somos capaces de ver que todo y todos somos parte de esta tierra, de este universo, y que somos iguales a pesar de nuestras diversas apariencias.

Que la ira que podamos sentir ante la injusticia o la humillación pueda ayudarnos a despertar a esa verdad universal de que todos formamos parte de este mundo, de que todos estamos interrelacionados, y de que todos dependemos unos de otros, y nos necesitamos unos a otros a pesar de las aparentes diferencias.






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