CONECTAR CON LA RESPIRACIÓN


Una práctica para relacionarnos con nuestra respiración y nuestro cuerpo de una manera despierta, con más atención y conciencia

El punto de partida de toda práctica espiritual es nuestro propio cuerpo. La relajación y quietud del cuerpo es de gran ayuda para calmar la mente. Así que el primer paso en nuestra práctica es encontrar una postura cómoda y estable en la que podamos ser conscientes de nuestro cuerpo. Podemos sentarnos con las piernas cruzadas sobre un cojín o un pequeño taburete, o también en una silla con los pies bien apoyados sobre el suelo. Lo más importante de la postura es que nos dé una sensación de estabilidad y comodidad en la que podamos al mismo tiempo relajarnos y estar atentos. El cuerpo debe estar en una posición lo suficientemente cómoda para mantenerse inmóvil durante varios minutos sin demasiado esfuerzo. Debemos mantener la espalda erguida, en una posición atenta y digna, pero sin tensión.

Si te sientas en el suelo sobre un cojín con las piernas cruzadas, es importante que el asiento sea lo suficiente alto como para que tus rodillas estén ligeramente más bajas que tus caderas. Puedes probar con diferentes alturas hasta que encuentres la posición en que te sientas más cómodo. Debes mantener la espalda erguida, pero sin tensión, para que la energía fluya libremente en tu interior y puedas respirar sin esfuerzo. Una postura erguida también te ayuda a mantenerte atento. Si tu postura se relaja demasiado y decae, caerás fácilmente en el sopor, que no tiene nada que ver con la claridad y atención de la meditación.

Cuando estés en una postura cómoda, erguido, pero sin tensión, relaja los hombros y deja que tus manos descansen sobre los muslos, o juntas una encima de la otra sobre tu regazo. Relaja los hombros y abre el pecho. Puedes modificar la postura hasta que te encuentres en una posición erguida pero relajada. La meditación no tiene nada que ver con forzarte o luchar con tu cuerpo. Si, cuando lleves un rato, no estás cómodo o te molestan las piernas, puedes reajustar la posición o mover lentamente las piernas para volver a encontrar una postura que puedas mantener durante más tiempo.

Cuando ya estés en esa postura cómoda pero atenta, puedes dejar los ojos entreabiertos mirando suavemente hacia el suelo sin fijarte en nada en concreto. Ahora presta atención al momento presente, sé consciente del entorno y de los sonidos que percibes. Presta también atención a las sensaciones corporales, al contacto de la ropa con tu piel, o a las tensiones que hay en tu cuerpo. Durante unos minutos, respira profundamente y relájate. Después, presta atención a los movimientos de tu mente, a los pensamientos, emociones, expectativas y recuerdos que aparecen en ella. Después de estos momentos de preparación, puedes empezar a centrarte en la respiración.

Cuando empezamos a meditar solemos utilizar el movimiento natural de la respiración como punto de referencia para entrenar nuestra mente manteniéndola en el momento presente, aquí y ahora. Esta meditación para “conectar con la respiración” te ayudará a ser consciente del proceso de la respiración, a darte cuenta que la respiración se está desarrollando de forma natural.

Se puede decir que el objetivo de esta práctica de meditación es experimentar la respiración tal cual es, sin manipularla, dirigirla, o cambiarla. Nos hacemos conscientes de que la respiración se da todo el tiempo por sí misma, con su propia cadencia y ritmo. Puedes sentir tu respiración al entrar el aire por la nariz, o al pasar por la garganta, o quizá en el movimiento del pecho. Normalmente, para hacer esta meditación respiramos por la nariz, aunque también lo puedes hacer por la boca, o con ambas, si tienes alguna dificultad para respirar. Pero no debemos olvidar que esta meditación de atención, o mindfulness, no es un ejercicio respiratorio, sino un entrenamiento para tu mente, una forma de entrenar tu conciencia para estar presente con lo que hay en cada momento. Por eso no hay que manipular la respiración sino simplemente experimentarla tal y como se está dando de forma natural.

Cuando empiezas a practicar esta meditación, una de las primeras cosas que descubres es la facilidad con la que tu mente se distrae. Aunque intentes mantenerte atento a la respiración, te encontrarás repetidas veces pensando en alguna otra cosa, en un problema que quieres resolver, pensando cómo vas a pagar alguna deuda, o en lo que harás cuando acabes de meditar. Cuando te des cuenta que te habías distraído, puedes volver a llevar tu atención a la respiración, pero verás poco después que tu mente ha vuelto a irse a algún otro sitio. Ese es el primer descubrimiento cuando intentas permanecer atento a la respiración: el incesante movimiento de tu mente, el diálogo interno que no cesa.

Entonces ¿cómo podemos adiestrar la mente a pesar de ese movimiento incesante? Básicamente soltando el pensamiento que te ha atrapado cada vez que te des cuenta que estabas pensando, recordando, o planeando alguna cosa, y volviendo entonces a la respiración. El entrenamiento consiste en volver a la respiración cada vez que te das cuenta que te has distraído. Vuelves a prestar atención a la sensación de la respiración. No hace falta que digas o pienses nada en particular, simplemente siente la sensación física, ahí donde te sea más evidente, del aire al entrar y salir de tu cuerpo.

Tienes que considerar la meditación como si fuera un arte, y como tal, se necesita tiempo y práctica para dominarlo. Necesitarás mucha paciencia para volver al momento presente una y otra vez durante tu práctica. La verdadera práctica de meditación consiste en darte cuenta que te has distraído y, al volver a llevar tu atención a la respiración, sincronizar cuerpo y mente en el momento presente. Esta práctica te enseña a mantenerte en este preciso momento, aquí y ahora, sea como sea.

Debemos tener cuidado de no ser demasiado duros con nosotros mismos cuando practicamos. No sirve de nada “castigarnos” porque nos distraemos con frecuencia, diciéndonos cosas como “esto no es para mí”, “nunca podré hacerlo bien”, “estoy haciéndolo mal”, etc. Tienes que ser amable contigo mismo, llevando con suavidad tu atención de vuelta a la respiración, e intentando, por ejemplo, mantener tu atención en ella durante dos respiraciones seguidas. Hay que ir poco a poco entrenando la mente de una manera sencilla y amable.

Muchas veces, cuando se empieza a meditar, puedes sentir tensión en la respiración, como si no pudieras respirar de forma natural, y sientes que estás haciéndolo de una manera forzada. Si sientes esto, tienes que relajarte y dejar que tu cuerpo respire de forma natural, sin intervenir en el proceso, sin importar si la respiración es profunda o superficial, lenta o acelerada, simplemente contempla cómo es, siente el aire entrar y salir de tu cuerpo. Si aun así, sigues sintiendo alguna tensión, no te preocupes, acéptala, déjala estar ahí donde esté, y deja que tu mente se calme, deja tu corazón abierto a la experiencia, sea la que sea.

Si sentimos que la respiración es tan suave que nos cuesta sentirla, no debes tampoco modificarla para que sea más evidente. No debemos olvidar que la práctica nos invita a refinar nuestras percepciones, a agudizar nuestra atención para sentir lo que hay más profundo en nosotros, para darnos cuenta de lo que está ahí en nuestro cuerpo de forma natural. Si tu respiración se hace cada vez más lenta y sutil, permanece en ella tal cual es, deja que tu atención la acompañe y descanse con ella, sintiendo el principio y el final de cada respiración, y también los espacios entre la inhalación y la exhalación. Siente como fluye la respiración a través de tu cuerpo.

Es normal que tu mente se distraiga una y otra vez, no te desanimes ni te rindas por ello, es a lo que está acostumbrada tu mente. Ese arte de la meditación que estás cultivando consiste en darte cuenta de tus distracciones, de reconocerlas cuando aparecen, y volver suavemente a la respiración. No importa si te distraes infinidad de veces en un minuto, si cada vez que lo haces te das cuenta y regresas a la respiración. De esta manera, la respiración es como un recordatorio que te devuelve a ti mismo.

Estamos en un camino hacia el despertar, en un proceso de mantenernos presentes, aquí y ahora con nuestro cuerpo, con la respiración, aunque nos olvidemos rápidamente de ello. En ese proceso vamos fortaleciendo nuestra capacidad para despertar, para darnos cuenta. Cuando estás distraído no puedes hacer gran cosa, pero cuando te das cuenta que te olvidaste de seguir la respiración recuerdas que estás presente otra vez. Entonces puedes recordar tu intención de sentir la respiración, de ser consciente de lo que hay en el momento presente, de sentir tu cuerpo. Así, poco a poco, cada vez serás más capaz de permanecer en el momento presente, hasta que sea más habitual estar consciente del aquí y ahora que estar divagando en tu mente. Eso no quiere decir que no tengamos que tener ningún plan ni pensamiento, porque son necesarios para vivir, sino que podemos dejar de prestarles la mayor parte de nuestra atención, y empezar a ser más conscientes de lo que realmente existe en cada momento. Pensamos demasiado. Si reducimos, aunque sea un poco, el flujo de pensamientos, podremos disfrutar de una vida mucha más plena y satisfactoria.




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