A veces
oímos hablar de diferentes “secretos” para tener una larga vida. El tipo de
alimentación, el ejercicio, y las técnicas de respiración pueden tener una gran
influencia en la duración de la vida, pero el estilo de vida también tiene mucho
que ver. Vivir de una manera ordenada
tiene una influencia muy positiva, tanto a nivel físico como también a nivel
mental, o espiritual.
Podemos
levantarnos pronto por la mañana, abrir la ventana y sentir el frescor del aire
en el rostro, dejando que nuestro cuerpo perciba los sutiles cambios que van
ocurriendo día tras día, según van sucediéndose las estaciones. Podemos
establecer un ritual matutino, tomando un tiempo para meditar, para hacer yoga
o ejercicios respiratorios, o para leer algo que nos inspire durante el día.
Frescos e inspirados podemos disfrutar de un desayuno sano y nutriente. Después
de saborear los alimentos, y sentirnos agradecidos a todos los seres que han
hecho posible que llegaran hasta nosotros, podemos ocuparnos de las tareas
diarias.
Aunque repitamos esta rutina día tras día, ninguno de esos
días será igual al anterior, o al siguiente. El aroma que nos trae el aire
fresco de la mañana, la forma en que sentimos el sol en el rostro, la forma en
que se ilumina el paisaje ante nosotros, el color de las hojas de los árboles,
el canto de los pájaros… Si estamos
presentes y abiertos, nos daremos cuenta que todo está cambiando continuamente,
y la mañana es el momento del día en que mejor puedes sentir estos cambios.
Por eso, si nos levantamos antes del amanecer podremos realmente
experimentar en nuestro cuerpo y nuestra mente los cambios de la naturaleza, de
la vida en su continuo fluir. La meditación de la mañana nutrirá nuestra mente,
y el aire fresco de cada día nutrirá y revigorizará nuestro cuerpo.
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