HUMILDAD



En el camino del guerrero, la humildad está siempre presente. De hecho, la humildad es una invitación a desarrollarnos a través de una práctica realista, pues nos hace ser conscientes de nuestras limitaciones y carencias para actuar según lo que somos. La humildad es una cualidad que encontramos siempre en las personas sabias, que han desarrollado su potencial como verdaderos seres humanos. Es también un elemento asociado al altruismo, ya que una persona humilde se preocupa de forma natural de los demás, y está pendiente del bienestar de los demás, porque no se considera mejor que otros.

El guerrero demuestra su humildad desapegándose de sus logros, y no sintiéndose dueño de los resultados de sus acciones, actuando sin esperar resultados y sin recrearse en los méritos y reconocimientos de otros. Pero, aunque el desarrollo y la transformación del camino es nuestra propia tarea, no es algo que podamos hacer completamente solos, siempre conseguimos avanzar gracias al apoyo e interacción con el mundo que nos rodea, con los seres que nos rodean. Es este un principio básico de la humildad que no debemos olvidar nunca. Cuando mostramos nuestro respeto saludando con una reverencia estamos reconociendo esto mismo, de la misma manera que hace el guerrero cuando se postra ante lo sagrado de la tierra. Cuando realmente se entrega, toca con sus rodillas la tierra, con sus manos, y hasta con la frente, reconociendo que no está separado de la tierra que le sustenta, que no está solo, que es parte de la misma vida. El guerrero se postra ante el Universo, ante sus antepasados ancestrales, y les ofrece su energía a los seres amados, reconciliándose con los que le han hecho sufrir en algún momento.

La humildad máxima se manifiesta cuando comprendemos que no somos realmente nadie, que no somos nada, al menos tal y como concebíamos antes. Ese estado de despertar llega cuando somos capaces de trascender los deseos mundanos, las ilusiones, expectativas, creaciones mentales y etiquetas que están relacionadas con el ego. A eso es a lo que se le suele llamar el “vacío”, porque realmente está vacío de las creaciones del ego.

Paradójicamente, cuando nos damos cuenta que no somos realmente “nada”, es entonces cuando somos verdaderamente “todo”. Gracias al amor incondicional y a la compasión, el guerrero está conectado con el momento presente, con todo lo que le rodea, con todos los seres a su alrededor. Ya no existe el “yo” y lo “mío”, porque es uno con su mundo, con la vida.

El verdadero guerrero es tan humilde, que es capaz de ceder y evitar cualquier situación que implique una discusión, porque sabe que no vale la pena demostrar que tiene razón si eso implica luchar sin necesidad. El guerrero humilde no se considera el más sabio ni el más preparado ante otras personas, deshincha su ego para poder liberarse así de ese peso muerto que le dificulta seguir adelante. Buscando la no disensión, evita luchar o competir con otros buscando su interés, ni siquiera de manera verbal o intelectual. Esa humildad es la que crea el espacio necesario para que brille el despertar.

La soberbia de las personas arrogantes les hace mirar el mundo desde su pedestal, un pedestal ilusorio creado por ellos mismos intentando demostrar que son mejores que los demás. Creen que ven el mundo con más claridad que otras personas, pero guardan en su interior juicio y amargura, en lugar de amor. Estas personas altivas expresan desprecio hacia los demás en lugar de bondad. Convencidos de que son mejores y superiores por sus logros, inteligencia o espiritualidad, están realmente obsesionados con ellos mismos.

Aunque la humildad es importante para el guerrero, los logros espirituales se asocian con cualidades personales como, por ejemplo, una personalidad equilibrada, no ser arrogante pero tampoco infravalorarse perdiendo la autoestima. Es por eso que nos podemos plantear la pregunta de qué es lo que realmente entendemos como humildad.

¿Debemos infravalorarnos y desestimar los propios méritos para ser realmente humildes? La respuesta del guerrero es “No”. Tal vez podamos aclarar un poco más qué es la auténtica humildad aplicando los siguientes criterios:

  • Un comportamiento libre de arrogancia, sin vanagloriarse y sin tendencias egoístas, como presumir de algo o los celos.
  • Respetar a todos, a lo seres vivos, a la vida y al mundo en general, interesándose verdaderamente por los demás, sin intentar complacer ni impresionar.
  • Ser verdaderamente conscientes, de manera objetiva y sincera, de nuestras debilidades y también de nuestras fortalezas, comprendiendo que no somos perfectos y que siempre hay más que aprender o mejorar.






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