EN TIEMPOS DE CRISIS RECURRE A LA FUERZA DE LA PAZ


Cuando se nos pide que ayudemos en una crisis, no se trata de responder o no, debemos responder, pero la forma en que lo hacemos es crucial. 
En muchos templos de Asia, podemos encontrar estatuas y pinturas con figuras representando el amor y la compasión en la forma de Avalokitesvara, el bodhisattva de la compasión. Esta figura a veces se representa como mujer, y otras veces como hombre, por lo que podríamos decir que el amor y la compasión trascienden el género. En algunas representaciones, Avalokitesvara tiene mil brazos, simbolizando las infinitas formas que tiene de responder al sufrimiento, y en cada uno de estos brazos hay un ojo en la palma de la mano, el ojo de la sabiduría.
Todos necesitamos el ojo de la sabiduría en nuestras manos. Si somos capaces de ver profundamente y con claridad cualquier situación, entonces actuaremos de la manera más apropiada. Pero si estamos atrapados en nuestra propia historia, sin ver claramente la situación en toda su profundidad, sin ver su complejidad, entonces nuestros actos pueden causar más daño que bien. Necesitamos actuar, pero también es vital que veamos claramente cuál es la mejor forma de hacerlo.
Cuando estamos profundamente conmocionados por alguna cosa que nos afecta profundamente siempre queremos responder de inmediato. Pero en lugar de ponernos inmediatamente a pensar qué podemos hacer, cómo podríamos ayudar, o cómo deberíamos responder a una injusticia, deberíamos tomarnos un momento para conectar con nosotros mismos, para encontrar la calma y la claridad necesarias para actuar de la mejor manera posible. Porque una cosa es actuar, y otra muy distinta “reaccionar”.
En lugar de apresurarnos en “hacer algo”, tal vez la mejor respuesta sea reducir la velocidad, calmarnos y mirar dentro de nosotros, conectar con nuestro corazón y desde ahí con el resto del mundo. Es realmente importante conectarse con uno mismo, escucharse y cuidarse para sentirse seguros y en calma. No podemos crear seguridad para los demás si no nos sentimos seguros nosotros mismos. No podemos llevar calma y armonía al mundo que nos rodea si primero no sentimos eso mismo dentro de nosotros. A partir de ahí, si es necesario hacer algo, lo haremos, pero esas acciones saldrán de un lugar muy diferente del que hubieran salido si hubiéramos actuado inmediatamente y de forma apresurada.
No debemos dejarnos presionar, ni por la urgencia que nos transmite la sociedad, ni por el sentido colectivo de ansiedad, ni siquiera por las buenas intenciones de los que tenemos más cerca. Se necesita mucha fuerza para poder ver claramente las cosas en una situación grave y difícil, pero esa fuerza debe surgir de la paz de nuestro corazón, no de las prisas por responder a una agresión. 
La pregunta no es si respondemos o no ante una injusticia o ante el sufrimiento de los demás. Claro que debemos responder, pero ¿cómo? ¿Y de dónde viene esa respuesta? La forma en que respondemos a algo es lo fundamental.
No hay ningún trabajo, ni ninguna causa, que sea demasiado urgente para estar siempre ocupados, sin tomarnos ni un instante para parar y mirar en nuestro interior. Al menos un momento al día, o un día a la semana deberíamos tener un tiempo de simplemente “ser”, un tiempo de atención plena para refrescar la mente, para reunirnos a practicar, para escuchar el corazón, para compartir y para sanar. Para no agotarnos, tenemos que hacer pausas regulares y recargar nuestro ser con calma y apertura. Porque “No hay camino hacia la paz, la paz es el camino". A cada paso tenemos que manifestar lo que queremos, en lugar de correr hacia algo que esperamos que suceda en el futuro. El futuro está hecho de cada uno de estos momentos presentes.
Aunque muchas veces no vemos los resultados de nuestras acciones, o parece que no conseguimos nada, no podemos rendirnos y decir: “Esto no vale la pena; lo dejo". Porque con algunas acciones no estamos buscando un resultado en particular, no actuamos dependiendo de si conseguimos un resultado o no, lo hacemos porque es lo que tenemos que hacer, no porque tengamos ninguna garantía de que nuestros actos funcionarán y tendrán éxito.
Si hacemos algo con la expectativa de un resultado en particular nos quemaremos muy pronto. Si solo tomamos medidas cuando sabemos con certeza que obtendremos el resultado que queremos, entonces es muy posible que no hagamos nada que no creamos que tendrá éxito, incluso si esas acciones son las que necesita esa situación en particular. Y si decidimos hacer algo al respecto y no sale como planeamos, perdemos toda nuestra energía y nos desesperamos.
Es como el amor condicional y el amor incondicional. Es difícil practicar el amor incondicional, al igual que es difícil trabajar por el cambio sin querer que salga como esperamos. Sin embargo, si queremos sobrevivir con nuestra energía, nuestra esperanza, nuestro amor y nuestro entusiasmo intactos, tenemos que mirar con ese ojo de la sabiduría en la mano, ese ojo que ve que ninguna acción es en vano. Una acción realizada con la intención pura de alegrar o aliviar el sufrimiento nunca se pierde, incluso si el resultado inmediato no es el que queremos, incluso si es lo contrario. Ese ojo en la mano de nuestra acción es el ojo que ve que todo lo que podemos hacer es lo que sentimos profundamente que hay que hacer. La única forma en que podemos ser verdaderamente libres y poderosos en cualquier acción es si la hacemos porque sabemos en lo profundo de nuestro corazón que hay que hacerla.
La "esperanza activa" es una fuerza motivadora que no depende de garantías externas. La esperanza activa es bastante arriesgada, porque se necesita valor y estar dispuesto a no saber. Está viva y es sensible. Das un paso y luego ves qué ocurre, haces un plan, pero estás listo para ajustarlo según lo que suceda. La esperanza activa no trata de tenerlo todo planeado y tomar medidas solo cuando se sabe que es seguro hacerlo. Más bien, es una actitud de "Esto es lo que siento que es lo correcto, así que vamos a intentarlo y a estar atentos y dispuestos a responder según lo que ocurra". Es un tipo de práctica que requiere estar muy atento.
Para hacer lo que estamos llamados a hacer, necesitamos una gran confianza, la confianza de saber que debemos vivir por el amor de lo que nunca veremos.
En ocasiones nos sentimos agobiados, contra la pared, y queremos abandonar, pero es precisamente entonces cuando debemos apoyarnos en las prácticas básicas de estar atento, respirar, y estar atento a cada paso que damos, en cada acción que realizamos. Cada vez que caminamos, somos conscientes de ese paso que estamos dando, cuando respiramos, nos damos cuenta de que estamos respirando. Si volvemos a lo básico, podremos dejar de preocuparnos en exceso y relajarnos. Aunque a veces no lo creamos, incluso en medio de las crisis y la confusión, tenemos la fuerza en nuestro interior para seguir adelante y encontrar nuestro centro.
En esos momentos en que parece que no hay forma de seguir adelante, que lo que sea que esté sucediendo es demasiado, ¿cómo tocamos esa sensación de espacio? Si podemos inhalar y exhalar, poniendo nuestra mente en nuestra respiración, creamos espacio. Disminuimos la velocidad y dejamos que nuestro sistema nervioso se recalibre y se centre. La situación externa puede no cambiar, pero nosotros hemos cambiado en relación con nuestra situación externa. Y, aunque puede sonar extraño, también podemos crear más tiempo. Esta sensación de presión, de estrés, de no tener suficiente tiempo, está en parte creada por la mente. Es nuestra forma de ver las cosas, nuestra forma de ser, lo que crea esa sensación. Cuando nos aceleramos, cuando nos sentimos presionados, el tiempo parece más lleno, pero simplemente parando o haciendo una pausa podemos crear algo de espacio en nuestra vida. Cuando meditamos, enfocándonos en el momento presente, estamos conectando con un lugar que solo es accesible en el momento presente, con un espacio que no está limitado por las ideas o el tiempo.
Podemos cambiar nuestra experiencia de las cosas mediante esta práctica básica de estar con lo que hay aquí y ahora. Gran parte del estrés y la sensación de estar abrumado proviene de todo lo que proyectamos hacia el futuro, del miedo que sentimos. Pero en este preciso momento, aquí mismo, tenemos la capacidad de reconocer el miedo, de estar con el miedo y no dejarnos devorar por él. Podemos tocar el “no-miedo” que siempre está ahí. Pero si estamos acelerados, si vamos corriendo, es el miedo el que dirige todo el espectáculo. Si podemos detenernos, tenemos la oportunidad de tocar algo más profundo que simplemente estar abrumados. 
Además de centrarnos en el momento presente, otra forma de cambiar nuestra relación con la situación externa es estar en contacto con la alegría. Lo que nos da energía para seguir adelante en los momentos difíciles es nuestra sensación de alegría, nuestra frescura. Y recuerda que hacer lo que amamos nos puede ayudar a mantener la alegría.
Cada vez que nos sintamos mal, o que alguien cercano a nosotros no esté bien, deberíamos detenernos y ver cómo cuidarnos, o cuidar a esa persona, y mantener alta la energía. Debemos dejar de priorizar lo más urgente para volver a lo que amamos y nos inspira a seguir adelante en la vida. Si hacemos esto, habrá más alegría en todo lo que hagamos, y podremos hacer mucho más con menos esfuerzo.
Es importante preguntarnos de vez en cuando cómo nos estamos cuidando los unos a los otros. Esto también es una forma de practicar el "No hay camino hacia la paz, la paz es el camino". Antes de una reunión, podemos respirar conscientemente varias veces. De hecho, hay algunas empresas, organizaciones, y escuelas, que comienzan sus reuniones o clases tocando una campana para que todos puedan respirar atentamente y vuelvan a centrarse. Y es algo hermoso fomentar esta manera de conectarnos unos a otros simplemente deteniendo nuestra actividad por un instante. Nos permite ser más humanos, sin estar mirando continuamente el teléfono, sin sentir constantemente esa presión interna y crónica, esa sensación de "No puedo estar realmente aquí porque necesito estar allá". Eso no es ser plenamente humanos. En cada interacción, ¿podemos parar y nutrir nuestro ser más profundo? ¿Podemos ver con claridad, reducir la velocidad lo suficiente como para vernos, para ver si esta persona necesita nuestro apoyo, si esta persona está a punto de agotarse? ¿Podemos aportar aquí y ahora elementos de juego, alegría, humor, sorpresa y aprecio?
Mientras trabajamos, también es importante celebrar nuestros éxitos y logros durante ese proceso, no solo cuando nuestro proyecto esté completo. Eso mantiene viva la frescura y nos mantiene conectados con la bondad de nuestro trabajo en lugar de centrarnos simplemente en un resultado distante al final del camino. También es cierto que no hay una forma concreta de celebración, porque ¡la celebración es el camino!
Hay tanto por hacer, tanto sufrimiento que aliviar a medida que la humanidad se dirige cada vez más rápido hacia el peligro y la destrucción. Si queremos ayudar a lograr la paz y aliviar este sufrimiento, debemos actuar y vivir de manera que creemos paz ahora, a cada momento. Al ver el mundo con el ojo de la sabiduría en nuestras manos, podemos actuar sin expectativas mientras nutrimos nuestra conexión con el mundo y nuestra alegría. No debemos olvidar cuidarnos a nosotros mismos, y cuidar de los demás, para no agotarnos. A veces, en lugar de dejar que lo urgente gobierne nuestro día, podemos hacer una pausa para ir a la playa, para dar un paseo por el campo, o simplemente, para ver el atardecer desde nuestra ventana. Podemos prestar atención a nuestra respiración y a nuestros pasos, sabiendo que algo tan sencillo como esto es lo que realmente nos fortalecerá para el importante trabajo que tenemos por delante. Porque en los momentos difíciles, en los tiempos de crisis, podemos sacar la fuerza para seguir adelante de la paz que hay en nuestro interior.



 Más abajo puedes dejar un comentario sobre lo que te ha parecido esta publicación y también sugerir algún tema sobre el que te gustaría leer en futuras publicaciones. Gracias por tu colaboración.




Comentarios