LA PARADOJA DE LA PRÁCTICA


La lucha por conseguir influencia y control en la vida es el impulso que nos lleva a intentar conseguir algún tipo de ventaja en nuestra vida, la necesidad de ser más apreciados, más efectivos, más respetados… de ser básicamente más poderosos. Y precisamente esa es nuestra perdición. Podemos ver esa tendencia como una debilidad en cualquier área de la vida, pero en ningún otro sitio es un error tan grande, una debilidad tan grande, como en el dojo, en el lugar de entrenamiento de nuestro arte marcial.

Nacemos con un cuerpo y una mente, que ya están coordinados, sincronizados. De nacimiento disfrutamos de una condición perfectamente equilibrada, por lo que, si en algún momento nos sentimos disgregados, con una mente y un cuerpo que no están unificados, es porque estamos haciendo algo para alterar esa condición innata. Somos nosotros mismos los que nos desequilibramos, por eso esforzarnos mucho durante años para sincronizar cuerpo y mente es un verdadero error, es como ir en dirección contraria.

Antes de aprender un arte marcial, cuando somos jóvenes, tenemos la tendencia a vernos a nosotros mismos como ineficaces, incapaces de influir o controlar a los demás. Cuando nos hacemos mayores aún somos más dolorosamente conscientes de nuestra incapacidad para influir en los demás. Pero cuando descubrimos un arte marcial y empezamos a entrenar, comenzamos a encontrar de nuevo ese equilibrio perdido, a recuperar esa sincronización de mente y cuerpo con la que nacimos de forma natural. Con la ayuda de nuestro maestro, entrenamos un día tras otro y nos empezamos a sentir más fuertes y centrados, y técnicamente eficaces para poder mover con facilidad a otros. Empezamos a comprender cómo influir y controlar a los demás gracias a nuestra sincronización de cuerpo y mente. Pero ¿es esto lo correcto?

A pesar de que esa es la forma en que somos y nos comportamos habitualmente, hay algo equivocado en este enfoque. Esa no es nuestra condición innata como seres humanos, pero es nuestra condición social, nuestra mente socializada, o nuestra personalidad del día a día buscando satisfacer sus necesidades egoístas. Este tipo de mente siempre quiere influir y controlar a los demás. Por eso, cuando conseguimos algo de poder, de forma natural queremos utilizar ese poder para hacer eso. Eso es lo que hemos estado buscando durante largo tiempo, pero ese deseo de control es un gran error. Ese no es el camino del guerrero. El arte del guerrero es una expresión de la mente que ha ido más allá de la necesidad de controlar. La sincronización de cuerpo y mente no debe estar guiada por el pensamiento egoísta, sino por una mente abierta y universal, por nuestra condición original y universal.

El entrenamiento puede ser algo muy frustrante si pensamos que hay algo que debemos conseguir. Realmente no hay nada que conseguir. Aunque el entrenamiento es necesario, está totalmente encaminado a encontrarnos de vuelta donde empezamos y a conocer verdaderamente ese lugar por primera vez. Después de tanta práctica, descubres que estás exactamente como el primer día en que comenzaste a practicar. Sólo uno mismo puede conocer ese lugar por primera vez, y puede aceptar el hecho de estar ahí. Eso no quiere decir que no sea valiosa la experiencia del entrenamiento, es esencial, pero debemos entrenarnos para conocer esa condición original y natural que ya poseemos.

Por supuesto que todos tenemos que practicar para mejorar, pero la cuestión no es acumular más y más, realmente es todo lo contrario. Se trata más bien de soltarlo todo de golpe. Acumulamos, pero después abandonas todo ese poder acumulado, lo sueltas. Desde luego que si no hay práctica, no hay poder, y entonces no tienes nada que abandonar.

Esta es la paradoja del entrenamiento, y si no mantenemos esta paradoja constantemente en nuestra mente mientras estamos practicando, entonces estaremos entrenando de una forma incorrecta. Posiblemente estarás haciendo el entrenamiento correcto según los criterios técnico, pero el principio fundamental del entrenamiento no será el correcto, porque estarás intentando alcanzar una meta, para obtener algo que imaginas que aún no tienes.

Debemos aprender el significado de la responsabilidad y de la gratitud, y cómo estas dos están relacionados. Comprender estos dos conceptos y actuar de acuerdo a ellos es ser honesto con lo que se te ha dado. No lo tomes a la ligera, no des nada por supuesto, y no te resistas por miedo o por sentirte solo. Encara todo con ecuanimidad. Esa es la enseñanza. Podemos aprender las técnicas e intentar realizar los movimientos correctamente, pero nunca conseguirás hacer nada de la forma adecuada si ignoras estos aspectos más profundos. Puedes llegar a ser muy bueno técnicamente, pero nunca tendrás una verdadera experiencia del arte si no intentas ver mucho más profundamente. Ese es el tipo de entrenamiento que debes llevar a cabo, de otra manera tu experiencia siempre será superficial.

Esto es algo fundamental en nuestras vidas porque desde la escuela, todos hemos aprendido de nuestros padres, de la sociedad, del gobierno, y de la economía, que la forma de tener éxito es ponerse una meta, trabajar duro para poder llegar a ella, y finalmente alcanzar esa meta. Eso puede estar bien en esos ámbitos, pero en el dojo, en tu entrenamiento como guerrero, eso se convierte en un obstáculo. En un verdadero arte, en un camino de desarrollo personal, lo que estamos aprendiendo es a ver quién y qué somos ya, no a convertirnos en algo diferente de lo que ya somos. Y la paradoja es que lo que ya somos, cuando lo veamos, nos parecerá completamente diferente de lo que ahora pensamos que somos.

Cuando empezamos a practicar somos muy torpes, no entendemos muchas cosas, nuestro cuerpo y mente no están muy conectados y nada nos sale muy bien. Necesitamos años y años de práctica para trabajar con todas esas dificultades hasta llegar a tener una sensación sustancial y profunda de uno mismo sintiéndose cómodo y hábil practicando. Nos parece como si fuera un artículo de lujo que nunca antes hemos tenido. Nos sentimos muy satisfechos. Pero eso aún no es. Cuando hablamos de despertar, quiere decir despertar al que éramos el día que llegamos por primera vez a practicar, pero del que no éramos conscientes en aquel momento. Ahora, ese es el que se ha dedicado a perfeccionarse y se siente muy bien por ello, y también el original, ambos al mismo tiempo. Sin ese trabajo, ver o reconocer a este original no sería posible. Esta distinción es importante para no olvidar que no importa lo expertos que nos hagamos, no importa todo lo que podamos conseguir, no importa lo refinados que podamos volvernos en nuestra práctica y en nuestra comprensión del arte de vivir, eso no quiere decir que estemos ya despiertos.




 Más abajo puedes dejar un comentario sobre lo que te ha parecido esta publicación y también sugerir algún tema sobre el que te gustaría leer en futuras publicaciones. Gracias por tu colaboración.


Comentarios