Llegado a
cierto punto, el guerrero continúa su viaje simplemente descansando en su
propia condición de guerrero, ya no tiene que luchar para seguir avanzando.
El guerrero es capaz de gobernar el universo al desarrollar
una verdadera presencia, un campo de energía que le rodea y se expande a su
alrededor. Esa presencia poderosa del guerrero se manifiesta al desarrollar sus
virtudes y acumular méritos. Los logros del guerrero al avanzar por su camino
se manifiestan en su ser, en su presencia, en la energía que le envuelve. Esa
presencia verdadera, auténtica, está basada en la ley universal de causa y
efecto. Es decir, que la presencia del guerrero es causada por el mérito
acumulado, es el efecto o consecuencia de ese mérito.
Esa verdadera presencia, a un nivel ordinario y externo,
puede experimentarla cualquier persona. Por ejemplo, una persona humilde pero
justa y honesta, con decisión y energía, manifestará a su alrededor una
sensación de bondad y autenticidad. Pero la verdadera presencia a un nivel
interno y más profundo, tiene que ver con el camino del guerrero, porque esa presencia
no es simplemente ser una buena persona que se comporta correctamente, sino que
tiene que ver con ser consciente del espacio fundamental del vacío o ausencia
del yo.

Al encontrarnos con alguien con una verdadera presencia
interior, nos encontramos con una energía auténtica y abrumadora, que puede
llegar a asustarnos por lo poderosa, real y sincera que es. Podemos percibir la
energía del líder inspirador que nos eleva y atrae magnéticamente, sin importar
su apariencia o el trabajo que esté desempeñando. La persona que manifiesta esa
presencia verdadera interior se ha trabajado a sí misma, ha hecho un viaje
personal de conocimiento y desarrollo. Ha conseguido esa presencia poderosa y
auténtica abandonando su comodidad y soltando los apegos y las fijaciones
mentales.
La verdadera presencia del guerrero es el fruto del proceso
de crecimiento por el que ha ido pasado hasta abandonar el apego al yo, aunque
también surge esa presencia de manera sorprendente e instantánea en el momento
en el que realmente soltamos las fijaciones mentales. De alguna manera, ambas
cosas colaboran entre sí. La verdadera presencia se puede provocar de manera
espontánea e inmediata al invocar la energía interior del caballo de viento,
esa energía profunda e innata que reside en la esencia de nuestro corazón,
convirtiéndola en un viento poderoso que impulsa nuestra vida y nuestras
acciones.

Aunque es muy posible que esa presencia auténtica no la
experimentemos más que por un fugaz instante, con disciplina podemos mantener
ese momento de lucidez y expresar plenamente esa verdadera presencia. Podemos
profundizar y cultivar esa verdadera presencia al avanzar por el camino del
guerrero y desarrollar los principios de las cuatro dignidades. En esa etapa
del camino se va incorporando más y más espacio en el mundo del guerrero para
llegar a gobernar realmente el universo.
Conforme el mundo del guerrero se va
haciendo cada vez más inmenso y abierto, más lejos queda cualquier idea de
vivir de una manera egoísta y egocéntrica. Al desarrollar las cuatro
dignidades se alcanza el estado de ausencia de ego. La mansedumbre, la
vivacidad, la desmesura, y la insondabilidad, son las cuatro dignidades que
desarrolla el guerrero en su camino.
Todos tenemos de alguna manera la experiencia de esas
dignidades en nuestras vidas. La mansedumbre tiene que ver con la humildad y la
afabilidad. La vivacidad tiene que ver con la energía joven y fresca, llena de
vida. La desmesura tiene que ver con la osadía, con seguir avanzando sin
expectativas ni temores, adentrándose en las situaciones plenamente. La insondabilidad
tiene que ver con lo vasto y profundo, con la experiencia total y completa, con
los logros espontáneos y crudos, sin adornos ni presunción.
Pero, aunque tengamos todos estas experiencias de las diferentes
energías o cualidades de las dignidades en nuestra vida, no estaremos realmente
avanzando en nuestro camino a no ser que mantengamos una auténtica disciplina y
seamos realmente conscientes de estas experiencias, de otra manera quedaran ocultas
por nuestros hábitos y conductas en lugar de llevarnos hacia ese estado de
ausencia de ego.
Estas cualidades del guerrero, estas cuatro dignidades, aparecen
en el camino del guerrero en una etapa avanzada de su recorrido. El guerrero
debe alcanzar antes una total confianza en la esencia de su corazón, tener una
visión clara de lo que es una sociedad despierta, y tener la experiencia de
vivir en un mundo sagrado y auténtico, es entonces cuando puede experimentar
las cuatro dignidades en su vida. Es en ese momento cuando está realmente sintonizado
con una energía inagotable, con su energía interior, con el caballo de viento,
que impulsa poderosamente su viaje.
Experimentar esa verdadera presencia permite que se manifiesten
las cuatro dignidades del guerrero y, al mismo tiempo, desarrollar esas cuatro
dignidades generan esa presencia poderosa y auténtica. Dicho de otra manera, la
ausencia de ego es la base y el final de su viaje.

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