CONFIAR EN LA SABIDURÍA


La mente profunda del dragón no se expresa de la misma forma que la mente cautiva por el miedo y la esperanza.

El dragón es el símbolo de la inmensa profundidad insondable, que está relacionada con la profundidad de nuestra propia mente. Si conocemos esa profundidad, conocemos la esencia de nuestro corazón. Esa esencia existe por sí misma, no depende de nada, no tiene ni principio ni fin, carece de cualquier artificio y va más allá de los conceptos. Con esa profundidad de nuestra mente podemos observar el mundo con claridad, viendo los juegos y engaños de las personas, y cómo intentan manipular su mundo, para esconder su verdadera naturaleza sensible y vulnerable. Al ver claramente la realidad del mundo ya no caemos con tanta facilidad en las trampas que encontramos a nuestro paso.

La mente del dragón, esa mente profunda e insondable, se expresa de una manera muy diferente a la mente cautiva por la esperanza y el miedo. Esa mente estrecha y limitada no es capaz de ver los mensajes de sabiduría que emanan de su interior, porque cree en un yo sólido y permanente, y se expresa con agresión. Cuando estamos enfadados, o sentimos envidia, somos incapaces de entender cómo otra persona puede amar y acoger a los demás. Esa otra persona compasiva y amable descansa en la mente radiante del dragón, mientras que nosotros, cuando estamos atrapados por la mente del enfado, nos envuelve la confusión de la era oscura. Normalmente, cuando nos apaciguamos y relajamos, somos capaces de darnos cuenta que nuestro enfado no tenía sentido, e incluso podemos reírnos de lo ridícula que resulta ahora la situación vivida.

Cuando podemos ver las cosas con calma y claridad, nos elevamos como el dragón por encima de las montañas, consiguiendo una perspectiva mucho más profunda y amplia de todas las cosas. La visión del dragón va más allá de la dualidad, deja de dividir el mundo en lo que “me gusta” y “me disgusta”, y ya no se deja engañar por las apariencias. Conecta con el mundo tal y como es, sin juzgarlo ni rechazarlo, y es capaz de ver la sabiduría que hay en nosotros y en los demás. Ya no nos sentimos amenazados por los demás, sino que tenemos curiosidad por conocerlos mejor. Gracias a su entrenamiento, el guerrero ha desarrollado una gran precisión y apertura para relacionarse con el mundo que le rodea y consigo mismo. Gracias a esa mente profunda y vasta del dragón, aceptamos lo que la vida nos presenta a cada momento, y nos interesamos por cada pequeño detalle, en ese preciso momento, aquí y ahora. Esa gran precisión y apertura es lo que despierta la valentía en el guerrero, dejando de estar a la defensiva ante los demás y preocupándose sinceramente por los que le rodean.

Gracias al camino recorrido, y al tiempo de práctica, ya sabemos que siempre estamos intentando construir un “yo”, y somos capaces de ver también esas construcciones en los demás. Podemos ver más allá de la fachada de perfección y descubrir que detrás hay duda, temor, o ambición. Y cuando descubrimos que alguien está planeando algo que quiere mantener oculto, no respondemos con agresión o nos cerramos, sino que nos mantenemos abiertos, curiosos por lo que sucederá y por ver cómo se van a desarrollar los acontecimientos. Nuestra sabiduría nos dice que podemos aprender de todos y que podemos ayudarles, porque cuando trabajamos con otros, estamos también trabajando con nosotros mismos. Esa es la unión del vacío y la compasión, ya no existe un “yo” contra un “tú”, porque lo que nos separaba se ha disuelto permitiendo que seamos realmente uno.

Vivimos en un mundo verdaderamente inmenso, en el que todo es posible, si usamos la diligencia, la disciplina, y la generosidad para salir del “yo” que nos aprisiona y limita. Podemos apreciar a todos los seres y a todas las cosas, porque con esa ausencia de yo del dragón aprovechamos todo lo que surge para seguir avanzando por el camino de la confianza. La mente del dragón irradia confianza de forma natural, como el sol calienta la tierra, y no se aferra a ninguna idea de esperanza o miedo por el momento siguiente.

Cuando estamos realmente despiertos, vemos que el mundo entero está despierto. Con esa visión clara de la realidad, podemos estar seguros de la grandeza de nuestro ser, esa es la mente de sabiduría del dragón que se nutre de la energía de la propia vida. Cuanto más nos involucramos con la vida, de una manera honesta y abierta, sin prejuicios, más energía tenemos para seguir adelante.

La mente de dragón baila alegremente con lo que se presenta a cada momento, en lugar de luchar contra ello. Muchos pueden pensar que no somos conscientes de lo que ocurre, que no es lógico nuestro comportamiento, porque la estrecha mente del “yo” es incapaz de comprender la profundidad del dragón. Pero la mente de dragón sí es capaz de ver el sufrimiento de la mente del “yo”. Comprende el temor de esas mentes ante el cambio continuo de la vida, y cómo se tambalean según cambian los vientos, sufriendo sin necesidad. Debemos ser compasivos con ellos y ayudarles a contactar con su propia sabiduría, con su inmensidad.

La mente de dragón siente la realidad de su mundo de una manera tan directa y natural que se siente realmente uno con el universo. La confianza del dragón es natural y espontánea, no necesita crearla ni aumentarla. Su sabiduría ve los elementos que componen el mundo tal y como son, sin sorprenderse por los cambios, y fluyendo por ellos como el agua. Con la mente del dragón podemos ser firmes y estables como la tierra, entusiasmarnos como el fuego, volar con el viento de la virtud para llevar integridad y nobleza a cada situación, o simplemente descansar en el inmenso espacio que todo lo acoge. Ese es el poder del guerrero-dragón.

Cuando realmente conectamos con los elementos de nuestro mundo tal y como son, su riqueza llena todo nuestro ser y la sabiduría ilumina nuestra vida. Entonces podemos hacer cualquier cosa, no porque hayamos aprendido a dominarlo todo, sino porque somos valientes y nuestra energía interior, ese poderoso caballo de viento, es totalmente libre para llevarnos a cualquier lugar. Con esta confianza profunda, el futuro realmente está en nuestras manos.

El dragón sostiene una joya que representa el corazón despierto. Con la sabiduría del dragón podemos ver que nuestra esencia es la misma que la del universo: inmensamente abierta y acogedora. Así, con esta joya del dragón, convertimos toda nuestra vida en una oportunidad para crecer y disfrutar. Con apertura y precisión, de forma natural las causas y condiciones se reúnen e interaccionan para llenar nuestra vida de logros, prosperidad, y magia.


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