Una leyenda china dice que si una carpa es capaz de nadar remontando una
cascada se transforma en un dragón. Seamos como esa carpa, lancémonos
de lleno a remontar el río hasta alcanzar el despertar.
Tal vez tengas un vecino al que le gusta poner la música a todo volumen, y
casi siempre coincida con el momento en el que te sientas a meditar en
silencio. Como es bastante molesto, tienes que llamar a su puerta y pedirle
que, por favor, baje un poco el volumen de la música. Y, aunque al pedírselo te
pide disculpas y baja la música, sigue ocurriendo lo mismo un día tras otro.
Quizás un día, harto de tener que ir a llamar a su puerta para poder tener
un poco de tranquilidad en tu meditación, decidas no moverte del cojín, y te
preguntes hasta cuándo vas a tener que ir a pedirle a tu vecino que baje el
volumen. Aunque parezca que estés meditando, estás dándole vueltas en tu cabeza
a la falta de consideración del vecino, sintiéndote irritado por su
comportamiento.
Pero, en algún momento, tal vez recuerdes aquellos tiempos en que tú mismo
disfrutabas cantando y bailando con la música tan alta que hacías retumbar las
paredes, totalmente inconsciente de lo molesto que podía ser para tus vecinos.
Si vives en la ciudad, a menudo escucharás ambulancias, camiones de
bomberos y otros ruidos de la calle, y es muy posible que escucharlos durante tu
meditación no sea una experiencia tan irritante si, cada vez que escuchas la
ambulancia o a los bomberos, te emocionas al saber que esas personas van a
ayudar a alguien que está en problemas. Sin embargo, por alguna razón,
nunca sientes la música del vecino de la misma manera; siempre la sientes
como una intrusión en tu intimidad. Tal vez entonces te des cuenta de que
nunca has intentado simplemente estar ahí sentado y sentir el ritmo de la
música.
Estar despiertos significa darnos cuenta de lo que estamos haciendo. Significa
que, en lugar de dejarnos guiar por nuestra forma condicionada, automática y
reactiva de ser, nos sentimos profundamente curiosos sobre lo que está
surgiendo en nuestro cuerpo, en nuestra mente y en el mundo que nos rodea. Puede
ser mientras esperamos en la cola del supermercado: tal vez va muy despacio o
la persona que está delante de nosotros está discutiendo con la cajera, y cada
vez nos sentimos más irritados. Estar despierto es simplemente notar esa
reactividad que sentimos y volver a llevar nuestra atención a la sensación de
nuestros pies sobre el suelo o a la sensación del contacto de la ropa sobre
nuestra piel. Es simplemente ver lo rápido que nuestra mente puede
convertir a alguien de amigo en enemigo, y luego volver a convertirlo de nuevo
en un amigo.
En ese preciso momento de despertar, de darnos cuenta de lo que está
sucediendo dentro de nosotros, es cuando podemos cambiar la forma en que nos
relacionamos con las personas que nos rodean. Podremos finalmente sentir
el ritmo de la música del vecino, y simplemente recordar que uno mismo también es
como él en muchos momentos. Todas las veces que estamos
"meditando", y en realidad pensando en lo irritante o desconsiderado
que es el comportamiento de otras personas, estamos perdiendo la oportunidad de
hacer el trabajo que es realmente importante: darnos cuenta de que "todos
estamos en esto juntos".

Otra característica es que lo necesita todo, verdadero coraje y compromiso,
e incluye a todos. El desafío puede provenir de un vecino ruidoso o de alguien
mucho más difícil. Si pensamos, por ejemplo, en los encuentros familiares,
pueden ser uno de los mejores barómetros para nuestra práctica. Puede ser
cuando vuelves a casa de tus padres en vacaciones, o cuando te reencuentras con
aquellos familiares que despiertan toda tu reactividad, las reacciones más arraigadas
y profundas. ¿Puedes estar despierto y cercano con tu madre o padre, con
tu hermano o hermana, con tu tía, o con quien sea la persona más irritante y
molesta que siempre te acaba sacando de tus casillas?
Generalmente, esperamos que los otros cambien. Sentimos que, al haber
sido nosotros los perjudicados en alguna relación, la otra persona debería ser la
que cambiara su comportamiento. Pero en realidad, somos nosotros los que
debemos cambiar. Debemos cambiar la dinámica en nosotros mismos. Ese
es a menudo el problema cuando hablamos de relaciones, ¿no? Tenemos la
tendencia a pensar: “Bueno, cuando ellos cambian su
comportamiento, entonces vamos a tener una relación fabulosa.” Eso es a menudo
el error crítico. Somos nosotros los que necesitamos hacer el cambio, aunque
sea algo que nos aterra.
Hay una antigua
historia china sobre las carpas y el origen de los dragones. Las carpas
son como el salmón: nadan río arriba superando los saltos de agua. Es algo
impresionante de ver, el pez dorado impulsa su cuerpo con todas sus
fuerzas. El mito dice que la carpa se transformará finalmente en un
dragón, pero solo si se salta con todas sus fuerzas por encima de la cascada al
final del río Amarillo y atraviesa la puerta del dragón. El dragón es un símbolo
del despertar, del estado completamente despierto.

Pero hasta que estemos dispuestos a tener el coraje y el compromiso de
cambiar realmente la forma en que funcionamos, hasta entonces
"refugiarse" es solo una idea, una dirección en la que nos gustaría
ir. Tenemos que ser esa carpa
dorada que remonta el río con todas sus fuerzas. Aunque podemos estar
asustados, podemos tener miedo de no conseguirlo, o de morir en el intento,
estamos completamente decididos a alcanzar el estado del despertar.
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