LA NATURALEZA, ESA GRAN MAESTRA


La naturaleza puede hacer mucho más que proporcionarnos un ambiente pacífico para la meditación, podemos relacionarnos con ella como un medio interactivo dentro del cual podemos acceder y permanecer en la naturaleza de nuestra propia mente.
Se dice que, aunque podemos comenzar con un maestro en persona, en algún momento todo lo que nos rodea se convierte en nuestro maestro.
Esta frase expresa la idea de que todos los fenómenos internos y externos pueden ser un catalizador para el despertar. Pero también es cierto que la naturaleza en particular es una gran maestra. El mundo natural surge continuamente como una exhibición intensa y efímera. Al sintonizarnos con este mundo a través de nuestras percepciones sensoriales, al escuchar, ver, oler, saborear y sentir plenamente el mundo natural, descubrimos una conexión con una dimensión más profunda y más despierta de nuestro ser, una que está libre de la capa habitual de nuestros pensamientos conceptuales. Como maestro, el mundo natural revela que estar presente con las cosas tal y como son puede ser una experiencia transformadora.
Numerosos textos de diferentes tradiciones describen los beneficios del mundo natural como un poderoso apoyo para la meditación. Algunos maestros han relatado a sus discípulos como vagaron por el mundo buscando el estado supremo de la paz sublime, hasta que encontraron una encantadora extensión de tierra con un hermoso bosque arbolado, y un río claro que fluía a través de ese bosque encantador, lo que les hizo sentarse pensando que ese era un lugar apropiado para encontrar la realización final del Despertar. Encontramos muchos ejemplos similares en diferentes textos que enfatizan el silencio, la soledad y el alejarse de la estimulación de la vida diaria como condiciones necesarias para permitir que la mente se estabilice y se relaje.
Pero la naturaleza puede hacer mucho más que proporcionarnos un ambiente pacífico para la meditación. A medida que desarrollamos nuestra práctica y atención, podemos relacionarnos con el mundo natural como un medio interactivo dentro del cual podemos acceder y permanecer en la naturaleza de la mente. El encuentro con el mundo natural a través de nuestras percepciones sensoriales nos devuelve una y otra vez a una conciencia abierta, a un estado de ser que es fresco, vivo, tranquilo y despierto.
Considera, por ejemplo, una flor. Cuando vemos el color brillante de una flor y observamos su intrincada estructura, experimentamos su autenticidad y sencillez. Vemos cómo la flor permanece en el espacio con una presencia intensa y auténtica. En el instante en que la vemos por primera vez, la flor se transmite, total y completamente, a nuestra percepción. La percepción directa tiene lugar en cada momento de la experiencia sensorial, pero se superponen tan rápidamente las historias, los pensamientos y las ideas de la mente conceptual que generalmente pasa desapercibida. La visión sin filtro es una visión genuina, desnuda, desprovista de conceptos e ideas.
Experimentando el mundo que nos rodea, el mundo natural, de esta manera, vemos que todo está continuamente impregnado de presencia, una plenitud y riqueza que se expresa de manera singular. Algo tan simple como una brisa puede abrirnos la puerta a una experiencia de nuestra naturaleza más profunda. Las rocas, los árboles, la hierba, las montañas, los océanos y el cielo nos brindan un poderoso estímulo para estar presentes aquí y ahora, en este preciso momento. No es necesario ningún pensamiento conceptual para conocer su existencia. Simplemente son como son. La naturaleza fundamental de un árbol, su estructura arbórea, está allí para que la experimentemos y la percibamos directamente, sin la intermediación de nuestra mente conceptual.
Todas nuestras percepciones sensoriales pueden funcionar así, sirviendo para despertarnos. En un momento de percepción directa, el sonido de un pájaro cantando puede sonar como un eco en todo nuestro ser. Al hacerlo, puede sintonizarnos con el vacío de la mente y su expresión en constante desarrollo. En su pureza, la canción de un pájaro no puede clasificarse como "buena" o "mala", ni siquiera como "hermosa" o "chillona". La canción del pájaro simplemente se presenta en su forma desnuda, más primordial, una forma inherentemente vacía de esencia, pero cautivadora para nuestro sentido auditivo.
La meditación nos ayuda a tener cierta base en la experiencia sensorial directa, sin la intermediación de pensamientos, ideas o proyecciones. Cuando llevamos a cabo prácticas como la permanencia apacible y la visión superior, estabilizamos nuestras mentes voladoras y ocupadas y desarrollamos nuestra claridad mental y fuerza innatas. Experimentamos de primera mano la posibilidad de conectar y ser uno con el contexto más amplio que nos rodea y nos incluye. Esto crea las condiciones por las cuales podemos experimentar la conciencia no dual, la verdadera naturaleza de nuestra mente-corazón. Tener una experiencia directa de este aspecto siempre presente pero sutil de nuestro ser es el objetivo de la mayoría de las prácticas de meditación, pero a veces puede parecer una posibilidad remota. Sin embargo, este estado original de nuestra mente-corazón en realidad no es tan desconocido. En verdad, lo experimentamos continuamente a lo largo de nuestras vidas, aunque no lo reconozcamos habitualmente.
Muchas veces pensamos que tenemos que encontrar la naturaleza de nuestra mente en el interior, a través de una introspección profunda. Pero al tomar el mundo natural como maestro, también podemos sintonizar con nuestra naturaleza innata fuera de lo que convencionalmente pensamos que somos nosotros mismos. Con tiempo y paciencia, podemos llegar a comprender que no hay diferencia entre "aquí" y "allá afuera". La meditación nos ayuda a descubrir esa unión entre lo interno y lo externo, proporcionando una experiencia directa de su inseparabilidad.
Decir que el mundo entero se convierte en el maestro significa que a medida que meditamos, nos relajamos y disolvemos parte de nuestra fijación con el pensamiento conceptual, nuestras percepciones sensoriales se aclaran, como un cristal de una ventana cuya superficie ha estado cubierta de suciedad durante mucho tiempo. Lentamente, a medida que se limpia el vidrio, todo se vuelve más claro. El canto de los pájaros es el canto de los pájaros. El calor del sol es simplemente lo que es. No hay nada esotérico o místico en ello. Las cosas simplemente son lo que son. Liberada de la capa habitual de conceptos, nuestra experiencia del mundo se vuelve directa, definida y clara, tanto que, si lo permitimos, tiene el poder de despertarnos de nuestra charla conceptual.
Finalmente, ver las cosas como son transforma lo que era una actividad o un proceso en el que nos involucramos en un estado de ser, una actitud de conciencia abierta al mundo que nos rodea, que nos devuelve su confirmación sin palabras. Por lo general, tratamos de comprender e intelectualizar nuestra experiencia. Pero podemos aprender a escuchar, sentir, oler y saborear el mundo sin necesidad de comprenderlo.
Si bien el mundo natural puede ser particularmente útil para desarrollar este tipo de experiencia, podemos usar la inmediatez de cualquier momento de percepción para despertar al espacio más amplio de nuestra propia conciencia. Si vives en el centro de la ciudad, puedes usar tu experiencia del frío intenso en una mañana de invierno o el resplandor de los rayos del sol que caen sobre el asfalto mientras caminas al trabajo como catalizadores para el despertar. Incluso el rugido de un gran camión que retumba en la calle ofrece una oportunidad para la percepción directa. Tales momentos pueden servir para recordarnos la preciosidad de esta vida humana, su fugaz belleza y la necesidad de despertar a una vida responsable.
A medida que aprendemos a permanecer en la conciencia natural, con nuestras percepciones sensoriales abiertas, llegamos a experimentar el vasto poder, similar a un inmenso océano, de nuestra naturaleza más profunda. Cuando nos conectamos con esta parte de nosotros mismos, cuando participamos de la sabiduría liberadora de las cosas tal y como son, todo está impregnado con esta cualidad espaciosa, abierta, cálida, luminosa y despierta. Tomando el mundo como nuestro maestro, podemos escuchar el lenguaje interno de la naturaleza y experimentar cada vez más profundamente la realidad del momento presente. Esta realidad no es otra cosa que el innato estado despierto, un campo de energía fluido y sin obstáculos, una fuente perpetua de creatividad y la calidad fundamental de nuestra vida.



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