ERES PERFECTO COMO ERES


¿Por qué te sientes mal contigo mismo cuando en tu interior hay conciencia, amor y sabiduría? Puedes aprender a ver más allá de las cosas temporales y descubrir en tu interior la naturaleza despierta que llevas dentro.
La meditación está de moda en el mundo moderno. En las portadas de muchas revistas podemos ver imágenes de sonrientes meditadores. Los directivos de grandes empresas están llevando la práctica de la atención plena al lugar de trabajo. Incluso en algunas escuelas se enseña a los niños a meditar. Al ver todas esas imágenes y escuchar diferentes historias, podríamos pensar fácilmente que meditar es simplemente sentarse en una determinada postura siguiendo una técnica en particular.
Pero el verdadero poder de la meditación no está en el método. Está en cambiar nuestra perspectiva de las cosas. En las enseñanzas guerreras se suele llamar a esto "la visión". La visión no es una técnica, es cómo nos vemos y cómo nos relacionamos con nuestros propios pensamientos y emociones. Sin un cambio en nuestra visión, incluso las técnicas de meditación más poderosas solo reforzarán los viejos patrones y hábitos.
La visión esencial de la naturaleza de tu ser, de la esencia de tu corazón, es tan profunda como simple: eres perfecto, tal como eres, en este mismo momento.
El problema que encontramos con esta visión es que no nos parece real. Centrándonos en las negatividades que oscurecen nuestra profunda naturaleza despierta, parece que no podemos experimentar eso por nosotros mismos. Y normalmente no podemos.
Aunque nos hayamos criado en un entorno ideal, con una familia de meditadores, y con las circunstancias más favorables para meditar, tal vez eso no sea suficiente. Final del formulario
A pesar de un hermoso entorno, de una familia amorosa y de los modelos espirituales que podamos tener cerca, es posible que crezcamos llenos de ansiedad. 
Quizá encontremos un maestro que nos hable sobre la visión de la naturaleza despierta que llevamos en nuestro interior y no creamos lo que nos dice. Al menos, no creemos que sea verdad para nosotros, porque en la realidad que estamos viviendo lo que sentimos es miedo. Esa naturaleza despierta de la que nos hablan nos suena como una fantasía. Será la experiencia de otra persona, pero no la mía.
Cuando aprendemos a meditar por primera vez, seguramente esperamos que eso nos ayude a deshacernos de todos nuestras imperfecciones y defectos. Al ver a otras personas tan tranquilos y seguros, nos atrae la meditación porque imaginamos un yo nuevo y mejor. Un yo sin miedo ni ansiedad, que no sea tan sensible y que no se sienta abrumado con facilidad.
Entonces intentamos meditar una y otra vez pensando que ese es el camino hacia la libertad. Convertimos la meditación en un arma para librar una batalla contra nuestra propia mente. Pero eso no suele funcionar. Aunque haya momentos en que la mente esté en calma y el miedo parezca desaparecer, seguramente luego resurgirá con más fuerza, y la poca confianza que hayamos desarrollado en la práctica se desvanecerá como la niebla.
Avanzamos realmente en el camino cuando finalmente dejamos de luchar, cuando nos rendimos. Después de luchar durante mucho tiempo contra nuestras emociones, con muy poco éxito, finalmente nos podemos permitir considerar otra posibilidad: tal vez no tengamos arreglo, no porque tengamos un defecto fundamental, sino porque no tenemos nada que arreglar.
En el momento en que consideramos esa posibilidad, podemos dejar de jugar el viejo juego y comenzar uno nuevo. En lugar de luchar contra nuestros miedos intentando alejar los pensamientos temerosos y ansiosas expectativas, los podemos dejar entrar. No es que nos centremos en ellos, pero no los ignoramos. Podemos dejar todo el "hacer" y finalmente darnos permiso para simplemente "ser".
Al principio, dejar de lado el impulso de estar siempre "haciendo" algo es incómodo y desconocido. Los impulsos no desaparecen, pero los podemos dejar entrar y salir sin seguirlos, incluso podemos dejar el impulso de "meditar", para simplemente estar ahí.
Aunque es algo muy simple y ordinario, puede ser un cambio radical, porque ya no estamos luchando ni tratando de ganar el juego. En ese momento de dejar ir, empezamos a ver que hemos perdido completamente el sentido de la meditación. En nuestra búsqueda interminable para mejorar el momento presente, estamos cerrando los ojos a lo que ya está aquí, y siempre ha estado: la esencia del despertar, la perfección de nuestro ser, nuestra verdadera naturaleza.
No es fácil dejar de lado la opinión de que somos fundamentalmente defectuosos. Recibimos muchos mensajes en nuestra vida cotidiana que nos dicen exactamente lo contrario. No somos lo suficientemente inteligentes, lo suficientemente hermosos o lo suficientemente exitosos. Si pudiéramos trabajar más duro, comer más saludablemente o estar un poco menos estresados, entonces tal vez, solo tal vez, finalmente nos sentiríamos bien.
La suposición básica en todos estos mensajes es que no somos lo suficientemente buenos, y tal vez nunca lo seremos. No importa lo que logremos en la vida, cómo nos veamos o cuán lejos subamos la escalera del éxito. Siempre falta algo.
Si no cuestionamos esta suposición, la meditación puede convertirse fácilmente en una forma sutil de agresión. Podríamos tener éxito en calmar las turbulentas aguas de la mente por unos momentos fugaces, pero terminaremos reforzando el viejo hábito de ver solo nuestros defectos. Al igual que todo lo demás en la vida, no importa lo que hagamos y no importa cuánto lo intentemos, siempre habrá otra colina para escalar. No hay forma de ganar ese juego.
La esencia del despertar no es una mejor manera de jugar el mismo juego de siempre. Es un juego completamente diferente. El principio de la naturaleza despierta nos invita a explorar nuestra experiencia de una manera nueva, no con la intención de corregir lo que está mal, sino dándonos cuenta de lo que siempre ha estado bien.
Conciencia sin esfuerzo
Una de las primeras cualidades de la naturaleza del despertar que presentan los maestros es la conciencia. La conciencia es como un hilo que recorre cada experiencia que tenemos. Nuestros pensamientos y emociones cambian constantemente. Nuestras reacciones y percepciones van y vienen. Sin embargo, a pesar de estos cambios, la conciencia siempre está presente. Está abierta y acogiéndolo todo como el cielo, inmensamente profunda y vasta como el océano, y estable y duradera como una enorme montaña.
La conciencia no mejora cuando tenemos un pensamiento inspirado o una emoción sublime. No empeora cuando estamos completamente neuróticos. La conciencia simplemente es. No es algo que hacemos, es lo que somos. Dado que la conciencia siempre está ahí, lo único que debemos hacer es reconocerla. No necesitamos mejorarla, y no podríamos hacerlo aunque lo intentáramos.
El mayor desafío con la conciencia es que está tan cerca que no la vemos. Es algo tan ordinario que no lo creemos. Es solo saber, presencia sin esfuerzo. ¿Quién está leyendo esto ahora? ¿Quién está teniendo esta experiencia? Es la conciencia. Esta conciencia es lo que eres ahora, en este mismo momento.
Hagamos una breve práctica para experimentar esta conciencia sin esfuerzo:
Antes de seguir leyendo, haz una pausa por un momento.
Deja de hacer por un momento y permítete ser.
No medites en la respiración... solo respira.
No medites en el sonido... solo escucha.
Ahora no hagas nada. Solo quédate aquí.
Lo que sea que este momento te depare, simplemente vívelo tal como es.
La conciencia misma es total y completa. Siempre está aquí y puede acoger cualquier cosa. Puedes hablar, puedes moverte, incluso puedes leer, como estás haciendo ahora. Todo esto está sucediendo dentro de la conciencia.
Amor y compasión naturales
Pero esta presencia sin esfuerzo no es un estado en blanco y sin vida. Está viva y profundamente comprometida con el mundo.
Cuando simplemente estamos presentes con lo que sucede dentro y alrededor de nosotros, surge un sentido natural de amor y compasión. Al igual que la conciencia, estas cualidades no son algo que tengamos que desarrollar o cultivar. Son cualidades permanentes de nuestra verdadera naturaleza.
Las semillas de la compasión están presentes en nuestro simple deseo de evitar el dolor y la incomodidad. El amor está presente en el movimiento hacia la felicidad y la realización. En cada momento experimentamos estos movimientos. Cuando cambiamos nuestra postura o parpadeamos para evitar molestias, expresamos compasión. Cuando disfrutamos de un sorbo de agua o respondemos a la sonrisa de un amigo, experimentamos amor.
El amor y la compasión están presentes cuando menos esperamos que lo estén. Incluso están presentes dentro de emociones dolorosas como el miedo y la ira, ya que estas reacciones están enraizadas en el impulso de evitar el dolor y la incomodidad y experimentar felicidad y bienestar. Están presentes incluso en los ataques de pánico, porque no queremos sufrir más, queremos sentirnos a salvo y seguros. En esos momentos no sabemos adónde mirar. No vemos que el instinto de ser felices y estar libres de sufrimiento siempre ha estado ahí.
Haz una pausa por un momento para ver si puedes sentir estas cualidades:
¿Sientes el impulso de alejarte de las molestias o evitar cualquier cosa desagradable?
Solo date cuenta de eso.
Ese sentimiento es compasión.
¿Puedes sentir el deseo de experimentar felicidad, satisfacción o simplemente de sentirte completo?
Descansa un momento y mira lo que sientes.
Ese movimiento sutil hacia la felicidad es el amor.
Cuando hayas terminado de leer esto y continúes con tu día, observa también estas cualidades en otras personas. Son como los rayos del sol. Mientras la conciencia está presente, el amor y la compasión también están presentes.
Sabiduría innata
Otra cualidad esencial de la naturaleza de nuestro ser es la sabiduría. Cada uno de nosotros tiene una visión profunda. Puede que no siempre lo notemos, pero está ahí. Todos estamos buscando desesperadamente algo. No siempre sabemos qué es, pero sentimos que nos falta algo. Así que seguimos buscando y buscando.
La sabiduría es la compañera constante de esta búsqueda sin fin. En lo profundo de nuestro corazón, sabemos cuándo estamos buscando en el lugar correcto, y cuando nos estamos dejando llevar por un viejo hábito también sabemos que nos estamos desviando. No siempre escuchamos esa voz en nuestro interior, pero siempre está ahí. Somos como un pájaro, volando de árbol en árbol buscando su nido. Conocemos el hogar cuando lo encontramos, y mientras no estemos allí, seguiremos buscando.
Cuando comenzamos a cambiar de hacer a ser, comenzamos a sentir esa sensación de estar finalmente en casa. Podemos dejar la búsqueda y relajarnos. Nadie necesita decirnos esto cuando sucede. Ese conocimiento intuitivo es sabiduría. Cada pensamiento, cada emoción y cada impulso están enraizados en esa sabiduría. Solo necesitamos reconocerlo.
Nuestra naturaleza es el Despertar
Si la conciencia, la compasión y la sabiduría fueran cualidades que pudiéramos alcanzar o desarrollar, tendría mucho sentido hacer algo para cultivarlas. Pero no tenemos que cultivarlas porque son parte de nuestra naturaleza básica. Ya las tenemos.
Cualquier intento de cambiar, arreglar o mejorar lo que está sucediendo en el momento presente refuerza la vieja creencia de que nos estamos perdiendo algo. Por otro lado, si no hacemos nada, estamos justo donde comenzamos. Nada cambiará.
La clave de esta paradoja es el reconocimiento. La naturaleza del despertar no es algo que hacemos, pero es algo que debemos reconocer.
Una manera simple de explorar esto en tu práctica de meditación es hacer una pausa de vez en cuando para simplemente ser. Si tu meditación habitual es concentrarte en la respiración, deja la meditación de vez en cuando y simplemente sé. No controles tu atención de ninguna manera. La atención es como una brisa; la conciencia es como el cielo mismo. No necesitas calmar la mente. La conciencia ya está en calma.
Cualquier pensamiento y sentimiento que surja puede dejarse en paz. No hay una sola experiencia que pueda obstaculizar la conciencia. Simplemente déjalos a todos allí, y observa que la conciencia también está siempre ahí. Si eres consciente de tu conciencia, es suficiente.
Al principio, sentirás que es algo desconocido, incluso puede ser inquietante, y es casi seguro que sentirás los restos del impulso de hacer. Eso es normal. A medida que te familiarices más con esta cualidad de ser, comenzarás a ver que la compasión y la sabiduría están ya aquí. Te darás cuenta de que nunca serás más perfecto de lo que ya eres ahora, en este mismo momento, porque ya eres perfecto tal y como eres.


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