TRABAJAR CONSCIENTEMENTE CON LAS EMOCIONES


Multitud de estudios muestran los beneficios de usar la práctica de la atención, o mindfulness, para regular las emociones que nos desbordan.
Tratar conscientemente con nuestras emociones empieza reconociéndolas, etiquetándolas y reconociendo lo que nos aflige: miedo, pena, remordimiento, culpa, etc. Podemos etiquetar las emociones de la misma manera que etiquetamos los pensamientos. La mayoría de las veces, simplemente etiquetarlas y dejarlas tranquilas sin intentar alterarlas suele ser suficiente.
También podemos investigar en ese mismo momento la emoción en nuestro cuerpo. ¿Qué está pasando en este momento? Tengo un nudo en el estómago, hay tensión en la mandíbula, siento una opresión en el pecho. Permanecemos sentados meditando con estas sensaciones y las abrazamos como testigos compasivos, igual que haríamos con un niño que necesita consuelo.
Puede ser de ayuda no forzarnos a quedarnos solamente con la emoción, especialmente cuando es grande y dolorosa. Es útil tener una parte de nuestro cuerpo agradable o neutral adonde poder llevar nuestra atención, y después, cuando estemos listos, volver a la emoción o sensación inquietante en nuestro cuerpo. Si no encuentras una zona de tu cuerpo que te alivie, puedes imaginar un lugar o momento acogedor. Mover la atención de un sitio a otro nos da un poco de descanso, evita que nos podamos sentir sobrepasados, y nos ayuda a integrar la emoción que nos inquieta. También nos ayuda a incrementar nuestra capacidad de atención para acoger la emoción problemática.
Mientras le prestamos atención a nuestras emociones, las vemos disminuir y fluir, moverse y cambiar, intensificarse y disolverse. Hay sensaciones muy específicas que pueden acompañar a las emociones: palpitaciones, contracciones, vibraciones, tensión, etc. En ocasiones, simplemente ser conscientes de ellas les permite pasar por nosotros, como si fueran tormentas en el cielo. A veces no pasan, pero podemos acogerlas en nuestra conciencia sin que nos molesten. Otras veces nos sentimos abrumados, pero una vocecita dentro de nosotros nos dice que estamos bien, aunque nos encontremos llenos de fuertes e inquietantes sentimientos.
La clave para tratar conscientemente con las emociones es lo que se llama habitualmente “desidentificación”. Ese es el momento en que reconocemos que no somos nuestros pensamientos ni nuestras emociones. Vamos desde “Esta es mI emoción en la que estoy totalmente atrapado” hasta “Esta emoción se mueve dentro de mí”. Así, “mi emoción” se convierte en “la emoción”. Y de “ser el pensamiento o la emoción” pasamos a “estar con ese pensamiento o emoción”.
De esta manera nos desenredamos y separamos de las emociones y pensamientos dolorosos, pero seguimos teniéndolos. No estamos intentando usar mindfulness para convertirnos en zombis conscientes pero insensibles. Con la desidentificación estamos presentes y totalmente conscientes viviendo nuestra experiencia, pero tenemos cierto espacio, somos testigos de lo que nos sucede, y conseguimos cierta libertad. Cuando nos desidentificamos nos sentimos mucho más libres.


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