LA CONFIANZA DEL CORAZÓN


Cuando hemos superado los límites del miedo y la esperanza, podemos enfrentarnos a cualquier cosa que encontremos en el camino, porque tenemos una profunda confianza en nuestro corazón.

Cuando el guerrero va más allá de los límites, no lo hace imprudentemente, ni le impulsa la impaciencia, el aburrimiento, o la frustración. El guerrero supera los límites gracias a la gran confianza que hay en su corazón. Si hemos superado la esperanza y el temor, podremos seguir adelante a pesar de los obstáculos o imprevistos que encontremos en nuestro camino, porque tendremos una perspectiva clara de la situación. Aunque sigamos encontrándonos con problemas y adversidades, cuando dejamos atrás el “yo” somos capaces de ir más allá de los conceptos, somos capaces de llegar a lugares donde pocos se atreven a ir. Ser capaces de superar los límites de esta manera produce alegría y un estado de equilibrio mental que nos permite vivir nuestro día de una manera suave, como si cruzáramos el espacio volando, ya que no nos quedamos atrapados con las emociones negativas y mantenemos una mente abierta y ecuánime.

Ese estado de ecuanimidad surge al cultivar la sabiduría y la compasión, lo que produce una alegría natural en la mente que la mantiene abierta y sin prejuicios. Cuando somos capaces de ofrecer amor a todos los seres sin preferencias, demostramos tener la fuerza suficiente para superar los límites y mantener una mente abierta como el espacio. Tal vez tengamos esa experiencia por tan solo unos instantes, pero da igual. No tenemos que estar dándole vueltas a las cosas constantemente para sentirnos vivos. Si somos ecuánimes es que hemos dejado de hacerlo, hemos podido abrir y relajar la mente y está brillando la esencia más pura de nuestro ser.

El guerrero desmesurado sabe que dondequiera que esté, no importa lo que esté haciendo, puede sentir esa profunda apertura y darse cuenta de su estado natural, esa libertad interna que no tiene límites. La esencia del corazón del guerrero no es creada al conseguir nuestras expectativas ni desaparece porque sintamos miedo, no depende de ninguna circunstancia exterior y no aumenta o disminuye en diferentes momentos. Es gracias a ese corazón imparcial que el guerrero puede ser compasivo y sabio, y completamente libre.

Aunque podemos ser compasivos sin ser ecuánimes, sólo sentiremos compasión hacia nuestros seres queridos, será una compasión limitada que despertará en nosotros la agresión al no querer que nada les haga daño. Si no tenemos una mente abierta y ecuánime seguiremos condicionados por la esperanza y el miedo. La ecuanimidad nos libera del apego y podemos aceptar nuestro mundo tal y como es, un mundo vivo que cambia sin cesar y cuya esencia es la misma que la de nuestro corazón.

Las cosas existen de una manera relativa, aunque no tengan una existencia permanente. A un nivel absoluto todas las cosas son efímeras y transitorias como el sueño que tuvimos anoche, y van más allá de la esperanza y el temor. La verdadera libertad va más allá de los conceptos de existencia o inexistencia, y es la sabiduría la que nos permite ver las cosas tal y como son. Esa sabiduría es una forma de conocimiento supremo porque nos lleva a la experiencia directa de la realidad en cada momento sin pasar por el filtro del “yo”. Es precisamente la ecuanimidad del guerrero que va más allá de los límites lo que hace aflorar esa sabiduría más profunda. El guerrero desmesurado despliega sus alas y alza el vuelo porque no tiene miedo del espacio vacío del momento presente. Es entonces capaz de volar por encima del apego de sus prejuicios y de surcar la inmensidad del espacio de la mente imparcial.

Aunque al hablar del desapego solemos imaginar la vida del asceta que lo abandona todo y se aleja del mundo, también podemos vivir en este mundo superando el apego, porque el desapego es una forma de ver la realidad y no depende de dónde vivas o de lo que tengas. El desapego nace al darnos cuenta de que nosotros y nuestras experiencias no son tan reales como pensábamos, sino que están mucho más cerca de ese aspecto ilusorio de los sueños.

El guerrero suelta el apego al “yo” y manifiesta con su presencia la confianza que hay en su corazón. Se comporta con dignidad, vistiendo, comiendo, pensando y viviendo dignamente, apreciando y respetando el mundo en el que vive. Abre su mente y su corazón y deja brillar la confianza que hay en lo más profundo de su ser, eleva su energía interior, el caballo de viento, y deja que esa energía impregne toda su vida promoviendo la paz y la felicidad.

La presencia auténtica del guerrero es como un campo de energía expansiva que surge al unir el inmenso espacio vacío de la ecuanimidad con la calidez de la compasión. Al liberarse de los límites mentales, el guerrero está abierto y disponible a la magia de las cosas tal y como son. Al ver que los demás sufren al estar atrapados en su fijación mental, el guerrero libera de la parcialidad al amor para acercarse a todos los seres con un corazón abierto y compasivo, superando cualquier prejuicio o límite establecido, y sintiendo la felicidad en su corazón en cualquier momento o circunstancia. Ya no hay nada que impida al guerrero volar libre por la inmensidad del espacio, atrayendo todo lo que puede necesitar para seguir avanzando con la energía que irradia desde su corazón, atrayendo la magia de la prosperidad que es inagotable en este mundo vivo y rico.

La ecuanimidad surge de la confianza del corazón que está libre de apegos, pero eso requiere práctica en este mundo de ilusión en el que vivimos. La mejor forma para cultivar la ecuanimidad es volver a ser conscientes de la cualidad fluida del mundo y de nosotros mismos, de ese aspecto similar a los sueños de las apariencias. Todo está en continuo cambio, y cuando el guerrero percibe que su mente no es tan sólida como pensaba, se da cuenta que tampoco el mundo, ni él mismo, lo son. En esencia todo es vacío, un inmenso espacio, y compasión, y si somos capaces de verlo así no estaremos tan obsesionados con el aspecto dual de este mundo relativo. Así podremos alzar el vuelo, de superar los límites, de aceptar lo que sea que nos ocurra como una manifestación de la sabiduría inherente del mundo tal y como es, y podremos usar cada circunstancia como una forma de alimentar la sabiduría y la compasión de nuestro corazón.

Podemos superar los límites simplemente ofreciendo una sonrisa a la persona con la que nos cruzamos en la calle, dejando de planificarlo todo intentando tener el control en cada momento, o siendo conscientes que nuestra vida no es simplemente la suma de las cosas positivas o negativas que nos ocurren.

Gracias a ese aspecto desmesurado de nuestro corazón podemos ver las cosas con una perspectiva adecuada, incluso en los momentos más difíciles. Podemos ver la vida tal como es, contemplar cómo crece la compasión en nuestro corazón, y cómo brilla la confianza en nuestro interior, provocando un campo de energía expansiva que nos permita volar a través de las apariencias. El brillo de nuestro interior atrae hacia nosotros todo lo necesario para alimentar el caballo de viento, nuestra energía interior, para hacer crecer la confianza del corazón que nos ofrece paz y felicidad.


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