EL ORDEN NATURAL


La naturaleza tiene un orden, pero vivir en armonía con el orden natural no quiere decir que vivamos atrapados por reglas, mandamientos, o códigos impuestos. El orden natural nos enseña a vivir con dignidad y con un corazón abierto a los demás.

Podemos considerar los principios del cielo, la tierra, y la humanidad, como una forma de entender el orden natural, una forma de comprender el universo en el que vivimos. También podemos hablar del orden natural usando otros tres principios: superior, intermedio, e inferior. Aunque son similares a los principios de cielo, tierra, y humanidad, tienen una perspectiva que se diferencia ligeramente de ellos, porque están más basados en las leyes de la naturaleza. Aplicar en nuestra vida estos principios de superior, intermedio e inferior, es otra forma de invocar la magia ordinaria en nuestro entorno.

Lo superior se refiere a los puntos más altos de la tierra, a lo más alto, a lo primero que recibe la luz del sol por la mañana. Son los puntos de la tierra que llegan más alto, hacia el cielo, digamos que es lo más cercano al cielo que puede estar algo en la tierra.

A nivel mental, lo superior simboliza el despertar, una experiencia de gran frescura y apertura, un estado de ánimo completamente libre de contaminación. Lo superior es el primer reflejo en nuestro ser de la luz que irradia nuestro corazón, y también la sensación de brillar hacia el exterior, hacia nuestro mundo, una enorme bondad. En nuestro cuerpo, la cabeza es lo superior, sobre todo los ojos, que, a nivel físico, representan tanto lo superior como proyectar hacia el exterior.

Lo intermedio en la naturaleza son las laderas de las montañas, los bosques y las selvas. Las cimas de las montañas son lo superior, pero la presencia majestuosa y firme de la montaña es lo intermedio. En nuestro cuerpo, los hombros y el pecho, el tronco, es lo intermedio.

Mentalmente, lo intermedio es la sensación de solidez, de aplomo, de mantenernos con una base firme de bondad, bien asentados sobre la tierra. Podemos decir que lo intermedio está relacionado con el valor y el coraje. Es también un aspecto sincero y despierto de la amistad, estar dispuesto a servir y ayudar a los demás con valentía.

Lo inferior, está relacionado con el agua, la humedad, los ríos, lagos y océanos.  Pero también tiene un aspecto de riqueza, de fertilidad, relacionada con la humedad. Mentalmente, es como nadar en un estanque dorado, fresco y reparador. Lo inferior tiene que ver con el frescor, pero no el frescor gélido de las montañas, sino un frescor suave, como rayos de sol penetrando las aguas tranquilas para iluminar la riqueza que esconde en su interior. La parte inferior del cuerpo, todo lo que hay por debajo de la cintura, piernas y pies, es lo inferior.

Estos principios de superior, intermedio e inferior, también se pueden relacionar con las estaciones. La superior es el invierno. En esa estación, hace frío y nos sentimos como si estuviéramos en lo alto de una montaña, donde el gélido viento nos despierta. La primavera sería la transición entre lo superior y lo intermedio, cuando el cielo empieza a conectar con la tierra. Después, en el verano, todo está en su momento expansivo y desarrollado, es lo intermedio. Tras el verano, llega el otoño, que está relacionado con el principio inferior, es la plenitud final, la cosecha, la riqueza. A través de las estaciones, encontramos un ritmo que surge de la evolución de las relaciones entre esos principios, y que se puede aplicar a otras situaciones. Es lo que sucede cuando se derrite la nieve en lo alto de la montaña. El calor del sol derrite la nieve en lo más alto de la montaña, esa es la etapa de lo superior. El agua fluye bajando por la ladera de la montaña en forma de torrentes y ríos, que son lo intermedio. Al final de su viaje, el agua de los ríos acaba en el océano, es el momento final, es lo inferior.

También podemos ver estos principios de lo superior, intermedio e inferior, en las relaciones humanas y en el comportamiento de las personas. Si observamos con atención, podemos encontrarlos en cualquier situación de la vida. Todos los objetos tienen una relación con alguno de estos principios. Si, por ejemplo, pensamos en la ropa, una gorra sería lo superior, pantalones y camisas serían lo intermedio, y los zapatos y calcetines serían lo inferior.

Cada cosa, de forma natural, tiene su sitio en la vida, y cuando no respetamos estos principios algo anda mal en nosotros y afecta a nuestro entorno y a nuestro interior. No podemos transgredir este orden sin consecuencias, sin sentirnos incómodos o sin romper el equilibrio de la naturaleza. Estos principios son muy sencillos y directos.

Si seguimos estos principios fundamentales, nuestra vida estará en armonía con el orden natural del mundo en que vivimos. Aunque siempre hay gente que intenta transgredir este orden y las normas básicas de comportamiento, cuando esto sucede podemos sentir que no está del todo bien, aunque realmente no acabemos de saber por qué. De forma natural, instintiva, solemos organizar las cosas en la casa o el armario siguiendo cierto orden, y con cierto sentido. Eso genera un ritmo y un orden en nuestra propia experiencia. No ponemos las cosas en cualquier lugar, sino siguiendo unas pautas de uso y accesibilidad, que tienen relación con esos principios naturales.

Alterar ese orden natural trae nefastas consecuencias. Si pudiéramos alterar el orden de las estaciones, estaríamos alterando los principios del universo, y no podrían crecer las plantas ni reproducirse los animales, además de sufrir sequías e inundaciones extremas. Y cuando se altera este orden en la sociedad, también genera consecuencias como el caos y el desmoronamiento de la misma.

Pero mantener en nuestra vida los principios de lo superior, intermedio e inferior, es algo más que simplemente tener buenos modales. Es la actitud el verdadero problema, la actitud de desprecio y falta de respeto por la vida, ignorando sus principios básicos y creando desorden y confusión. Si nos comportamos así, no seremos personas dignas de confianza. Aunque muchos piensan que para alcanzar el éxito en la vida todo vale, sin importarles mentir, engañar o manipular a los demás para alcanzar su objetivo, esa manera de actuar sólo podrá reportarles alguna efímera y aparente victoria, ensuciando y contaminando su mundo.

Pero no debemos tampoco limitarnos a respetar estos principios de una manera exterior. Comenzamos por apreciar nuestro mundo, por abrir los ojos y el corazón para observar la vida y el universo con una mirada fresca. Desde esa actitud de apertura, sentimos estos principios en nuestro cuerpo y en nuestra vida. Percibimos la amplia visión de lo superior, la estabilidad y amabilidad de lo intermedio, y la riqueza del suelo que pisamos como lo inferior. A partir de esa comprensión y de experimentar esos principios, empezamos a entender cómo relacionarlos entre sí para dar dignidad a nuestra vida y ayudar a crear un mundo mejor.

En muchas culturas orientales la inclinación es una forma tradicional de saludo, y en ese acto de inclinarse podemos apreciar la unión de lo superior, lo intermedio, y lo inferior. La reverencia es para el guerrero una forma de mostrar su disposición a servir a los demás. Pero no es sólo el acto físico de inclinarse, sino la actitud general del guerrero ante la vida, una actitud de servicio y entrega.

Para inclinarse realmente como un guerrero, primero debemos adoptar una buena postura erguida, un buen porte de cabeza y hombros. Antes de inclinarse hay que estar realmente erguido. Eso nos conecta en primer lugar con lo superior y nos permite invocar el caballo de viento, esa energía interior. Después, nos inclinamos bajando la cabeza e inclinando la espalda. La cabeza conecta con los hombros, con lo intermedio, para reconocer su amplitud. Y, finalmente, acabamos la reverencia entregándonos totalmente a lo inferior. De esta manera, al inclinarnos estamos ofreciendo los tres niveles de nuestro ser.

Al inclinarnos ante alguien estamos ofreciéndole nuestro corazón y nuestra energía, si lo hacemos de corazón y correctamente, es como si pusiéramos a su disposición nuestro poder. Esa forma adecuada de inclinarnos incluye tres partes: mantener, sentir y ofrecer. En primer lugar, hay que mantener, para poder ofrecer algo debemos apreciar lo que tenemos que dar, y sentirlo antes de darlo. Simplemente inclinarse sin más sería una reverencia vacía y sin ninguna fuerza, y no transmitiría confianza a la persona que la recibiera. Cuando nos inclinamos ante una persona apreciada y digna de confianza, hay cierta magia que nos hace compartir algo profundo.

El guerrero no se inclina ante cosas triviales o falsas, lo que sería degradarse y perder su dignidad, porque la reverencia se fundamenta en el aprecio y reconocimiento del valor que tenemos ante nosotros. Apreciamos su aspecto superior, intermedio e inferior, entregándonos en la reverencia, y manteniéndola hasta que el otro no se incorpora.

Inclinarse ante alguien es un intercambio de energía y una señal de lealtad, entrega y dignidad. Es un ejemplo y manifestación de los tres principios. El guerrero desea servir al mundo y respeta esos tres principios que hay en él mismo para poder ayudar a su mundo a mantener el orden natural que le de paz y armonía a las vidas de los demás seres. Nos inclinamos ante nuestros maestros porque están ayudando a sus estudiantes a descubrir y unir en sí mismos esos tres principios. Y el guerrero debe reconocer y unificar en sí mismo los principios de lo superior, intermedio e inferior, para poder realmente ayudar a otros.

Pero vivir respetando este orden natural no significa simplemente respetar unas reglas rígidas, ni obedecer mandatos o códigos impuestos o vacíos. En el universo y en nuestro mundo hay un orden natural que nos enseña a vivir en armonía y expresando nuestra esencia de bondad, a la vez que nos respetamos y cuidamos a nosotros mismos. Aunque no es suficiente conocer y mantener esos principios de lo superior, intermedio e inferior. Es imprescindible que descubramos ese orden natural de una manera directa y personal a través de nuestra experiencia, porque la magia es algo que debemos sentir en nuestro interior. Si es así, no tendremos la tentación de engañar a nadie, ni siquiera a nosotros mismos. Sentiremos la inspiración necesaria para entregarnos completamente a nuestro mundo y servir a los demás, manteniendo el orden natural en nuestro mundo y nuestra vida.



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