DESTELLOS DEL DESPERTAR



Aunque el despertar puede parecer un objetivo inalcanzable, estamos viendo sus destellos continuamente.
El despertar es el principal objetivo del guerrero. Pero ¿qué significa eso? ¿Cuál es exactamente el objetivo? ¿Y dónde comienza todo?
Podríamos pensar en todas las cosas buenas que conocemos y aspirar a unirlas, todas las cualidades que no tenemos y que desearíamos tener. Si todo eso se hiciera realidad, si nuestro deseo se hiciera realidad, ¿sería eso el despertar? Si fuéramos perfectos en todos los sentidos, ¿estaríamos realmente despiertos? Si cierras los ojos y piensas en el despertar, ¿qué imágenes te vienen a la mente? ¿Qué aparece en tu mente cuando piensas en alcanzar ese estado?
Normalmente, la idea de iluminación o despertar va ligada a imágenes de sabios o sabias. Tenemos todo tipo de ideas preconcebidas sobre su apariencia o cómo se supone que deben hablar y actuar esos seres sabios. Tal vez tienen que ser un tipo muy especial de persona. Tal vez deben usar túnicas o parecer muy puros. Quizás deben tener un halo e irradiar luz. Quizás son extraordinariamente virtuosos y amables, y con una sonrisa bondadosa.
El despertar no es fácil de determinar. Sin embargo, aunque nuestras ideas de lo que es el despertar pueden ser algo vagas, y que no sepamos exactamente cómo describirlo, sentimos que lo reconoceremos cuando lo veamos. Tal vez no sabemos exactamente lo que estamos buscando, solo sabemos que estamos buscando “algo”.
Aunque podríamos pretender haberlo superado todo, estar más allá del deseo y la ambición, no podemos olvidar que el guerrero se dirige en su camino hacia el despertar. Paradójicamente, aunque vayamos en busca del despertar, siguiendo un camino diseñado para llevarnos a ese punto, se dice que el despertar es inherente, es nuestra propia naturaleza. Muchas tradiciones tienen una versión de la parábola en la que una persona pobre pasa años y años buscando tesoros lejos de su hogar, y finalmente descubre que ha tenido siempre el tesoro enterrado debajo de su propia casa. Podemos seguir buscando y buscando “algo” y no ver nunca nada, pero cuando finalmente lo vemos, es completamente obvio. No podemos creer que no lo hayamos visto antes.
Aunque el despertar puede parecer un objetivo totalmente inalcanzable, sí que sabemos lo qué es y tenemos continuamente vislumbres del despertar. El único problema es que esos destellos del despertar son breves, impredecibles y no podemos verlos mucho tiempo. En la vida ordinaria, hay momentos en que haces un descubrimiento y finalmente entiendes algo, ya lo tienes, y cuando eso sucede, no puedes dejar de entenderlo. De hecho, a veces descubres algo que hubieras preferido no saber, sin embargo, una vez que lo sabes, lo sabes.
No puedes crear el despertar. No importa cuántos mantras recitemos, no importa a cuántos maestros sigamos o los retiros de meditación que hagamos, no podemos obligarlo a que ocurra. El despertar no es un pensamiento ni un logro. Es inherente a ti mismo.
Sin embargo, continuamente hay destellos del despertar, que se cuelan por los espacios intermedios o grietas. Normalmente, hay nuevas ideas que parecen asomarse entre las grietas de nuestros patrones mentales y emocionales habituales. Pero luego nos damos cuenta de esas ideas, y con ese darse cuenta vienen los comentarios, y con los comentarios viene el deseo de aferrarse a ellos como puntos destacados o credenciales para nuestro ego.
Lo que fue un fresco conocimiento intuitivo ya no es fresco, ni tampoco intuitivo. Ya no es una brecha en la solidez del ego, sino una forma más de hacerlo sólido. Lo que en un momento es un gran avance, una brecha por la que seguir avanzando, es rápidamente incorporado al ego, de modo que al momento siguiente se ha convertido en otro obstáculo que superar.
Se podría decir que el camino del guerrero es un proceso continuo de “enternecimiento”. En cuanto solidificamos nuestra experiencia, hemos perdido su frescura, su calidad despierta inherente. De hecho, podemos percibir ese límite delgado como el filo de una navaja entre el estado despierto y dormido. En el instante en que tomamos una decisión sutil a la que aferrarse, podemos sentir la opresión. Sabemos el momento en que lo hemos perdido, y cada vez que sucede, nos ablandamos. Nos damos cuenta de lo difícil que es cambiar ese patrón básico de alejarnos de nuestra propia percepción intuitiva. Al mismo tiempo, nos damos cuenta de lo delgada que es la membrana que nos separa de la realidad del despertar.
Para el guerrero, el despertar es el estado primordial, la confusión es algo que se añade posteriormente. Aunque nuestra experiencia a menudo parece ser todo lo contrario: la confusión es muy evidente y el despertar parece algo que llegará después. La confusión no solo es más obvia, sino que es el terreno conocido y familiar, donde reside nuestra lealtad. Pedirnos que cambiemos nuestra lealtad nos da miedo. Considerando el despertar frente a nosotros como el objetivo central, estamos siendo provocados constantemente con esa posibilidad. Pero entonces, ¿Por qué vacilamos? ¿Qué nos está frenando? ¿Por qué no despertamos?
Aunque seguimos adelante, ocupados intentando deshacernos meticulosamente de nuestros obstáculos personales, es importante no perder de vista la posibilidad, muy real, de que en cualquier momento podemos tener la experiencia de ver nuestro mundo de una manera completamente diferente, en cualquier momento, tenemos la posibilidad de despertar.
 


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