CÓMO BAJARSE DEL TREN DE LOS PENSAMIENTOS


Todos sufrimos por un complicado conjunto de pensamientos y emociones que aparecen de vez en cuando: autocrítica, culpa, vergüenza… Pero tenemos herramientas a nuestra disposición para trabajar con estas emociones y pensamientos.
La base es la sencilla práctica de la atención, o mindfulness, de volver a traer nuestra mente errante al momento presente. Cuando nos hundimos en la vergüenza, el odio, y la culpa, podemos practicar el volver al momento presente y así encontrar alivio. Ayuda el tener una práctica de meditación diaria de forma regular, para así tener ya cierta comprensión y experiencia con esta práctica de mindfulness. Entonces tendremos las herramientas para poder usarlas en el preciso momento en que las cosas se ponen feas.
Nuestras críticas voces internas se disfrazan de muchas maneras, y la práctica de mindfulness es excelente para desenmascararlas. Al practicar aprendemos a ver estos pensamientos simplemente como pensamientos, no como la realidad en sí misma. Una buena frase para recordar es: No te creas todo lo que piensas.
Los pensamientos, aunque pueden ser potencialmente sorprendentes, profundos, y brillantes, también son el origen de enorme sufrimiento. Todos tenemos nuestra lista particular de pensamientos que nos hacen especialmente sufrir: preocupación, juicio, comparación, y para la mayoría culpa, vergüenza y autocrítica. Pero podemos aprender a considerar estos pensamientos con una perspectiva más atenta.
Hay dos analogías especialmente útiles a tener en cuenta:
Los pensamientos son como bolas de nieve. Empezamos con un puñado de nieve y, si no prestamos atención, puede crecer hasta convertirse en una gigantesca bola de nieve que nos puede arrollar. Es importante pillar los pensamientos cuando aún son pequeños para no dejarlos crecer demasiado.
Los pensamientos son como trenes. Subimos a un tren y sale de la estación. Cuando nos damos cuenta estamos a 20 kilómetros de distancia, o veinte minutos dándole vueltas a pensamientos molestos, inquietantes, proféticos, o catastróficos.
Con mindfulness tenemos varias opciones. Cuando nos damos cuenta que estamos en el tren, podemos bajarnos, sin importar cuánto tiempo hemos estado dándole vueltas a las cosas. O podemos, en primer lugar, no subirnos al tren. Cuando aparece un pensamiento, lo vemos como un pensamiento, y nos quedamos en la plataforma mientras pasa el tren.
Pero ¿cómo hacemos eso? A veces, simplemente el darnos cuenta de los pensamientos en el momento es suficiente para ayudarnos a dejarlos pasar. Muchas veces nos sermoneamos a nosotros mismos sin darnos cuenta siquiera que lo estamos haciendo, por eso la clave es reconocerlo, darnos cuenta de lo que pasa.
Imagina que, como en los comics, tus pensamientos críticos aparecieran como en globos sobre tu cabeza. Puedes utilizar la aguja de mindfulness para pincharlos y disolverlos, liberándote de ellos. ¡Qué fácil! ¿verdad?
Cuando estás meditando y atrapas un pensamiento con tu conciencia, es posible que el pensamiento se disuelva en ese mismo momento, lo has “pinchado” o “te has bajado del tren”. Es estupendo cuando sucede así, pero eso es en el mejor de los casos. Así que es recomendable “notar” los pensamientos: poner suavemente sobre ellos una etiqueta mental como “autocrítica”, “juicio”, “preocupación”, “culpa”, etc. Muchas veces, al nombrar el pensamiento es como si “pincháramos” ese globo. Podíamos llamar a esta táctica “nombrarlo para domarlo”.
Pero imaginemos ahora que no conseguimos mucho simplemente etiquetando el pensamiento, que seguimos dándole vueltas, seguimos rumiando el mismo pensamiento. Entonces es el momento de llevar nuestra atención al cuerpo para darnos cuenta si hay alguna emoción alimentando ese patrón repetitivo de pensamiento. Ya hablaremos de cómo trabajar con nuestras emociones, de momento, es suficiente con aprender a bajarnos del tren de los pensamientos, o, mucho mejor, a no subirnos al tren.
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