Todos sufrimos por un complicado conjunto de
pensamientos y emociones que aparecen de vez en cuando: autocrítica, culpa,
vergüenza… Pero tenemos herramientas a nuestra disposición para trabajar con
estas emociones y pensamientos.
La base es la sencilla
práctica de la atención, o mindfulness, de volver a traer nuestra mente errante
al momento presente. Cuando nos hundimos en la vergüenza, el odio, y la culpa,
podemos practicar el volver al momento presente y así encontrar alivio. Ayuda
el tener una práctica de meditación diaria de forma regular, para así tener ya
cierta comprensión y experiencia con esta práctica de mindfulness. Entonces
tendremos las herramientas para poder usarlas en el preciso momento en que las
cosas se ponen feas.

Los pensamientos,
aunque pueden ser potencialmente sorprendentes, profundos, y brillantes,
también son el origen de enorme sufrimiento. Todos tenemos nuestra lista
particular de pensamientos que nos hacen especialmente sufrir: preocupación,
juicio, comparación, y para la mayoría culpa, vergüenza y autocrítica. Pero
podemos aprender a considerar estos pensamientos con una perspectiva más
atenta.
Hay dos analogías
especialmente útiles a tener en cuenta:
Los pensamientos son
como bolas de nieve. Empezamos con un puñado de nieve y, si no prestamos atención, puede
crecer hasta convertirse en una gigantesca bola de nieve que nos puede arrollar.
Es importante pillar los pensamientos cuando aún son pequeños para no dejarlos
crecer demasiado.


Pero ¿cómo hacemos
eso? A veces, simplemente el darnos cuenta de los pensamientos en el momento es
suficiente para ayudarnos a dejarlos pasar. Muchas veces nos sermoneamos a
nosotros mismos sin darnos cuenta siquiera que lo estamos haciendo, por eso la
clave es reconocerlo, darnos cuenta de lo que pasa.

Cuando estás meditando
y atrapas un pensamiento con tu conciencia, es posible que el pensamiento se
disuelva en ese mismo momento, lo has “pinchado” o “te has bajado del tren”. Es
estupendo cuando sucede así, pero eso es en el mejor de los casos. Así que es
recomendable “notar” los pensamientos: poner suavemente sobre ellos una etiqueta
mental como “autocrítica”, “juicio”, “preocupación”, “culpa”, etc. Muchas
veces, al nombrar el pensamiento es como si “pincháramos” ese globo. Podíamos
llamar a esta táctica “nombrarlo para domarlo”.
Pero imaginemos ahora
que no conseguimos mucho simplemente etiquetando el pensamiento, que seguimos
dándole vueltas, seguimos rumiando el mismo pensamiento. Entonces es el momento
de llevar nuestra atención al cuerpo para darnos cuenta si hay alguna emoción
alimentando ese patrón repetitivo de pensamiento. Ya hablaremos de cómo
trabajar con nuestras emociones, de momento, es suficiente con aprender a
bajarnos del tren de los pensamientos, o, mucho mejor, a no subirnos al tren.
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