En lugar de preocuparnos, cuando nos damos cuenta que estamos atrapados en
nuestras conductas habituales podemos cultivar la conciencia de todo lo que
está sucediendo en ese momento.
A veces podemos pensar que el ser humano
es un problema que debemos resolver con la práctica espiritual, pero las
prácticas meditativas y espirituales tienen en realidad un enfoque diferente:
desarrollar nuestras facultades humanas para ver más claramente la verdadera
naturaleza de las cosas, para que podamos participar y responder a las cosas de
una manera más generosa y útil. Porque nuestros pequeños despertares individuales son los que crean el
despertar del mundo. Esto significa abrirse a la vida, y para hacerlo
tenemos que reconocer qué es lo que se interpone en nuestro camino. Es muy
probable que estos obstáculos incluyan ciertos hábitos de pensamiento y
sentimientos con los que reaccionamos ante lo que nos encontramos.
La meditación es uno
de los métodos que nos puede ayudar a tener una experiencia directa de las
percepciones más profundas de nuestro ser, a ver cómo interpretamos todas las
cosas y cómo todo, incluidas nuestras reacciones habituales, surgen por un
tiempo y luego desaparecen nuevamente. Todo es provisional y transitorio,
y todo se influye mutuamente. Nuestras vidas internas no están separadas del
mundo exterior y cambian constantemente con él. No somos conciencias
encapsuladas rebotando en un mundo lleno de otras conciencias y materia inerte,
sino parte de un mundo vibrante y en constante cambio que abarca todo lo que
podemos experimentar, y aún más. Todo está moviéndose en este mundo, a
veces por un nanosegundo y otras durante toda una era geológica, pero
sigue apareciendo y desapareciendo en una red infinitamente compleja de otras
cosas que hacen lo mismo. En la medida en que experimentamos en nuestra
vida diaria la fluidez de nuestros estados internos y circunstancias externas,
estamos siendo más realistas, estamos más sintonizados con la forma en que son las
cosas en realidad.
Desde esta perspectiva, ¿qué podemos hacer con los hábitos del corazón y la
mente que nos impiden tener una comprensión más realista de la vida y un
compromiso más íntimo con ella? Quizás sea menos importante abordar los
pensamientos y sentimientos directamente, hacer algo al respecto, que verlos en
su verdadera dimensión. Una reacción, después de todo, es solo una de las
muchas que aparecen en este mundo vibrante en ese momento en particular, ni más
ni menos importante que cualquier otra cosa.
En pocas palabras, cómo reaccionamos no es el elemento más importante de
ninguna situación. Cuando nos concentramos en nuestras reacciones, nos estamos
alejando de la experiencia primordial de lo que realmente está sucediendo, nos
recluimos en una pequeña habitación donde lo que pensamos y sentimos sobre la
experiencia se convierte en lo más importante, dejando a un lado la experiencia
en sí con la que nos estamos relacionando. Si estoy en medio de una
conversación y me enfado, puedo encontrar mis emociones tan convincentes que de
repente ya no estoy en una conversación con la otra persona, sino con mi
ira. ¿Qué pasa entonces? Especialmente si estoy involucrado en alguna
práctica espiritual, es probable que tenga reacciones a mis reacciones: “¡Después de toda esta meditación, no
debería enfadarme así!” O bien, “¡tengo
motivos para enfadarme!”

Si mantenemos una mente abierta y sin prejuicios, la respuesta emerge de la
totalidad de uno mismo, basada en toda la situación, con cada elemento
asumiendo su verdadero tamaño y forma. Al responder no estamos haciendo
algo sobre esa situación, sino participando en ella.
Es interesante que nuestra evaluación de una reacción habitual como
negativa no surja hasta una tercera fase de experiencia, como a dos círculos de
distancia de lo que realmente está sucediendo: es nuestra reacción a nuestra
reacción a lo que está sucediendo. Los antiguos llamaban a eso poner una
cabeza sobre tu cabeza. No solo nos estamos distanciando de la situación
original, sino incluso de nuestra reacción a la situación. Ese tipo de
distanciamiento puede ser una defensa contra una reacción que causa inquietud de
una manera desproporcionada, y ahí es cuando la investigación puede ser útil.
La pregunta básica que
debemos hacernos es ¿Qué es esto? Ese es el camino de regreso a lo que
enfoque egocéntrico del tercer nivel de experiencia y volvemos al segundo,
encontrando nuestra reacción directamente, sin prejuicios e incluso con
interés. Hemos recogido una cosa de nuestro mundo y estamos observándola
más de cerca por un tiempo. Nos preguntamos: ¿Qué es esto? ¿evoca
pensamientos, sentimientos, sensaciones, imágenes, recuerdos? Lo inesperado
y lo sorprendente es particularmente valioso, porque provienen de un lugar
distinto de lo que generalmente podemos imaginar. Los hábitos pueden estar
profundamente arraigados, pero con el tiempo es posible que incluso una
reacción bastante problemática pueda asumir su tamaño y forma adecuados como
una cosa más entre muchas otras, apareciendo y desapareciendo con todo lo
demás, dejando de ser algo especialmente inhibidor o especialmente fascinante,
para ser simplemente lo que es.
Comentarios
Publicar un comentario
Gracias por tu colaboración.