El koan es una puerta al mundo de lo desconocido
Desde que surgió el lenguaje, los seres
humanos han intentado aferrarse a las palabras que acompañan esos misteriosos
momentos de intuición, o visión interior. Las han grabado sobre huesos, escrito
en rollos de papiro, o pegado en la puerta de la nevera con un imán.
Hace poco más de un milenio, en China se
le empezaron a llamar a esas palabras “Koan”.
Eran dichos, registros de conversaciones, historias, y partes de poesías.
Parece ser que los koanes surgieron de una tradición muy antigua de poesía oral
improvisada, de un arte que materializaba un momento en particular de visión
interior.
En poco tiempo hubo grandes colecciones
de koanes, y algunas personas descubrieron que meditar sobre ellos era una
práctica transformadora. Los koanes se convirtieron en una forma de comunicar
comprensiones de la naturaleza de la realidad.

Dicen que “hay otro mundo, pero está
dentro de este mismo”. Los koanes le pueden dar a nuestra práctica una energía
nueva. Podemos encontrar algo dentro de nosotros que empieza a comprender lo
que quieren decir. Y, a partir de esa experiencia, es posible que llevemos
siempre un koan con nosotros.
Un koan está hecho de palabras e
imágenes evocadoras. No es un consejo espiritual, ni siquiera una buena idea,
es una respuesta a un momento específico, y ese momento es el que está
sucediendo ahora mismo. Cada koan es diferente y nos lleva a su propio viaje.
Podemos tomar como ejemplo el siguiente
koan:
“Paso a paso en la oscuridad, si mi pie
no está mojado, he encontrado la roca”
Podemos entrar en el koan a través de la roca, de la oscuridad, o del agua.
Y cuando lo hacemos, es posible ver cómo este momento es similar a tantos otros:
“De nuevo estoy en la oscuridad, buscando
una roca. Estoy caminando, dando un paso después de otro”. Puedo ver que
las situaciones difíciles son parte de la condición del ser humano. Nos
encontramos en la oscuridad porque está en nuestra propia naturaleza el
estarlo, al igual que también está en nuestra naturaleza encontrar nuestro
camino. Lo eterno y lo efímero están conectados.
Los koanes te muestran algo, pero nunca
lo que está mal de ti o del mundo. Tus críticas y juicios, tus planes de
evasión, venganza o redención, nada de eso tiene que ver con el koan. Te
muestra más bien la vasta red de todo, la infinita interconexión de joyas de la
que tú formas parte. El koan es una puerta al mundo de todo lo que aún no
conoces. En él encuentras una forma de entrar a ese mundo desconocido.
Da un paso

Puedes meditar sobre el koan o dar un
paseo con él en tu mente. Puedes repetir las palabras para ti mismo, o no.
Incluso una sola palabra es suficiente. Lo que recuerdes conscientemente quizá
no dependa de ti. Confiar en la manera en que trabajas de forma natural con el
koan es el principio para establecer una relación con él.
El koan “paso a paso en la oscuridad…”
señala la manera en que podemos encontrar un momento de tranquilidad, un lugar
seco donde poner el pie. A darnos cuenta de que, cuándo llega ese momento de
tranquilidad, quizá esa es la roca. Este koan también te ofrece lugares donde
pisar en forma de potentes palabras e imágenes. Camina realmente en la
oscuridad y date cuenta de cómo es para ti esa experiencia. Encuentra que tipo
de roca es tu roca, y cómo es para ti pisar en ella. Date cuenta de cuándo
estás en paz.
Estar en la oscuridad
Nos gusta saber cosas. Nos hace sentir más seguros, menos vulnerables a las
críticas propias y de los demás. Pero los koanes no funcionan así. El koan
recompensa la vulnerabilidad y el no saber. Suelta las formas en que
normalmente usas tu mente, los planes y juicios. Si quieres, puedes incluso
soltar el koan. Una vez que lo has oído, no puedes perderlo. Permanecerá
contigo, anclado bajo tu atención. No tienes que explicártelo o descifrarlo.
Permítete llegar hasta el límite de lo que sabes y mirar más allá. Esta
oscuridad curiosamente deliciosa se extiende en todas direcciones. La
transformación surge de este lugar.
Mójate

Recuerda de nuevo el koan y observa lo
que ocurre. Mira de verdad. Lo que viste antes no será lo que ves ahora. Es
posible que veas la luz que antes no habías visto en los rostros de la gente.
Algo que era irritante puede volverse ahora algo divertido.
Encuentra una roca
Cuando decae tu práctica, cuando aparece de nuevo el sufrimiento, siempre
puedes empezar de nuevo. Encuentra tu koan, agítalo un poco, y pregunta:
“¿Ahora qué?
Puedes practicar con un koan en
cualquier momento, en cualquier situación. Puedes llevarlo a tu meditación
sentada, donde silenciosamente trastocará las estratagemas habituales de tu
mente. También puedes llevarlo adonde piensas que no puede ir. Estará allí
donde sea que necesites una intuición o una mano a la que agarrarte en la
oscuridad. No habrá una respuesta, no directamente, pero verás el mundo de una
manera diferente. Tal vez traiga lágrimas a tus ojos, o te haga reír a
carcajadas, pero siempre te dará la oportunidad de sorprenderte.
·
Cuando un árbol cae en un bosque, ¿hace ruido si no hay nadie para
escucharlo?
·
Siempre hay una verdadera persona sin
rango yendo y viniendo por los portales de tu rostro.
· Cuando un hombre ordinario obtiene
conocimiento es un sabio, cuando un sabio obtiene comprensión es un hombre
ordinario.
·
No hay nada que me disguste.
·
La mente-corazón cambia de dirección
según las diez mil cosas. El eje sobre el que gira es muy profundo.
·
Apaga el fuego que cruza el río.
·
Sólo cuando se lo busca se lo pierde. No
se lo puede retener, ni puede uno librarse de él.
·
Sin juzgar bueno o malo, ¿cuál es tu
rostro original antes de que tus padres nacieran?
·
Corazón nublado, corazón claro, de pie o
cayendo, el cuerpo sigue siendo el mismo.
·
¿Quién soy yo?
· Hay un brillo solitario sin forma fija.
Sabe cómo escuchar, comprender, y expresar las enseñanzas. Este brillo
solitario eres tú.
·
Pregunta: ¿Por qué el primer ancestro
vino de Occidente? Respuesta: El roble en el jardín.
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