La persona que desea alcanzar el despertar para poder
liberar a los demás de su sufrimiento es un guerrero que demuestra su
consideración suprema por todos los seres.
La esencia de las
enseñanzas guerreras es el pensamiento supremo de amor y compasión por todos
los seres. Este pensamiento es el concepto más elevado que la mente puede
generar, es la intención de llevar a todos los seres al despertar.
Tal vez después de
muchas vidas, un ser puede generar la suprema intención de beneficiar a los
demás. Ese es el primer pensamiento que convierte a alguien en guerrero.
También es el último pensamiento, el resultado final de un largo viaje a través
de todos los pensamientos posibles. Llegado a ese punto, el guerrero no tiene
otro pensamiento, porque no hay un “yo” en los demás. Este pensamiento supremo
es puro, no hay lógicas retorcidas sobre por qué es bueno pensar en los demás,
es simplemente lo que siente realmente el guerrero en su corazón. Este
pensamiento es hermoso y equilibrado, y beneficia de forma natural al guerrero
y a todos los demás.
La diferencia entre
nuestros pensamientos diarios y el pensamiento del guerrero es que la mayoría
de nosotros nos despertamos pensando en nosotros mismos: “¿Qué puedo hacer para ser feliz?”. De la misma manera que el
pensamiento supremo de beneficiar a los demás, este otro pensamiento es el
primero, es el final, y tiene también su propio tipo de belleza y equilibrio
según nuestras propias necesidades. Pero, con este pensamiento ordinario, ya sea
que nos involucremos en actividades ordinarias o espirituales, todo ello estará
basado en el principio del “yo”.

La transición entre
los pensamientos ordinarios y el pensamiento supremo de amor y compasión se da
cuando los pensamientos de beneficiar a los demás empiezan a surgir de forma
natural y espontánea. Ese es el paso crucial en el camino del guerrero, porque
en él está la semilla del completo despertar. Es la cúspide del concepto y el
punto más bajo de la sabiduría. Es semejante al amanecer, que es a la vez el
momento más brillante de la noche y el momento menos brillante del día. En esa
luz, la sabiduría siempre está ahí, y la oscuridad es solamente un estado
temporal.
El pensamiento supremo
de amor y compasión es como la joya de la corona de todos los conceptos
mentales, y representa el poder y la autoridad. Fortuitos pensamientos sobre
los demás entre todos aquellos de preocupación por uno mismo son como la
montura de la corona. Se dice que este pensamiento supremo concede todos los
deseos porque cuando este pensamiento sobre los demás es el primer pensamiento
en nuestra vida, el resultado natural es la satisfacción de los deseos de los
demás y de los nuestros propios.
Tener la intención de
alcanzar el despertar para poder beneficiar a los demás es un signo de madurez.
Significa que, después de haber pasado eones en niveles burdos y oscuros de
conciencia considerando sólo nuestro propio beneficio, el guerrero ha tenido
una experiencia crucial de comprensión, ha visto que el “yo” es una
fabricación, un simple pensamiento al que la mente ha dado vida, como si fuera
un dibujo animado. Teniendo esto en consideración, el guerrero llega a la
conclusión de que pensar solamente en el yo causa aún más sufrimiento. Es
posiblemente el pensamiento más confuso, ignorante y falso que podemos
concebir, y en el que mucha gente basa toda su vida.

Ya que es antinatural
forzar a los dispares elementos de la mente y el cuerpo a consolidarse en un
único “yo”, intentar mantener unido ese concepto siempre causa tensión, y el
resultado natural de la tensión es más tensión. Cuando otros amenazan esa
tensión llamada “yo”, el concepto se enfada. Cuando otros satisfacen y halagan
ese concepto, quiere absorber el elogio, y se añade el deseo al cóctel. Cuando
la fabricación de otros es más refinada, ese “yo” no puede soportarlo, y se
vuelve envidioso.
De esta forma, el “yo”
experimenta un universo continuo de tira y afloja, y, para continuar con su argumento,
tiene que fabricar un universo donde pueda representar su fantasía, lo que da
como resultado el proceso del nacimiento, la vejez, y la muerte. Aún así, no
importa el universo que fabrique, el concepto del “yo” siempre sufrirá.
El guerrero despierta
precisamente por esa confusión y sufrimiento, al ver que el sufrimiento es
totalmente innecesario, el guerrero desea aliviarlo. De hecho, sería diferente
si hubiera un “yo” que estuviera causando todo ese sufrimiento. Sin embargo, el
único origen, si es que puede considerarse un origen, es la confusión de la
mente.
El pensamiento del
“yo” se considera que es la inteligencia que no puede ver las cosas
correctamente. Estamos en la oscuridad, intentando sentir hacia dónde ir.
Podemos confundir las cosas que encontremos porque no podemos verlas. Es por
eso que el pensamiento supremo de amor y compasión por los demás se considera
el amanecer de la sabiduría. Cuando empieza, sigue avanzando, no es un estado
temporal. Cuando surge la mente suprema hay alegría, la mente del guerrero es
menos burda porque está más alineada con la verdad.
Los guerreros son capaces de ver realmente lo que
hacen, por eso disfrutan de su trabajo de beneficiar a los demás. Ese trabajo es una delicia, no porque
estén intentando suprimir la noción del “yo”, sino porque están trabajando en
pleno día. Ven muy claramente quién son, o más correctamente, quién no son. Por
eso, el guerrero se libera del pensamiento del “yo”, y disfruta trabajando por
el bien de los demás. Así nos convertimos en verdaderos guerreros.
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