EL MUNDO DEL GUERRERO


Cuando perdemos la conexión con el cielo y con la tierra, cuando nos separamos de la naturaleza, olvidamos cómo alimentar nuestro mundo y dirigimos nuestra vida por senderos de confusión.

La humanidad está destruyendo la naturaleza, de igual manera que se destruyen entre sí las personas. Si queremos una sociedad más humana y más sana, debemos cuidar y mantener nuestra conexión con el mundo en el que vivimos, con la naturaleza, con los principios y fuerzas naturales que mueven el universo.

La arrogancia y los hábitos de comportamiento nos impiden descubrir y experimentar la magia del mundo que nos rodea. Si queremos descubrir esta magia, debemos ir más allá de las propias neurosis y pensamientos egocéntricos, que son el obstáculo para que podamos percibir la amplitud y profundidad de la vida, que es mucho más vasta que nuestro pequeño mundo personal. Si nuestra visión del mundo está nublada por el egoísmo, que nace de la desconexión con nuestro mundo, no tendremos la inspiración y la visión que se requiere para poder ayudar a los demás, y a nuestro propio mundo.

Mucha gente piensa que lo más importante en nuestra sociedad es actuar a nivel político o social, porque es muy urgente solucionar los problemas a los que nos enfrentamos en la actualidad. Muchas personas sacrifican sus vidas, empleando todo su tiempo y energía en causas importantes. En muchas ocasiones, este deseo de mejorar la sociedad alcanza extremos que, de alguna manera, justifican las propias neurosis y la agresión, sintiendo que tenemos el derecho a mantener nuestras neurosis y a utilizar la agresión como un medio para conseguir el cambio que deseamos para nuestro mundo.

Pero las enseñanzas guerreras nos dicen que nuestra visión de un mundo mejor debe ir unida a nuestra propia experiencia individual de sensatez, a nuestra puesta en práctica de esos principios fundamentales que deseamos ver reflejados en la sociedad. Por ese motivo, debemos ir avanzando poco a poco. Si tenemos prisa por solucionar los problemas del mundo sin habernos liberado antes de nuestra propia confusión y agresión, lo único que conseguiremos será aumentar los problemas, en lugar de resolverlos. Es fundamental que, antes de intentar mejorar el mundo que nos rodea, avancemos personalmente por el camino del guerrero, resolviendo nuestros propios problemas interiores, disolviendo nuestra confusión y liberándonos de nuestra agresión.

No obstante, no debemos pensar que el guerrero simplemente busca hacer algo para sí mismo dejando de lado a los demás. El propósito del camino del guerrero es hacer aflorar nuestro potencial y cultivar nuestro ser para convertirnos en auténticos seres humanos, con un corazón abierto y la sabiduría necesaria para verdaderamente ser capaces de ayudar a nuestro mundo. El guerrero va descubriendo en su viaje su esencia de bondad y la manera de compartirla con su mundo.

En el mundo hay un orden y una armonía natural que tenemos que sentir con nuestro ser. Al entrenarse en sus disciplinas, el guerrero aprende a invocar la magia conectando de una manera muy profunda con su mundo, con la naturaleza y sus energías fundamentales, descubriendo así la forma de trabajar con los demás, con cariño y autenticidad.

Al invocar esa magia natural, experimentamos esa esencia de bondad que hay en todo lo que nos rodea, en la naturaleza, en los demás, y en nosotros mismos. Eso no quiere decir que no veamos la negatividad y oscuridad que reina en el mundo, muy al contrario, somos conscientes y lo vemos con gran claridad. Pero también somos capaces de ver el potencial que se oculta bajo cada experiencia y aspecto de la vida, sabiendo que en toda situación hay un potencial de sabiduría y claridad que puede convertirla en una experiencia sagrada y mágica. Es entonces cuando empezamos a ver que el mundo del guerrero es un mundo especial, un mundo lleno de riqueza, de experiencias, de sabiduría, de claridad. Pero ese mundo es el mismo en el que vivimos, ya es así por naturaleza, aunque no podamos verlo tiene ese potencial y siempre existe esa posibilidad de vivenciarlo de una manera sublime.

En el mundo del guerrero vemos la confusión, la injusticia, la agresión, y el resto de problemas que padece la sociedad, pero también sabemos que la vida puede vivirse con una visión más amplia y con un corazón más abierto, y que, de hecho, se puede influir en nuestro mundo manifestando esa visión y expandiéndola a nuestro alrededor al impregnar nuestra vida de los principios del guerrero.

El mundo del guerrero es vasto por su propia naturaleza, ya que su magia es innata y se perpetúa a través de los tiempos, desde siempre, hasta siempre. Cuando conectamos y vivimos en ese mundo del guerrero estamos reconociendo esa magia y sabiduría profunda y esencial que se manifiesta en cada aspecto de la vida. Es una sabiduría que nunca pueden ocultar los problemas, que es antigua y actual al mismo tiempo.

El mundo del guerrero está relacionado con el amanecer, porque tiene el potencial del nuevo día, las posibilidades de lo que podemos vivir en cada día que comienza. El amanecer es el despertar, es salir del sueño para ver con claridad la realidad, es la visión del guerrero que se hace más amplia a cada paso, a cada momento. El guerrero siempre mira hacia delante, hacia el amanecer, a cada momento que llega, a cada instante. Incluso en las situaciones más oscuras podemos levantar la mirada y conectar con el cielo, ver el espacio inmenso lleno de posibilidades que está por llegar, que amanece cada día.

La luz del amanecer alumbra el mundo del guerrero, mostrando la riqueza de nuestro mundo, revelando las posibilidades de bondad y virtud que hay en todo. Y esta luz está siempre luciendo, porque no tiene principio ni final, es parte de la naturaleza de la vida, y está siempre dispuesta a alumbrar nuestro camino si mantenemos esa amplia visión de corazón del mundo del guerrero.

Al vivir esa experiencia del mundo del guerrero empezamos a darnos cuenta que no estamos separados de la riqueza y la luz de este mundo. Formamos parte de la naturaleza del mundo, somos naturaleza, somos vida, y descubrimos así que hay un orden natural en todas las cosas, una jerarquía natural que puede mostrarnos cómo dirigir y organizar nuestras vidas. Aunque habitualmente se considera la jerarquía como algo opresivo o negativo, el guerrero descubre que esa jerarquía de la naturaleza es el reflejo de la luz y sabiduría del universo que se manifiesta en todo.

El guerrero ve un mundo lleno de posibilidades y de orden que no se basan en la lucha o la agresión. Descubre cómo estar en armonía con su mundo, sin ser pasivo ni sentirse reprimido por la jerarquía que se manifiesta como sentido común, como un sentido de las formas correctas, de saber cómo hay que comportarse en cada momento, en cada situación, para no desconectar de la realidad de este mundo. De forma natural, el guerrero sabe cómo estar en el mundo, con una dignidad y elegancia que se manifiestan espontáneamente, sin esfuerzo.

La dignidad del guerrero surge de forma natural al sincronizar cuerpo y mente, y de la calma que nace de sentirse en armonía con uno mismo y con el mundo. El guerrero no intenta adaptarse a las situaciones, porque las situaciones parecen adaptarse por sí mismas de forma natural. Cuando se consigue llegar a este nivel de sincronización, el guerrero puede liberarse finalmente de todos los hábitos que ha ido acumulando en su vida para mantenerse a salvo de su mundo, para impedir que la naturaleza de la vida tocara su corazón. Llegado a este punto, es capaz de apreciar todos los aspectos de la naturaleza, y comprende que ya no necesita esconderse detrás de sus artimañas egocéntricas. Se da cuenta que puede ser tal como es y vivir en el mundo sin intentar ser de otra manera. Liberarse de la carga de los hábitos y la preocupación egocéntrica le hace sentir cómodo y libre, se encuentra a gusto en el mundo, tal y como es.

Así, invocando la magia en nuestra vida podemos vivir en armonía con nuestro mundo tal y como es. En la actualidad, nuestra sociedad intenta conquistar la naturaleza y los elementos: calefacción contra el frío y aire acondicionado ante el calor. Sin embargo, el guerrero no intenta luchar contra los elementos de su vida, sino que los respeta y le sirven de guía en su camino. En las tradiciones orientales, el cielo, la tierra y la humanidad son los principios que ilustran cómo integrar la sociedad y la vida en la naturaleza, siguiendo su orden natural. Estos principios, que se basan en una antigua visión de la jerarquía que surge espontáneamente en la naturaleza, pueden ayudarnos a comprender cuál es el lugar que le corresponde al guerrero en este mundo.

El cielo está arriba, la tierra está abajo, y entre el cielo y la tierra está la humanidad. El cielo, tradicionalmente es el espacio sagrado, el reino de los dioses, el principio del cielo simboliza los ideales elevados y la experiencia de lo inmenso y sagrado. Esa amplitud de la visión del cielo es lo que inspira a las personas sus intenciones más sublimes y elevadas, así como también su creatividad, ya que el espacio acoge infinitas posibilidades.

La tierra es el símbolo de lo práctico y lo receptivo, es el suelo que nos da sustento y del que surge la vida. Aunque la tierra es sólida, y en ocasiones dura, al mismo tiempo se puede trabajar y cultivar. Es precisamente la buena relación entre el cielo y la tierra lo que permite que la tierra pueda ser fértil. Aunque podemos pensar que el espacio inmenso del cielo es algo árido y meramente conceptual, es del cielo de donde surge el amor y la ternura, de donde viene la lluvia que da vida a la tierra. Hay una sincronicidad, una relación mutua entre el cielo y la tierra, que ablanda la tierra y permite que crezcan las plantas y los seres vivos.

El tercer principio, el de la humanidad, tiene que ver con la sencillez, con el simple hecho de vivir en armonía con los otros dos principios del cielo y la tierra. El ser humano, al combinar la libertad que da el espacio del cielo con los aspectos prácticos de la tierra, puede vivir en armonía con su mundo en una sociedad verdaderamente humana. Cuando las personas viven en armonía con el cielo y la tierra, la naturaleza y su mundo estará también en armonía con ellos. Entonces el miedo no tiene cabida, y las personas participan activamente, pero en armonía, con su mundo, porque realmente aprecian todo lo que les ofrece.

Es cuando los seres humanos pierden su confianza en el cielo y la tierra, o rompen su relación de armonía con ellos, cuando se producen los desastres naturales y sociales. Si observamos la situación actual de nuestro mundo desde la perspectiva de estos tres principios, podremos encontrar que los conflictos sociales y los problemas medioambientales se relacionan entre sí. Cuando la humanidad se desconecta de la naturaleza, deja de relacionarse armónicamente con el cielo y la tierra, ya no sabe cómo alimentar y cuidar su mundo, ni cómo gobernarlo correctamente. A la vez que las personas destruyen el medioambiente, también se destruyen entre ellas. Así que, si queremos mejorar nuestra sociedad debemos restaurar nuestra conexión con el mundo que nos rodea.

El ser humano no puede ampliar su visión si no reconoce que vive entre un cielo inmenso y abierto y una tierra que le da sustento y acoge a la vida. Si sólo vemos el cielo como un techo de frío metal, y la tierra como un desierto sobre el que construir, nos estamos realmente escondiendo y cerrando para no tener que ayudar a otros. No es que el guerrero rechace el progreso o la tecnología y quiera volver a la vida de antaño, sino que se da cuenta que puede relajarse en este mundo y apreciar el cielo y la tierra, y apreciarse a sí mismo. El guerrero se permite amarse a sí mismo, mientras camina amablemente sobre la tierra y mantiene la cabeza alta para disfrutar del espacio y la luz que le ofrece el cielo.

El desafío del guerrero es vivir en el mundo tal y como es, y descubrir la esencia de cada momento a pesar de las paradojas que pueda encontrar en su camino. Al abrir sus ojos, su mente, y su corazón, puede ver que su mundo es mágico, intenso y luminoso. Pero no se puede descubrir esta magia si no vamos más allá de nuestra ansiedad por mantenernos vivos, si no tenemos el coraje de manifestar y proclamar la bondad y la dignidad de la esencia del corazón humano, sin dudarlo y sin volvernos arrogantes. Es entonces cuando la magia impregna nuestra vida.

Nuestro mundo rebosa sabiduría y poder, y esa sabiduría y ese poder son nuestros también, porque somos parte de este mundo. Al invocar la magia en nuestra vida podemos vivir la experiencia del mundo sagrado del guerrero, un mundo rico y brillante, y con un orden natural que les da armonía a todos los aspectos de la vida, incluso a los más desagradables, duros y penosos. Porque esos aspectos también forman parte del entramado de la vida, del entramado de nuestro propio ser. Queramos o no, somos parte del tejido de nuestro mundo, y al reconocer esta relación podemos empezar a trabajar en armonía con él, en lugar de luchar contra él. Podemos entonces apreciar y celebrar el aspecto sagrado del mundo.

El guerrero, al recorrer su camino, amplía su visión y es capaz de ayudar a los demás sin temor. Es así como puede realmente cambiar el mundo. No es que vaya a cambiar la forma de ser del mundo, pero sí que puede abrirse plenamente al mundo, tal y como es, para descubrir que siempre tiene a su alcance la amabilidad, la dignidad, y el coraje, y no solamente a su alcance, sino que también están siempre disponibles para todas las personas que vuelvan a conectar con el cielo y la tierra, para disfrutar de este mundo sagrado del guerrero.



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