UNA MEDITACIÓN PARA ABRIR LA MENTE


Cómo incluir en nuestra práctica la conciencia y el espacio.

Una de las formas más accesibles para abrirse a una conciencia espaciosa es a través del oído, escuchando los sonidos del universo a nuestro alrededor. Ya que el fluir de los sonidos viene y va de una forma tan natural, y está tan obviamente fuera de nuestro control, escuchar lleva la mente a un estado naturalmente equilibrado de apertura y atención. La conciencia del sonido en el espacio puede ser una forma excelente de empezar a practicar porque inicia el periodo de meditación sentada con el aroma de un delicado despertar y un espacioso soltar. También puede usarse después de un periodo de atención con un enfoque más preciso.

Cuando empieces, siéntate relajada y cómodamente. Deja que tu cuerpo descanse y que tu respiración sea natural. Cierra los ojos. Respira profundamente unas cuantas veces y deja que fluya el aire suavemente. Deja que tu mente se calme.

Ahora quita la conciencia de la respiración y empieza a escuchar los sonidos a tu alrededor. Date cuenta de los que son fuertes y suaves, lejanos y cercanos. Simplemente escucha. Date cuenta de cómo todos los sonidos surgen y desaparecen, sin dejar rastro. Escucha durante un tiempo de una manera relajada y abierta.

Según estás escuchando, siente o imagina que tu mente no está limitada a tu cabeza. Siente cómo tu mente se expande como el cielo, abierta, clara, y vasta como el espacio. No hay dentro y fuera. Deja que la conciencia de tu mente se extienda en todas direcciones como el cielo.

Ahora, los sonidos que oyes aparecerán y se irán en el espacio abierto de tu propia mente. Relájate en esta apertura y simplemente escucha. Deja que los sonidos que vienen y van, cercanos o lejanos, sean como nubes en el vasto cielo de tu propia conciencia. Los sonidos se mueven por el cielo, apareciendo y desapareciendo sin ninguna resistencia.

Mientras descansas en esta conciencia abierta, date cuenta de cómo los pensamientos y las imágenes también surgen y se desvanecen igual que los sonidos. Deja ir y venir los pensamientos e imágenes sin lucha ni resistencia. Pensamientos agradables y desagradables, imágenes, palabras y sentimientos se mueven sin restricción en el espacio de la mente. Problemas, posibilidades, alegrías y penas, vienen y van como nubes en el claro espacio de la mente.

Tras cierto tiempo, deja que esta conciencia espaciosa preste atención al cuerpo. Sé consciente de cómo las sensaciones de la respiración y el cuerpo flotan y cambian en el mismo cielo abierto de la conciencia. La respiración se respira a sí misma, se mueve como una brisa. El cuerpo no es sólido. Se siente como áreas de dureza y suavidad, presión y hormigueo, sensaciones cálidas y frescas, todo flotando en el espacio de la conciencia de la mente.

Deja que la respiración se mueva como una brisa. Descansa en esa apertura.  Deja que las sensaciones floten y cambien. Permite que todos los pensamientos e imágenes, sentimientos y sonidos, vengan y se vayan como nubes en el espacio abierto y claro de la conciencia.

Finalmente, presta atención a la propia conciencia. Date cuenta de cómo el espacio abierto de la conciencia es de forma natural claro, transparente, atemporal y sin conflicto, permitiendo todas las cosas, pero sin limitarse por ellas.

“Descansa en ese cielo abierto que es tu propia naturaleza. Vuelve a él siempre que lo necesites. Deja que la calma y el espacio llenen tu corazón y se manifiesten en tu vida”.


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