Aunque puede parecer
drástico, debemos abandonar la arrogancia y no dejarnos llevar por nuestras
tendencias si realmente queremos ayudar a otros.
La falta de amabilidad es el origen de la arrogancia, y
dejarnos llevar por nuestras tendencias es el origen de la falta de amabilidad.
Por eso, no podremos invocar la magia en
nuestra vida si no abandonamos nuestras tendencias habituales. Si nos
resistimos a dejar nuestras formas habituales de comportamiento, no estamos
viviendo en el mundo del guerrero. Los comportamientos habituales son como reflejos:
nos defendemos cuando nos sentimos atacados, nos asustamos ante algo repentino
e inesperado.

Nuestros patrones habituales de conducta son una
manifestación del instinto animal, es como si estuviéramos siempre mirando al
suelo, muy limitados, sin querer ver más allá de nuestra nariz, sin atrevernos
a levantar la mirada para disfrutar de un espacio inmenso sobre nosotros.
Nuestras tendencias nos mantienen encorvados, ocultando el corazón, porque
tenemos miedo a ocupar realmente nuestro lugar, bien erguidos y abiertos al
mundo que nos rodea. Tal vez hayamos aprendido algo sobre la magia ordinaria y
la esencia de nuestro corazón, pero si seguimos dejándonos llevar por nuestras
tendencias habituales continuaremos andando por la vida con un corazón cerrado
y una visión limitada.
Si llevamos una vida regida por nuestras tendencias, podemos
preguntarnos cómo es posible que un guerrero vaya siempre erguido y alerta por
la vida. Incluso nos puede parecer que es aburrido ser un guerrero y sentir
pena por él, pensando que requiere mucho esfuerzo mantenerse erguido y abierto
todo el tiempo, sin abandonarse tirado en el sofá de cualquier manera.

Las tendencias de comportamiento habituales son destructivas
y peligrosas porque nos impiden ver con claridad la realidad del mundo,
oscurecen nuestra visión del mundo y de nosotros mismos. Las tendencias nos
mantienen encorvados, mirando al suelo, buscando lo que nos puede dar un poco
de satisfacción momentánea, en lugar de vivir erguidos, abiertos al cielo y la
tierra, con una visión amplia y clara que nos inspire a seguir adelante en
nuestro camino para ayudar a los demás y hacer más humano este mundo.
Ese espíritu inocente y curioso que teníamos cuando éramos
pequeños se perdió al ocultarnos tras una coraza para no ser heridos en la
vida. Tras esos primeros años de incesante curiosidad por conocer la realidad, nos
empezamos a sentir heridos y maltratados por el mundo y fuimos creando nuestra
coraza de tendencias habituales donde poder escondernos y dormir sin ser molestados.
Aunque en ocasiones mantenernos erguidos, presentes y abiertos al
mundo puede causarnos algún dolor, debemos levantarnos y abrirnos. No es
necesario que estemos continuamente buscando algo para entretenernos, para no aburrirnos,
para no ver el brillo cegador de la realidad. A medida que vamos dando pasos
por el camino del guerrero nos preguntamos si no habrá otra forma menos
dolorosa de hacer este viaje. Pero el
viaje del guerrero es directo y crudo, es real e intenso, nos exige mucho, pero
no hay otra forma de recorrerlo de una manera auténtica.
Si superamos nuestras tendencias podremos ver y disfrutar de la
realidad del mundo a cada momento. Seremos capaces de apreciar el brillo, la
belleza y las maravillas del mundo en el que vivimos, sin sentirnos heridos ni
avergonzados. Cuando superamos nuestras
respuestas automáticas se manifiesta la magia en nuestra vida y el mundo es
realmente nuestro mundo en toda su extensión y profundidad.
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