EL PODER DEL ARREPENTIMIENTO


Las ceremonias guerreras de arrepentimiento nos guían hacia la sanación, la claridad, y la apertura de corazón.

En algunas ceremonias guerreras, se expresa el arrepentimiento en público, se renueva la intención de tomar como ejemplos a los maestros despiertos, de seguir las enseñanzas guerreras, apoyándose y ayudando a los guerreros compañeros de viaje, y se recitan los diferentes preceptos o principios guerreros que deben guiar nuestra vida. Todo eso son recordatorios de que el comportamiento del cuerpo, el habla, y la mente, puede ser beneficioso, o no.

En la antigüedad, estas ceremonias reunían a los guerreros errantes los días de luna llena y luna nueva para renovar públicamente su intención de seguir el camno del guerrero, confesar sus fallos, y cuestionarse mutuamente diferentes aspectos de su práctica. Después, se volvían a dispersar, para continuar su camino frescos y renovados. Esa misma oportunidad también la tenemos hoy en día.

Los actos de ofrenda, cánticos e inclinaciones, mientras verbalizamos nuestro arrepentimiento, y nos comprometemos a no volver a repetir acciones que han causado daño a otros seres, son transformadores física y mentalmente. Nuestras faltas se sacan a la luz en el contexto del poder de la ceremonia, como una ofrenda a los seres despiertos, y a todos los seres en general como testigos, y solicitando su compasión y su sabiduría para que haya una transformación personal.

La primera vez que se hace una confesión de esta forma puede ser que nos sintamos muy vulnerables, incluso peligrosamente expuestos. Puede parecer que al hacer esto, no solo siguen intactas las faltas sino que ahora son públicas, y serán para siempre parte de uno. Podemos hasta sentir que lo verdaderamente dañino es el arrepentimiento, más que el comportamiento dañino en sí mismo. Pero las ceremonias realmente funcionan, y su poder se puede sentir fácilmente. Sencillamente dan como resultado sanación, claridad, y apertura de corazón.
Las consecuencias de un mal comportamiento no dependen de uno como individuo. No dependen de ningún individuo. Dicho de otra manera, las consecuencias no dependen del “pequeño yo”, el yo que piensa que existe tal cosa como un yo individual. El poder de la ceremonia relaja la tensa sensación del pequeño yo, y así se producen las consecuencias apropiadas.

Está claro que es difícil reconocer que se ha hecho daño a otros, consciente o inconscientemente, y eso lo comprobamos a diario en las noticias. En el mundo del guerrero también sucede lo mismo. Aunque sea sorprendente, no sólo los estudiantes guerreros tienen dificultad en reconocer sus errores, también algunos maestros son incapaces de reconocer haberse extralimitado y haber hecho daño a sus estudiantes y comunidades. Esto muestra simplemente falta de claridad mental.

El arrepentimiento que surge de la claridad mental nos permite aceptar las consecuencias de nuestras acciones. Esto puede significar la comprensión y el perdón de los demás, pero también puede que no sea así, sufriendo graves consecuencias legales, expulsión de la comunidad, o algún otro tipo de pérdida.

Pero la mayor pérdida sería permanecer inmersos en el engaño sobre nuestras relaciones con los demás, y de eso es lo que tratan las ceremonias de arrepentimiento desde sus orígenes. Esa gran pérdida la podemos ver por todas partes. ¿Estamos dispuestos a permitir que se sigan desarrollando esos engaños y falsedades? ¿no sería incluso mejor la cárcel que engañarse a uno mismo? Muchos presos muestran una radiante claridad mental. A su manera, algunos de ellos son más libres que otras personas que viven en “el mundo libre”, que son incapaces de confesar y arrepentirse de sus fechorías.

Todos somos capaces de enfocarnos únicamente en nuestras buenas intenciones, capaces de engañarnos a nosotros mismos sobre nuestras acciones y sus consecuencias. Todos tenemos una gran capacidad de autoengaño. Como seres humanos, seguiremos cometiendo errores, algunos los reconoceremos, y otros ni los veremos. Por suerte, llegará pronto la luna llena. Cuando brille con todo su esplendor, podremos reconocer nuestros errores, aunque sea ante nosotros mismos y, de alguna manera, ofrecer nuestro arrepentimiento a todos los seres del universo.



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