En nuestra sociedad moderna occidental, apresurada y cada vez más
deshumanizada, puede ser muy beneficioso para nuestra vida diaria aprender y
practicar habitualmente algunas técnicas de meditación.
Hay muchas formas de
practicar la meditación. Cualquier técnica de meditación que desarrolle la
conciencia o la plena atención sobre el cuerpo, los sentidos, la mente o el
corazón, puede ser una buena meditación para mejorar nuestra vida. No importa
tanto qué técnica decidimos practicar, sino que persistamos en practicarla
habitualmente una vez que la hayamos escogido. La meditación, como cualquier
otro arte, requiere cierta disciplina. No es suficiente con hacerlo de vez en cuando,
si realmente queremos dominar la técnica y beneficiarnos de sus efectos. Para
que realmente pueda sernos de ayuda en nuestra vida, debemos tener paciencia,
persistir en la práctica, y ejercitarnos diariamente.
Al cabo de cierto tiempo,
según vayamos practicando, iremos desarrollando nuestra capacidad para abrirnos
al momento presente. Sentarnos a meditar
de manera regular, nos ayudará a desarrollar la paciencia y la apertura de
corazón necesarias para abrirnos a todo lo que vayamos encontrando.
Las meditaciones más
habituales consisten en desarrollar la atención plena y la consciencia, para
llegar a ver las cosas tal y como son, libres de filtros y prejuicios. La
práctica de esa atención consciente, nos permite tomar conciencia de nuestra
experiencia en cualquier ámbito de actividad.
Las técnicas de meditación
habituales nos ayudan a enfocar nuestra atención en cada dimensión de nuestra
experiencia, en el día a día, y nos permiten ver la manera de aplicar, tanto en
nosotros mismos como en los demás, el poder curativo del amor que surge de un
corazón abierto. Las prácticas de atención plena, también llamadas de “visión
penetrante”, no consisten simplemente en poner nuestra atención sobre una
imagen, una vela, o unas palabras místicas. Al contrario, la plena atención nos
ayuda a mantener la calma en medio de la actividad. Es así como podemos
transformar las actividades más ordinarias, como comer, caminar o hablar, en
experiencias de plena atención y llevarlas a cabo conscientemente. De esta
manera, convertimos la meditación en una forma de vivir, de ser, que
practicamos a cada instante y en todo lo que hacemos.
Se puede decir que meditar es contemplar nuestra vida con atención y cariño para descubrir la forma de despertar nuestro ser más profundo y poder así liberarnos del sufrimiento. Todos tenemos una imagen de nosotros mismos y nos contamos muchas historias sobre quién somos, lo que buscamos en la vida, lo que sabemos, y lo bueno que hay en nosotros. Pero, muy a menudo, todas esas ideas que tenemos en la cabeza son conceptos limitados y ajenos a nosotros, pero que hemos acabado aceptando y haciendo nuestros sin investigar realmente si es así como somos. El arte de meditar, nos ofrece las herramientas necesarias para descubrir nuevas posibilidades en nosotros y en el mundo que nos rodea, para poder vivir con más sabiduría y amor, manteniendo una mente más clara y un corazón más abierto.
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