Dejar de hablar y de pensar es la
manera de comprenderlo todo.
Intentamos
comprender la realidad con nuestra mente, pero lo único que conseguimos es
llenar nuestra cabeza de palabras, ideas, imágenes y conceptos. Con todo ello
damos forma a una ideología. Si, además, nos identificamos emocionalmente con
esa ideología, acabamos cayendo en el fanatismo y la intolerancia.
Por mucho
que usemos el intelecto, nunca podremos comprender ni concebir en toda su extensión
el camino que nos lleva al despertar, porque no tiene una forma fija ni predecible,
sino que se va creando y cambiando a cada paso que damos. Nuestra comprensión
intelectual sólo es capaz de captar un instante concreto, una forma definida,
un estado en particular, de una realidad que está en continuo cambio. Por eso
es una comprensión limitada, y por eso nos limita a unos conceptos dentro de
sus límites.
La verdadera sabiduría se alcanza al
ir más allá de la comprensión y del concepto, más allá de la mente, más allá
del pensamiento.
Cuando realmente soltamos la intención de categorizar y poner nombre a la
experiencia, cuando aceptamos lo inútil que es intentar abarcar el universo, es
entonces cuando todo se despliega ante nosotros mostrando plenamente su
profundidad. Es entonces cuando dejamos de intentar comprender el universo y
nos convertirnos en el mismo universo.
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