CONOCERSE ES OLVIDARSE DE UNO MISMO


Cuando empezamos a mirarnos a nosotros mismos sinceramente y con claridad, comenzamos a disolver los muros que nos separan de los demás.

El viaje hacia el despertar transcurre justo en los lugares donde nos sentimos incómodos. Abrirse a la incomodidad es la base para transmutar los sentimientos que llamamos “negativos”. De una manera u otra, queremos deshacernos de nuestros sentimientos incómodos, ya sea justificándolos o reprimiéndolos, pero según las enseñanzas guerreras, nuestra sabiduría y nuestra confusión están tan entrelazadas que no funciona intentar simplemente tirar lo que no nos gusta.

Al intentar deshacernos de la “negatividad”, al intentar erradicarla, poniéndola en la columna etiquetada como “malo”, estamos tirando también nuestra sabiduría, porque todo lo que hay en nosotros es energía creativa, especialmente nuestras emociones más fuertes, porque están llenas de fuerza vital.

No hay nada malo en la negatividad por sí misma, el problema es que nunca la vemos, nunca la consideramos, nunca miramos en su interior. No saboreamos nuestra negatividad, no la olemos, no llegamos a conocerla. En lugar de eso, siempre estamos intentando librarnos de ella golpeando a alguien, calumniando a alguien, castigándonos a nosotros mismos, o reprimiendo nuestros sentimientos. Pero, entre la represión y la expresión, hay algo sabio, profundo, y atemporal.

Si intentamos simplemente deshacernos de nuestros sentimientos negativos, no nos damos cuenta que esos sentimientos son nuestra sabiduría. La transmutación viene de la voluntad de mantenernos en nuestro sitio con ese sentimiento, soltando las palabras, y soltando las justificaciones. No es necesario que tengamos una solución. Podemos vivir con una nota disonante, no tenemos que tocar la siguiente tecla para acabar el tono.

Es bastante curioso que este viaje de transmutación es un viaje de una tremenda alegría. Normalmente buscamos la alegría en los lugares equivocados, intentando evitar sentir algunas partes de la condición humana. Perseguimos la felicidad creyendo que son inaceptables algunas partes de lo que es un ser humano. Sentimos que hay algo en nosotros que tiene que cambiar. Sin embargo, la alegría incondicional surge a través de algún tipo de inteligencia con la que nos permitimos ver claramente lo que hacemos, con una gran honestidad combinada con una tremenda amabilidad, con una amistad incondicional hacia nosotros mismos.

Este es un proceso de estar continuamente entrando en un terreno desconocido. Estás dispuesto a entrar en el terreno desconocido de tu propio ser. Entonces te das cuenta que esta particular aventura no te lleva solo dentro de tu propio ser, te lleva también fuera a todo el universo. Sólo puedes adentrarte en lo desconocido cuando te has hecho amigo de ti mismo. Sólo puedes entrar en esas áreas de “ahí fuera” teniendo curiosidad y empezando a explorar este desconocido de “aquí dentro”, a ti mismo.

Un maestro guerrero dijo: “Conocerse es olvidarse de uno mismo”. Podemos pensar que conocernos a nosotros mismos es algo muy egocentrista, pero cuando empezamos a mirarnos claramente y con honestidad –nuestras emociones, nuestros pensamientos, quién somos realmente—empezamos a disolver los muros que nos separan de los demás. En cierta forma, todos esos muros, esas formas de sentirnos separados de todo y todos los demás, están hechos de opiniones. Están hechos de dogma, de prejuicios. Esos muros surgen de nuestro miedo a conocer partes de nosotros mismos.

Una antigua enseñanza oriental dice: “La autoestima es la raíz de todo sufrimiento”. Puede ser difícil para una persona occidental oír el término “autoestima” sin malinterpretar lo que se está diciendo. La mayoría de occidentales interpretarían esto como diciéndonos que no debemos cuidarnos a nosotros mismos, que respetarnos a nosotros mismos es algo que va en contra del despertar. Pero no es eso lo que significa. De lo que está hablando es de la obsesión. En esta frase, “autoestima” se refiere a cómo nos obsesionamos intentando protegernos, a cómo levantamos muros para no tener que sentir incomodidad. Esa noción de autoestima se refiere a la creencia errónea de que podemos tener únicamente comodidad y ninguna incomodidad, o a la creencia de que puede haber únicamente felicidad y no tristeza, o a la creencia de que puede haber únicamente bueno y nada malo.

Pero las enseñanzas guerreras señalan que podemos adoptar una perspectiva mucho más amplia, una que va más allá de lo bueno y lo malo. Las clasificaciones de bueno y malo vienen de una falta de amor. Decimos que algo es bueno si nos hace sentir seguros y es malo si nos hace sentir inseguros. De esa manera odiamos a la gente que nos hace sentir inseguros y odiamos toda religión o nacionalidad que nos hace sentir inseguridad. En cambio, nos gusta aquello que nos ofrece un sólido apoyo donde sentirnos seguros.

Cuando estamos tan empeñados en intentar protegernos, somos incapaces de ver el dolor en el rostro de otra persona. En este caso, “autoestima” se refiere a la obsesión del ego y el aferramiento, que nos ata formando nudos en nuestros hombros, en el estómago, en la cabeza, y en nuestro corazón. No podemos abrirnos porque todo está hecho un nudo. Cuando empezamos a abrirnos podemos ver a los demás y podemos estar ahí disponibles para otros. Pero, en la medida en que no hemos trabajado con nuestros propios miedos, nos vamos a cerrar cuando otros provoquen nuestro miedo.

Así que, conocerse es olvidarse de uno mismo. Esto quiere decir que, cuando nos hacemos amigos de nosotros mismos ya no tenemos que estar tan involucrados con nosotros mismos. Es un giro curioso: hacerse amigo de uno mismo es una forma de dejar de estar tan involucrado consigo mismo. El maestro guerrero sigue diciendo: “Olvidarse de uno mismo es despertar y ser iluminado por todas las cosas”. Cuando no estamos tan involucrados con nosotros mismos, empezamos a darnos cuenta que el mundo está hablándonos continuamente. Cada planta, cada árbol, cada animal, cada persona, cada coche, cada avión, todo está hablando con nosotros, está enseñándonos, despertándonos. Es un mundo maravilloso, pero muy a menudo nos lo perdemos. Es como si viéramos los anuncios de un próximo estreno, pero nunca llegáramos a ver la película.

Cuando nos sentimos resentidos o críticos, nos dañamos nosotros mismos y a los demás. Pero si miramos en su interior podremos ver que bajo el resentimiento hay miedo, y bajo el miedo hay una ternura tremenda. Hay un corazón muy grande y una gran mente, un estado de ser fundamental muy despierto. Para experimentar esto comenzamos un viaje, el viaje de la amistad incondicional con el ser que ya somos.




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