PERMANECE PRESENTE CON LO QUE SURJA EN TU MENTE


La meditación le da algo que hacer a tu mente distraída y, con un poco de práctica, puedes aprender a seguir presente con lo que sea que surja en tu mente.

Un músico preguntó al maestro cuál era la mejor forma de meditar. El maestro le preguntó al músico cuál era el mejor método para hacer sonar un instrumento: “¿Con las cuerdas muy tensas o muy flojas?” El músico le contestó: “Ninguna de las dos, el mejor sonido surge cuando las cuerdas no están ni demasiado tensas ni demasiado flojas”. Entonces, el maestro le dijo: “Ocurre lo mismo con tu mente en la meditación, no debe estar ni demasiado concentrada ni demasiado relajada”.

La meditación es un proceso para saber cómo funciona nuestra mente y entrenar nuestra atención para que descanse donde la pongamos. Al practicar meditación nos familiarizamos con el hecho de permanecer presentes, sin distraernos por los pensamientos o emociones que aparecen en la mente.

Sin embargo, la mente se comporta normalmente como un mono nervioso, saltando de un lugar a otro. Nuestra mente piensa sobre esto y después piensa sobre aquello. Nos sentamos a meditar y al principio estamos presentes, observando nuestra respiración, pero tras unos momentos estamos perdidos en fantasías. Puede que hayamos empezado observando la respiración, pero pronto estamos en una isla del caribe disfrutando en la playa de una piña colada, y después estamos pensando en todo el dinero que tenemos que ahorrar para poder ir hasta allí. Enseguida han pasado ya unos cuantos minutos y nos damos cuenta que nos hemos olvidado completamente de la respiración. La mente, como un mono, salta de aquí para allá casi sin descanso.

Nuestra mente saltarina está constantemente hablando con nosotros y diciéndonos lo que tenemos que hacer. No sabemos cómo guiarla. Tenemos control sobre nuestra mente hasta cierto punto, pero unos cuantos minutos sentados meditando nos demuestran el poco control que tenemos realmente sobre ella. Cuando esta mente saltarina nos dice algo, reaccionamos de una de estas dos maneras: la seguimos, o luchamos con ella. Si nuestra mente nos dice que algo es bueno, lo seguimos. Si nuestra mente nos dice lo ridícula que está nuestra pareja con esa ropa, luchamos con nosotros mismos para no expresarlo en voz alta e intentamos expulsar de nuestra mente ese pensamiento.

Algunas personas piensan que la meditación es sentarse y dejar la mente en blanco bloqueando los pensamientos y las emociones. Luchan con su mente pensando: “Tengo que meditar, debo tener una mente en silencio, sin emociones, así que ¡CONCÉNTRATE!” Otras personas intentan meditar para sentirse a gusto, pensando que en la meditación todo es paz, apertura, y alcanzar un nivel especial de conciencia.

La meditación no trata ni de cultivar ni de rechazar, sino de aprender cómo estar presente ante lo que sea que surja en tu mente. Al principio, podemos necesitar calmar la mente para no abrumarnos y distraernos con los pensamientos. Con el tiempo, conforme vamos teniendo experiencia, seremos realmente capaces de usar los pensamientos turbulentos como soporte para nuestra meditación. Hasta entonces, tenemos que ser capaces de calmar nuestra mente. Una vez que la mente está en calma, no tenemos que permanecer en un estado de concentración estrictamente enfocado, ni tenemos que crear una experiencia maravillosa.

Si estamos demasiado tensos en la meditación, estamos bloqueando nuestros sentidos, y eso puede ser una lucha bastante agotadora. Si estamos demasiado abiertos y relajados, podemos sentirnos bien, pero eso puede fácilmente dar como resultado el fortalecimiento de nuestra afición por crear experiencias. Ya sea que tengamos preferencia por un estado de control o por crear agradables estados de apertura, seguimos preocupados por las circunstancias, aunque sean simplemente estados mentales.

La mente es abierta de forma natural, no tenemos que hacer nada para abrirla. Si la mente no estuviera ya abierta, no podría aparecer nada en la mente. Pero todo lo que aparece, aparece en la mente. ¿De qué otra forma si no podríamos saberlo? No tenemos que bloquear o cultivar nada. Simplemente necesitamos acostumbrarnos a permanecer en el presente: conscientes de las vistas, sonidos, sensaciones, pensamientos, y emociones que puedan aparecer, pero sin distraernos por ellas.

Piensa en una fiesta. Si eres un buen anfitrión con experiencia, cuando tengas un invitado difícil que esté alborotando, no te pondrás inmediatamente a discutir con él intentando echarlo a la calle. Eso podría estropear fácilmente la velada a todos. En lugar de eso, halagarás y confraternizarás con tu invitado, encontrado algo en común, y le ofrecerás algo agradable que hacer. Tal vez le ofrezcas su bebida favorita (a menos que ya haya tomado alguna de más), un plato de sabrosa comida, o el sillón más cómodo para que se relaje. Una vez que se le ha dado el espacio para relajarse, el invitado se vuelve más agradable, más abierto a sugerencias.

No tenemos que luchar con la cualidad inquieta de nuestra mente, ni tampoco tenemos que seguirla por todas partes, perdiéndonos completamente con los pensamientos. La mente saltarina necesita algo que hacer, o empieza a crear toda clase de problemas. Así que, démosle algo que hacer. Seamos un buen anfitrión.

Primero, podemos decirle a la mente saltarina que preste atención a la respiración según entra y sale. Durante unos momentos se comporta, pero entonces piensa algo como “¡Las piñas coladas están tan buenas!” y se distrae. Pero no tenemos que enfadarnos y ponernos rígidos, podemos amablemente recordarle que su tarea es enfocarse en la respiración.

De esta forma, vamos poco a poco domando esa inquieta mente saltarina, haciendo nuestra mente más flexible y más fácil de trabajar con ella. Los pensamientos y las emociones negativas influyen cada vez menos sobre nosotros. Ese es el verdadero fruto de la meditación: dominar nuestra mente. La calma mental puede ser un buen efecto secundario, pero el verdadero fruto de la práctica de la meditación es que nuestra mente se hace más y más flexible, y cada vez menos prisionera de nuestras formas habituales de reaccionar. Somos capaces de poner nuestra atención donde queremos, y los pensamientos y las emociones, aunque siguen apareciendo, ya no nos distraen. Podemos escoger seguirlos si se adaptan a nuestras necesidades, pero ya no nos llevan de aquí para allá, como una hoja arrastrada por el viento, según sopla cada pensamiento o emoción. Podemos permanecer presentes sea lo que sea que surja en nuestra mente.


Más abajo puedes dejar un comentario sobre lo que te ha parecido esta publicación y también sugerir algún tema sobre el que te gustaría leer en futuras publicaciones. Gracias por tu colaboración.


Comentarios