Cuando vives en la oscuridad, ¿por qué no buscas la luz?
La esencia despierta del
corazón es algo inherente en todos los seres, un potencial ilimitado para
hacer, ver, oír, o experimentar cualquier cosa. Gracias a esa esencia despierta
en nuestro interior podemos aprender, podemos crecer, podemos cambiar, y
tenemos la oportunidad y el derecho de convertirnos en seres totalmente
despiertos.

Ya que esa esencia
despierta de nuestro ser desafía toda descripción, los maestros guerreros nos
ofrecen algunas pistas en el camino, en forma de señales o mapas que nos pueden
ayudar a dirigirnos hacia esa experiencia suprema e inexpresable. Una de las
formas en que es descrita es hablando de sus tres cualidades: sabiduría sin límites, que es la capacidad
de conocer cualquier cosa y cualquier momento pasado, presente o futuro; capacidad
infinita, que consiste en un poder ilimitado para elevarnos por encima de
cualquier condición de sufrimiento, tanto nosotros mismos como ayudar a otros a
que lo hagan; y amor y compasión inconmensurables, un sentido infinito
de conexión con todas las criaturas, un apertura de corazón hacia los demás que
nos sirve de motivación para crear las condiciones que permitan desarrollarse a
todos los seres.
Indudablemente, hay muchas
personas que pueden creer fervientemente en esta descripción de nuestra
naturaleza esencial y en la posibilidad de que, a través del estudio y la
práctica, podrán tener una experiencia directa de ilimitada sabiduría,
capacidad, y compasión. Pero hay muchas otras que pensarán que es sólo un
montón de palabrería.
En la actualidad, podemos
encontrarnos a través de la radio, la televisión, y sobre todo por internet,
infinidad de maestros y diferentes enseñanzas que intentan convencernos de sus
creencias. En cambio, los auténticos maestros guerreros no intentan convencer a
nadie de que el método a través del cual han encontrado la forma de liberarse
del sufrimiento sea el único método verdadero. Nos dicen: “Esto es lo que yo he
hecho y esto es lo que he descubierto. No os creáis nada de lo que digo porque
yo lo diga. Intentadlo vosotros mismos y experimentadlo personalmente”.
No es que desanimen a la
gente para que no tengan en cuenta lo que ellos han aprendido y cómo lo han
hecho. Más bien, en sus enseñanzas sobre la esencia despierta de nuestro ser, les
proponen a sus estudiantes una especie de experimento mental, invitándolos a
descubrir en su propia experiencia las formas en que los diferentes aspectos de
esa esencia despierta surgen de cuando en cuando en la vida diaria.
A menudo utilizan
analogías, como el de una casa en la que se ha encendido una lámpara y se han
cerrado las ventanas y las persianas. La casa representa la aparente
perspectiva sólida del condicionamiento físico, mental y emocional. La lámpara
representa nuestra naturaleza despierta. No importa lo bien que se cierren
puertas y ventanas, inevitablemente siempre se escapa un poquito de luz del
interior de la casa.
En el interior, la luz de
la lámpara ofrece claridad para distinguir, por ejemplo, una silla, una cama o
una alfombra. Al escaparse por la persiana, podemos experimentar a veces la
luz de la sabiduría como intuición,
lo que algunas personas describen como un presentimiento o corazonada sobre
alguna persona, situación, o acontecimiento.
El amor y la compasión brillan a través de las
persianas en esos momentos en los que ofrecemos espontáneamente ayuda o
consuelo a alguien, no por interés propio o pensando que vamos a sacar algo a
cambio, sino simplemente porque parece que es lo correcto que hay que hacer. Puede ser algo tan
sencillo como ofrecerle a alguien un hombro en el que llorar cuando se siente
mal, o ayudar a alguien a cruzar la calle, o puede implicar un compromiso más a
largo plazo, como permanecer junto a alguien que está en la cama enfermo o muriendo.
Todos hemos oído también de ejemplos extremos en los que alguien, sin ni
siquiera pensar en el riesgo que supone para su propia vida, se tira a un río o
al mar para salvar a un extraño que se está ahogando.
La capacidad se manifiesta a menudo en
la forma en que sobrevivimos a los acontecimientos difíciles. Ante situaciones
inesperadas en las que nos podemos encontrar repentinamente sin nada, en las
que podemos perder gran parte de nuestra vida, ya sea una pérdida material o
emocional, muchas personas pierden la cabeza y la sensatez. Algunas pierden la
confianza en sí mismas, otras caen en una profunda depresión, e incluso otras
llegan a suicidarse. Pero algunas, a pesar del dolor y el sufrimiento de una
gran pérdida, pueden poco a poco superar esa terrible experiencia.

Estas personas, aunque
nunca hayan escuchado ninguna enseñanza guerrera, no hayan estudiado nunca
estas enseñanzas, y ni siquiera se identifiquen como guerreros, están
expresando con su vida y con la forma en la que viven los tres aspectos de la
esencia despierta del corazón: la sabiduría
para ver la profundidad y amplitud de su situación, la capacidad de elegir cómo interpretar y
actuar sobre lo que han visto, y la actitud espontánea de amor y compasión hacia sí mismos y
hacia los demás.
Estas tres características
pueden resumirse en una palabra: coraje, en concreto el coraje de ser,
simplemente como somos, aquí mismo, ahora mismo, con todas nuestras dudas e
incertidumbres. Encarar la experiencia directamente nos da la posibilidad de
reconocer que lo que sea que experimentemos –amor, soledad, odio, celos,
alegría, avaricia, pena, etc.— es en esencia, una expresión del potencial
fundamentalmente ilimitado de nuestra naturaleza más profunda, de la esencia
despierta de nuestro corazón.
Cualquier molestia o
aflicción que sufrimos, sea sutil, intensa o intermedia, remite según el grado
en que atravesamos nuestra fijación de una visión muy limitada y condicionada de
nosotros mismos y empezamos a identificarnos con la capacidad de experimentar
cualquier cosa. En último término, es posible llegar a descansar sobre la misma
esencia despierta de nuestro corazón, de la misma manera en que un pájaro
descansa al volver al nido que es su hogar. En ese punto, el sufrimiento acaba,
porque no hay nada que temer, nada a lo que resistirse. Ni siquiera la muerte
puede entonces preocuparte.
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