¿Cómo creamos nuestra vida y seguimos avanzando para
no encontrarnos en un callejón sin salida?
En el
camino del guerrero, las prácticas físicas e internas se combinan para crear y
concentrar la energía que impulsan al guerrero en su viaje, y le ayudan a
seguir avanzando por la vida superando los obstáculos que pueda encontrar. Si
nos centramos en el momento presente, aquí y ahora, podemos sentir y recargar
la energía de nuestro cuerpo y manifestarla en todo lo que hacemos.
Si abrimos la mano, podemos recibir todo,
pero si la mantenemos cerrada, no podremos obtener nada.
En
nuestro entrenamiento como guerreros, debemos penetrar y atravesar los
elementos y los fenómenos, sin pasar de largo intentando ignorarlos. Debemos
encarar las situaciones que nos encontramos en nuestra vida y no huir de ellas,
sino avanzar hacia delante penetrando en la naturaleza más íntima de los
elementos que las forman. Pero eso requiere energía, y en la actualidad la
mayoría de la gente intenta buscar el camino más fácil y cómodo para no
esforzarse demasiado. Esa actitud generalizada conduce a vivir a medias, a
estar incompletos, a mantenerse en una tibieza indefinida.
Debemos
aprender a penetrar la vida, a experimentarla en todos sus aspectos, con toda
su intensidad, aunque eso requiera un esfuerzo y no siempre sea agradable.
El
secreto del guerrero es aprender a dirigir su espíritu, su conciencia, su
corazón. Esa es la base de las prácticas físicas, no el entrenamiento de la
fuerza o la resistencia físicas, sino el entrenamiento de su ser interior. El
espíritu se convierte en la sustancia esencial. Aunque el espíritu no tenga
forma y no se pueda ver, en ocasiones puede convertirse en forma. Cuando el espíritu se expande sin límites
llenando todo el universo, es libre y poderoso y capaz de superar los
obstáculos y enfrentarse a cualquier desafío que se presente en su camino.
Al
encontrarnos con un conflicto, nuestro ser debe permanecer en calma, sin
distraerse por los movimientos del posible oponente o desafío al que nos
enfrentamos, no debemos dejarnos influir y perturbar por las acciones físicas o
intenciones dañinas ante nosotros. Nuestro ser debe estar en calma, nuestro
espíritu debe ser libre para moverse sin la intención de atacar o luchar con lo
que se nos viene encima, pero sin dejar de prestar atención a lo que ocurre.
Debemos permanecer plenamente conscientes y atentos momento a momento.
En la
vida diaria ocurre lo mismo, hay personas que solo piensan en el dinero porque
puede conseguirlo todo, pero, por conseguir ese dinero, pierden su honor y su
dignidad. Otras personas sólo buscan los honores del reconocimiento social y
por ello pierden su dinero. Otras se entregan únicamente a conseguird el amor, y
pierden su energía y su dinero. Pero la felicidad no está en una sola cosa.
Tenemos
que crear nuestra vida, día a día, paso a paso, dejando nuestro espíritu libre,
sin apegarnos a un objetivo en concreto, simplemente abiertos y atentos al
momento presente, aquí y ahora, porque todo se encuentra aquí mismo.
Podemos
deleitarnos con el reflejo de la luna sobre las aguas del río. El agua siempre
está en movimiento, pero el reflejo permanece sobre ella porque la luna no se
va con el agua, sigue brillando sobre ella sin quedar atrapada por el agua.
Así, la luna está quieta, pero al mismo tiempo en movimiento sobre el agua. El
agua sigue su curso, sin volver nunca atrás, no deja de fluir y de reflejar la
luna, pero la luna permanece en su sitio. Ante un conflicto, el espíritu debe
ser como la luna, tranquilo y estable en su sitio, pero el cuerpo y el tiempo
siguen moviéndose y pasando por la situación como las aguas del río. Nunca
recuperamos el momento presente, cada instante es un nuevo momento.
Cuando
meditamos en la respiración, cada inspiración es una nueva, aunque parezcan
todas iguales. La respiración anterior nunca será igual que la de ahora, ni la
de ahora como la que vendrá después. El día de ayer ya pasó. Hoy es un nuevo
día, aunque similar, es diferente. Tenemos que centrarnos en el momento
presente, estar “aquí y ahora”. De esta forma, podemos renovarnos, sentirnos
frescos de nuevo. La meditación de hoy nunca será como la de ayer, porque cada
meditación debe ser una nueva ocasión para estar “aquí y ahora”.

En la
actualidad, estamos acostumbrados a ver todo lo contrario: la mayoría de las
personas viven a medias su vida, por lo que están realmente “medio muertas”. No
se entregan en lo que hacen porque no están plenamente aquí y ahora en cada
momento. Cuando practican el sexo piensan en el trabajo o en la práctica que
tienen que hacer, y cuando practican o trabajan piensan en el sexo, y sucede lo
mismo en todo lo que hacen: su mente está en otro sitio diferente a donde está
su cuerpo.
Si nos
entregamos totalmente a lo que hacemos, si descargamos toda la energía en cada
acción, podremos sentir como energía fresca y renovada fluye a través de
nosotros, como las aguas del río que se renuevan continuamente en su fluir.
En las
artes marciales no se puede ganar un combate si se intenta ahorrar energía, si
no actuamos con cuerpo y mente entregándonos completamente a la acción. No se
puede depender exclusivamente de una buena técnica, hay que crear una nueva
situación momento a momento. Los niños a los que se les facilitan demasiado las
cosas no aprenden a superar la frustración cuando no consiguen lo que quieren
al hacerse adultos. En cambio, si cuando son pequeños aprenden a esforzarse para
conseguir lo que quieren, al hacerse mayores sabrán superar los mayores obstáculos,
aunque tengan que emplear mucha energía en ello.
El
verdadero arte marcial no es espectáculo ni teatro, ese no es el camino del
guerrero, en el que no hay ni victoria ni derrota. El auténtico guerrero no
puede vencer ni ser vencido, porque no está haciendo un deporte, sino
recorriendo el camino de su vida con dignidad y entrega. En el deporte hay
tiempo más o menos largo, hay espera, hay pequeños momentos en los que puedes
pensar. Pero en el arte marcial, como en la vida, no hay más que el momento
presente, no hay tiempo para esperar, la victoria o la ausencia de ella, la
vida o la falta de vida, se deciden a cada momento, aquí y ahora. Por eso el guerrero vive a cada instante,
en cada momento, porque aquí y ahora es el momento, este preciso momento en el
que se decide la vida o la muerte.
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