Un maestro
de la ceremonia del té recibió un día unas flores muy hermosas como regalo. Un
joven monje se las traía desde un lejano templo. Cuando el monje le iba a dar
las flores al maestro del té, se le escaparon de entre las manos cayendo al
suelo. Por el golpe, todos sus pétalos se desparramaron por el suelo, quedando
los tallos totalmente desnudos. El monje, avergonzado y apesadumbrado, le pidió
disculpas por su torpeza una y otra vez. A lo que el maestro del té, sin perturbarse,
le contestó:
El maestro dispuso en la sala un
recipiente de ikebana vacío, y en él colocó los tallos desnudos de las flores.
Alrededor del recipiente, en el suelo, repartió los pétalos con mucha armonía.
El conjunto quedó muy hermoso, sencillo y natural. Entonces el maestro del té
le dijo al joven monje:
--“Cuando
trajiste estas flores, eran flores, existían como flores: la forma es la forma.
Al caerse
al suelo, las flores dejaron de existir como tales: la forma es Vacío.
La lógica
habitual nos habría impulsado a dejarlas como estaban, y desecharlas: el Vacío
es Vacío.
Pero ahora,
esas flores inexistentes embellecen este espacio: el Vacío es la forma”.
Con ese vacío, esa falta de
existencia de las flores que ya no eran flores, la sala se hizo mucho más
hermosa que si la hubieran decorado con flores y otros adornos. Simplemente con
unos cuantos pétalos en el suelo alrededor de un recipiente sin flores.
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Qué bonito ^^
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