PON EN ORDEN TU VIDA

La filosofía del orden está extendiéndose por todas partes, si nos tomamos esta moda en serio, puede ayudarnos a ver algo más profundo.

Millones de personas por todo el mundo están viendo vídeos y leyendo libros sobre cómo ordenar sus casas, pero este movimiento no tiene porqué limitarse a conseguir unas casas más limpias, también puede ofrecernos un punto de partida para tener una vida más ordenada y limpia.

Una vida limpia es lo que conseguimos cuando vivimos de acuerdo a los principios guerreros básicos. Una acción correcta, una correcta forma de vida, una comprensión correcta, estas son formas de sacar la discordia y el desorden de nuestras vidas y de nosotros mismos. Cuando lo consideramos algo más que un entretenimiento, poner orden nos sirve como un punto de entrada a una vida más limpia, a un “Camino”.

La palabra “Camino” es una traducción del japonés “Do” (Tao en chino). “Do” va ligado a los nombres de muchas artes marciales y disciplinas artísticas que tienen un objetivo espiritual, más que competitivo o estético. Por ejemplo, está el “Shodo”, “el Camino del Pincel”. Uno practica el Shodo para que el pincel, la tinta, y la persona actúen como siendo uno con el Universo. También está el arte del Kyudo, “el Camino del Arco”, en el que ocurre lo mismo con la persona, el arco, y el blanco. Cuando observas tirar a un maestro de Kyudo, sólo puedes describir su tiro como un tiro limpio. Es perfecto, pura manifestación de la unidad. No hay expectativa ni temor, ni maestro, ni tú mismo en el camino.

En cualquier “Camino”, el “Do” está ahí. Nos está invitando a sintonizar con ello. Algunos llaman a esa sintonización “fluir” o “despertar”. Es ese momento, o secuencia de momentos, en el que todo está claro, y actuamos correctamente sin pensar. Esto es saborear un poco la trascendencia de toda dualidad.

Cuando uno practica un “Camino”, es necesario alcanzar un nivel básico de habilidad, pero el objetivo no es alcanzar la maestría técnica de la forma. El objetivo al practicar un “Camino” es cultivar el despertar y después llevarlo a todos los aspectos de nuestra vida. Hacer esto nos ayuda a conocer nuestro yo auténtico, a encontrar libertad y felicidad.

Las formas tienen una manera correcta de hacerse. Al llevarlas a cabo, nos esforzamos diligentemente para conseguir la perfección. Esa perfección puede ser tan irresistible como para anular el apego a nuestros propios deseos individuales y a la expresión del yo en nuestra creación. Nos ofrece una muestra de la libertad que es posible cuando soltamos el yo.

Cuando estamos ordenando nuestra casa, es como si estuviéramos conversando con nosotros mismos a través de nuestras posesiones. Podemos sentir una gran vitalidad al ver el armario perfectamente ordenado. Podemos, de alguna manera, convertir el proceso de ordenar en un “Camino”. Al poner orden, no se trata solo de ordenar físicamente, sino también de ordenar tu vida y a ti mismo, al enfrentarnos a nosotros mismos.

Ponerse a ordenar seriamente tu entorno puede ser un verdadero desafío. Es igual de duro que cuando empiezas a meditar. Cuando dejas tu mente en calma, aunque sea por un momento, todo el material subconsciente sale a la superficie, parte del cual nos gustaría evitar. Al ordenar, te enfrentas con tus efectos, en ambos sentidos de la palabra. Con los objetos, libros y ropas que has acumulado, y con las personas, decisiones, y limitaciones en tu forma de pensar.

Cuando tu habitación está limpia y ordenada, no te queda otra opción que observar tu estado interno, puedes ver cualquier asunto que has estado evitando y te ves en la obligación de tratar con ello. Es ese algo extraordinario y poderoso que hay en un “Camino”.

Tal vez nosotros, como sociedad, estamos listos para dejar de vivir en casas llenas de cosas que no inspiran alegría. Quizás no queremos estar tan dolorosamente atados a nada, inspire alegría o no, que se va a deteriorar y a romper, y que no podemos llevarnos con nosotros cuando morimos. Todas estas son buenas razones para poner un poco de orden, o mucho, en nuestra vida.

Si pasas el fin de semana ordenando tu casa, y te sientes un poco mejor, eso está bien. Pero, si hay algo más ahí, ¿por qué no convertir el proceso de poner orden, o cualquier otra tarea, en un “Camino”? Qué maravilloso sería convertir el hecho de limpiar la casa en el camino con el mayor sentido posible, transformándonos a nosotros mismos y a nuestro mundo en el proceso. ¿No crees?


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