La filosofía del orden está
extendiéndose por todas partes, si nos tomamos esta moda en serio, puede
ayudarnos a ver algo más profundo.
Millones de personas por todo el mundo están viendo vídeos y
leyendo libros sobre cómo ordenar sus casas, pero este movimiento no tiene
porqué limitarse a conseguir unas casas más limpias, también puede ofrecernos
un punto de partida para tener una vida más ordenada y limpia.
Una vida limpia es lo que conseguimos cuando vivimos de
acuerdo a los principios guerreros básicos. Una acción correcta, una correcta
forma de vida, una comprensión correcta, estas son formas de sacar la discordia
y el desorden de nuestras vidas y de nosotros mismos. Cuando lo consideramos
algo más que un entretenimiento, poner orden nos sirve como un punto de entrada
a una vida más limpia, a un “Camino”.

En cualquier “Camino”, el “Do” está ahí. Nos está invitando a
sintonizar con ello. Algunos llaman a esa sintonización “fluir” o “despertar”.
Es ese momento, o secuencia de momentos, en el que todo está claro, y actuamos
correctamente sin pensar. Esto es saborear un poco la trascendencia de toda
dualidad.
Cuando uno practica un “Camino”, es necesario alcanzar un
nivel básico de habilidad, pero el objetivo no es alcanzar la maestría técnica
de la forma. El objetivo al practicar un “Camino” es cultivar el despertar y
después llevarlo a todos los aspectos de nuestra vida. Hacer esto nos ayuda a
conocer nuestro yo auténtico, a encontrar libertad y felicidad.
Las formas tienen una manera correcta de hacerse. Al
llevarlas a cabo, nos esforzamos diligentemente para conseguir la perfección.
Esa perfección puede ser tan irresistible como para anular el apego a nuestros
propios deseos individuales y a la expresión del yo en nuestra creación. Nos
ofrece una muestra de la libertad que es posible cuando soltamos el yo.

Ponerse a ordenar seriamente tu entorno puede ser un
verdadero desafío. Es igual de duro que cuando empiezas a meditar. Cuando dejas
tu mente en calma, aunque sea por un momento, todo el material subconsciente
sale a la superficie, parte del cual nos gustaría evitar. Al ordenar, te
enfrentas con tus efectos, en ambos sentidos de la palabra. Con los objetos,
libros y ropas que has acumulado, y con las personas, decisiones, y
limitaciones en tu forma de pensar.
Cuando tu habitación está limpia y ordenada, no te queda otra
opción que observar tu estado interno, puedes ver cualquier asunto que has
estado evitando y te ves en la obligación de tratar con ello. Es ese algo
extraordinario y poderoso que hay en un “Camino”.
Tal vez nosotros, como sociedad, estamos listos para dejar de
vivir en casas llenas de cosas que no inspiran alegría. Quizás no queremos
estar tan dolorosamente atados a nada, inspire alegría o no, que se va a
deteriorar y a romper, y que no podemos llevarnos con nosotros cuando morimos.
Todas estas son buenas razones para poner un poco de orden, o mucho, en nuestra
vida.
Si pasas el fin de
semana ordenando tu casa, y te sientes un poco mejor, eso está bien. Pero, si
hay algo más ahí, ¿por qué no convertir el proceso de poner orden, o cualquier
otra tarea, en un “Camino”? Qué maravilloso sería convertir el hecho de limpiar
la casa en el camino con el mayor sentido posible, transformándonos a nosotros
mismos y a nuestro mundo en el proceso. ¿No crees?
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