ENCENDER LA COMPASIÓN


Desde la esencia de nuestro corazón surge la compasión que resplandece y se extiende a nuestro alrededor, nos hace ver más allá de nosotros mismos y alumbra nuestro camino.

El corazón noble del guerrero se abre al mundo alumbrando su camino con la compasión, libre de prejuicios y de ataduras, porque entiende que todos los seres son como nosotros. Al observar el mundo con atención, el guerrero se da cuenta que lo que mueve a todos los seres es la búsqueda de la felicidad, el deseo de dejar de sufrir. Durante todo el día, desde que despertamos hasta que volvemos a dormir, ese es nuestro propósito en todo lo que hacemos. Cada día de nuestra vida deseamos y esperamos no tener que sufrir. El guerrero, gracias a su disciplina, expande ese deseo de felicidad más allá de sí mismo hacia todos los demás.

Puede parecer inútil simplemente desear que dejen de sufrir los demás, pero la sabiduría ancestral nos enseña que la compasión es una fuerza mucho más poderosa que la ira o la violencia. La compasión disuelve la confusión que nos hace creer que siendo egoístas conseguiremos la felicidad. Queremos ser felices, pero si continuamente nos comportamos de manera egoísta, buscando exclusivamente nuestro propio beneficio, lo único que conseguiremos será hacernos daño y dañar también a los demás. Al vivir de esa manera sólo recogeremos los frutos de la falta de virtud: desilusión, remordimiento, dolor, ansiedad… Si estamos continuamente pensando sólo en nosotros mismos, estaremos llenos de emociones negativas que nos mantendrán sumidos en la ignorancia de la confusión.

En cambio, la compasión es una poderosa energía de nuestra mente que brilla desde lo más profundo de nuestro corazón, elevándonos por encima de las cortas miras del egoísmo y aclarando nuestra confusión. Esta brillante energía es capaz de atravesar la oscuridad de nuestro egoísmo, como el sol brilla a través de las nubes.

La compasión nos hace darnos cuenta del sufrimiento, nos ayuda a relacionarnos con él, y nos ayuda a soltarlo y dejar que se vaya. Si pensamos en el mundo que nos rodea y en los seres que soportan toda clase de sufrimiento, surge en nuestro corazón el deseo de ser capaces de ayudarles y aliviar su dolor. Si contemplamos cómo el dolor nos hace sentir atrapados y sin salida, se abre nuestro corazón y aparece el deseo de que todos los seres puedan estar libres del sufrimiento gracias a la sabiduría que hay en ellos mismos y que puede alumbrar su camino para salir de la oscuridad en la que están sumidos.

Para llevar a cabo una práctica de meditación contemplativa centrada en la compasión, lo primero que tenemos que hacer es recordar una experiencia personal que nos inspire ese sentimiento de compasión. No es suficiente con sentarse y pensar que deseamos que todo el mundo sea feliz. Tal vez podamos evocar una situación en la que vimos sufrir a un pobre animal sin poder hacer nada por aliviar su dolor, o cuando algún ser querido estuvo enfermo y sufriendo. Recordar alguna experiencia personal de este tipo puede provocar que surja la compasión de nuestro corazón, como una pequeña chispa puede prender un gran fuego.

Cuando sentimos ese sentimiento de compasión que empieza a fluir en nuestro corazón, lo extendemos poco a poco más allá de nosotros hacia nuestros seres queridos. Vamos ampliando la compasión que surge en nosotros, llegando incluso a sentirla por nuestros enemigos. La ira y el orgullo arrastran continuamente a los seres de un lado a otro, así podemos ver que las personas que nos causan problemas también están siendo impulsados por esas emociones negativas, y que también les causan sufrimiento como a nosotros mismos.

Aunque podemos distinguir entre dos tipos de compasión, la que va unida al apego y la que fluye con sabiduría. La compasión que sentimos por nuestros seres queridos suele ir acompañada de apego, por eso, aunque tengamos buenos deseos para ellos, suelen ir acompañados de envidia, miedo, o celos. La compasión no puede ser auténtica y sincera si hay apego porque estamos pensando de manera egoísta en lo que nosotros queremos, pues deseamos que esa persona deje de sufrir porque nos da miedo o nos hace sentir mal, porque nos hace sufrir a nosotros. A través de la meditación contemplativa podemos abrir el corazón y soltar las emociones negativas, conectando directamente con la compasión pura que reside en lo más profundo de nuestro interior.

No es cuestión de simplemente creer lo que te dice alguien, hay que contemplarlo, verlo por ti mismo, comprenderlo y convencerte tú mismo a través de la práctica. En la meditación contemplativa nos centramos sobre un tema o un pensamiento y mantenemos durante cierto tiempo nuestra mente en ello. Al mantener la mente durante suficiente tiempo sobre algo, nos familiarizamos con eso, viéndolo con más claridad, y comprendiéndolo más profundamente. Si contemplamos la compasión, manteniendo nuestra mente en la felicidad de los demás, nos damos cuenta cuando estamos pensando en nosotros mismos en su lugar, y al reconocerlo llevamos de vuelta nuestra mente a la compasión. Así se convierte en algo familiar y lo podemos incorporar a nuestra experiencia.

Gracias a la luz que nos da la sabiduría, que nos muestra cómo son las cosas, aprendemos a ofrecer nuestra compasión a los demás, pero no de una manera egoísta para evitar sufrir nosotros mismos, sino porque comprendemos que todos los seres son como nosotros, desean lo mismo, buscan la felicidad y no desean sufrir. Cuánto más fluya la compasión en nuestro corazón, más se abrirá nuestra mente y más felices seremos.

Cada mañana, al despertar, deberíamos recordar que la compasión y la sabiduría son las que nos van a guiar hacia la auténtica felicidad. No pensemos que la compasión es simplemente la respuesta del débil frente a una agresión abrumadora. Una mente llena de sabiduría y compasión es como la bandera que nos guía a la victoria, si mantenemos esta mente bien alta en nuestra vida, la energía del caballo de viento nos impulsará a vivir con un corazón abierto y compasivo considerando y beneficiando a los demás.

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