CONVIERTE UN ERROR EN ALGO HERMOSO


Vas a cometer algún error de cualquier manera, pero si eres capaz de verlo con una mente clara, puedes acabar con algo mucho más hermoso que la perfección.

Los errores se cometen con facilidad. Empiezan desde que nacemos y, sin duda, marcan todo nuestro inevitable recorrido por la vida. Las ideas que nos hacemos en nuestra mente acaban, una y otra vez, convirtiéndose en errores al enfrentarse a la realidad.

El fruto de nuestra práctica no es que milagrosamente nunca volvamos a cometer errores, sino más bien ver claramente lo que sucede, para que entonces podamos encontrar una forma adecuada de actuar.

Los errores son inevitables y para vivir una vida con sentido, antes que nada, debemos resistirnos a creer que nuestra vida es una historia de fracasos. En lugar de eso, recogemos las piezas rotas y las transmutamos en un adecuado y hermoso cambio. En otras palabras, la cuestión es cómo reparamos ese error.

En Japón hay una práctica que proviene del siglo XV, en la que artesanos con una gran habilidad desarrollaron la reparación de cerámica de tal manera que la convirtieron en un arte llamado kintsugi. El proceso consiste básicamente en reparar cerámica rota con un barniz que es espolvoreado con polvo de oro y luego pulido. En lugar de intentar esconder los defectos, los trozos de boles, o platos, son recompuestos cuidadosamente y las líneas por donde se habían roto se resaltan con oro, convirtiéndolos en objetos preciosos honrados e incluso apreciados por sus imperfecciones.

En el kintsugi, la realidad de la rotura representa una oportunidad para la transformación en conciencia. Qué metáfora tan maravillosa para nuestras vidas. Durante años podemos estar intentando abandonar nuestras ideas de cómo debe ser la realidad de los demás o la nuestra propia. Pero, por otra parte, también debemos tener cuidado para no abandonar o negar la verdad de nuestros desafíos. No podemos simplemente decir que estamos en un lío sin solución y dejarlo así.

Entonces ¿qué podemos hacer? Este arte del kintsugi de reparar con oro requiere, antes que nada, una visión clara para ver lo que es. Hay que deshacerse de todas las historias sobre lo imposible de una situación, o sobre la desolación que tenemos que asignar, categorizar, o a la que tenemos que aferrarnos. Hay que abrir un espacio claro para la reparación.

Desde ese lugar, podemos encontrar las piezas indagando. Una vez encontradas, se pueden unir las piezas. La realidad del momento presente, junto con el amor y la compasión que tenemos por ello, nos proporciona el pegamento. El polvo de oro es la maravilla de estar, sin lugar a dudas, tan tremendamente vivos.

Y de esta manera, el frágil y espectacular proceso de recoger lo que se ha roto y repararlo empieza una y otra vez. Simplemente imagina el bello arte del kintsugi minuciosamente extendido a través del tiempo y el espacio, tratando con ternura cada lugar roto que puedas encontrar en tu vida hasta que todos ellos se conviertan en auténtico oro. Así espero que sea.



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