Una explicación en detalle de una
técnica de meditación básica: la meditación de la respiración.
Esta clásica práctica de meditación está diseñada para
aumentar la capacidad de centrarse al enseñar a enfocarnos sobre la inhalación
y la exhalación.
Siéntate cómodamente
sobre un cojín o una silla. Mantén tu espalda erguida, pero sin esfuerzo y sin
exagerar la postura. Si no puedes estar sentado, acuéstate sobre la espalda,
sobre una esterilla de yoga o una manta doblada, con los brazos a los lados.
Cierra los ojos, si te sientes así cómodo. Si no, dirige
suavemente la mirada un metro o dos delante de ti. Busca un estado de
relajación alerta.
Respira profundamente tres o cuatro veces, sintiendo cómo
entra el aire por la nariz, llena tu pecho y tu abdomen, y fluye de nuevo hacia
afuera. Después deja que tu respiración vuelva a su ritmo natural, sin forzarla
o controlarla. Siente simplemente la respiración, sin intentar cambiarla o
mejorarla. Vas a respirar de cualquier forma, así que simplemente siente tu
respiración.
Date cuenta de dónde sientes más intensamente la respiración.
Quizás la notas más en la nariz, quizás en el pecho o en el abdomen. Después
deja descansar tu atención ligeramente, tan ligeramente como se posa una mariposa
en una flor, en esa área.

Deja que tu atención descanse en la sensación de la
respiración de forma natural, una respiración tras otra. ¿Te has dado cuenta de
cuántas veces aparece la palabra “descansa” en estas instrucciones? Esta es una
práctica de mucho descanso. No tienes que cambiar nada, forzarlo, o “hacerlo
correctamente”, simplemente siéntelo. No necesitas hacer la respiración más
profunda o más larga o diferente de como es. Sencillamente préstale atención a
cada respiración.
Es posible que descubras que cambia el ritmo de tu
respiración. Déjalo que sea como sea. Hay algunas personas que se pueden preocupar
demasiado, poniéndose muy nerviosas al observarse a sí mismas respirando, y
pueden hiperventilar un poco, o incluso aguantar su respiración sin darse mucha
cuenta de lo que están haciendo. Si eso sucede, simplemente respira más
suavemente. Para ayudarte a mantener tu conciencia de la respiración, puedes
experimentar diciendo silenciosamente en tu mente “dentro” con cada inhalación
y “fuera” con cada exhalación. Pero haz este comentario mental muy
tranquilamente dentro de ti, para que no alteres tu concentración en las
sensaciones de tu respiración.
Surgirán muchas
distracciones: pensamientos, imágenes, emociones, dolores, molestias, planes…
Simplemente quédate con tu respiración y déjalas ir. No tienes que ir tras
ellas, no tienes que agarrarte a ellas, no tienes que analizarlas. Estás simplemente
respirando. Conectar con tu respiración cuando surgen pensamientos o imágenes
es como localizar a un amigo entre una multitud: no tienes que apartar a todos
los demás o decirles que se vayan, simplemente diriges tu atención, tu
entusiasmo, tu interés hacia tu amigo. Piensas “Oh, ahí está mi amigo entre esa
multitud. Oh, ahí está mi respiración, entre esos pensamientos, sensaciones y
sentimientos”. Si aparecen distracciones lo bastante fuertes para apartar tu
atención de la sensación de tu respiración –sensaciones físicas, emociones, recuerdos,
planes, una increíble fantasía, un montón de tareas pendientes, o cualquier
otra cosa—o si te estás quedando dormido, no te preocupes. Intenta dejar ir las
distracciones y llevar tu atención de vuelta a la sensación de la respiración.
Una vez que te has dado cuenta de lo que ha captado tu
atención, no tienes que hacer nada. Simplemente sé consciente de ello sin
añadirle nada más: sin juicios (“¡Me he quedado dormido! ¡Estoy tonto!), sin interpretaciones
(“¡se me da muy mal esto de la meditación!”), sin comparaciones (¡seguramente
todos pueden estar con su respiración mucho más tiempo que yo!” o “¡debería
tener mejores pensamientos!”), y sin proyecciones sobre el futuro (“¿y si este
pensamiento me irrita tanto que no puedo volver a concentrarme en la
respiración? ¡estaré enfadado toda mi vida! ¡nunca voy a aprender a meditar!”).
Pero no tienes que enfadarte contigo por tener algún
pensamiento. No tienes que evaluar su contenido, simplemente reconocerlo. No
tienes que desarrollar tu pensamiento o sentimiento. No estás juzgándolo. No
estás luchando contra él ni tampoco cayendo en sus brazos y dejándote llevar
por él. Cuando te des cuenta que tu mente no está pendiente de tu respiración,
observa qué es lo que hay en tu mente. Y después, sin importar lo que sea, suéltalo.
Vuelve a enfocarte en la sensación de tu nariz o en tu abdomen, o donde sea que
sientas tu respiración.

Cada vez que te encuentres especulando sobre el futuro,
rememorando el pasado, o envuelto en la auto crítica, guía tu atención de
vuelta a las sensaciones presentes de la respiración. Si te ayuda a recuperar
la concentración, puedes decir mentalmente “dentro” y “fuera” con cada
respiración, como se sugirió anteriormente. Nuestra práctica es soltar
suavemente y volver a enfocarnos en la respiración. Fíjate en la palabra “suavemente”.
Reconocemos y soltamos las distracciones suavemente, y suavemente nos
perdonamos por habernos distraído. Siendo muy amables con nosotros mismos, una
vez más volvemos a dirigir nuestra atención a la respiración.
Si tienes que soltar las distracciones y volver a empezar mil
veces, está bien. Eso no es un obstáculo para la práctica, eso es la práctica.
Así es la vida: empezar una y otra vez, con cada respiración.
Si te sientes adormilado, siéntate más erguido, abre tus ojos
si los tienes cerrados, respira profundamente unas cuantas veces, y después
vuelve de forma natural a la respiración. No tienes que controlar la
respiración o hacerla diferente de cómo es. Simplemente quédate con ella.
Siente el principio y el final de la inhalación, el principio y el final de la
exhalación. Siente esa pequeña pausa al principio y al final de cada
respiración.
Continúa siguiendo tu
respiración, y empezando de nuevo cuando te distraigas, hasta que se acabe el
tiempo que habías decidido estar meditando. Cuando estés preparado, abre tus
ojos y levanta la mirada.
Intenta llevarte contigo algunas
de las cualidades de la concentración que acabas de experimentar –presencia, calma,
observación, disposición a volver a empezar, y amabilidad— a la siguiente actividad
que vayas a realizar en casa, en el trabajo, con los amigos, o entre desconocidos.
Impregna poco a poco tu vida con esa actitud de calma y conciencia que acabas
de experimentar.
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