Recitar o salmodiar textos y
enseñanzas puede ser una expresión de unidad, con la esencia del estado
despierto de la mente, con los compañeros de viaje en nuestro camino al
despertar, y con el mismo Universo.
En las enseñanzas guerreras, los cánticos o salmodias siempre
han formado parte de las prácticas esenciales. En su origen, tanto la
recitación como el cántico se usaba como formas de memorizar las enseñanzas, y
también como expresión de compromiso.
En algunos linajes de
enseñanzas, aunque se considera la meditación sentada y en silencio como la
práctica esencial, los cánticos se utilizan como una preparación para la
mediación. En otros linajes, es el cántico la práctica principal. En muchas
tradiciones, se considera que el cántico surge del más profundo nivel de
realidad, de la verdadera naturaleza del yo que es vacuidad, unidad, o el
origen sin forma de la esencia del ser. No se ve el cántico como una creación
del ser confuso con intenciones dualistas del ego, sino como una manifestación
de la unidad cósmica y de la naturaleza del despertar.
El cántico no es activo ni pasivo, es receptivo. Se realiza
el cántico para poder recibir la espontánea energía cósmica de la ausencia de
ego, de la vacuidad, de la unidad. De esta forma, en lugar de ser la inductora,
la persona que realiza el cántico es el recipiente de la energía del despertar,
la vasija receptora de la sabiduría y la compasión del Universo. Este concepto
está presente en muchos cánticos en los que nos confiamos a la energía cósmica.
El cántico implica un
gran esfuerzo de concentración para los principiantes, que intentan memorizar
un cántico, aprender el tono y el ritmo correctos, y, si se realiza en grupo,
armonizar con los demás. Pero según se profundiza en la práctica, poco a poco
hay menos esfuerzo consciente y más sensación de dejarse llevar con el fluir
del canto. Esto se acompaña a menudo de un cambio en el centro físico del
canto, que podemos sentir que se traslada de la garganta al corazón, para
profundizar en el abdomen y, finalmente, en la misma esencia de nuestro ser, el
profundo flujo de la unidad con la realidad.
Aunque algunos cánticos pueden tener una melodía, la mayoría
son más bien monótonos, ya que las prácticas contemplativas se basan en la
ecuanimidad y la calma. Los cánticos guerreros transmiten una profunda
conciencia de la unidad cósmica. Aunque, a pesar de que el énfasis se pone en
la ecuanimidad, la calma, y el flujo contemplativo del cántico, también hay una
profunda alegría que surge de la sensación de liberarse de las ataduras del
apego y el sufrimiento, y del sentimiento de compasión e interdependencia con
todos los seres.
Si realizas el cántico en grupo, a veces sentirás cómo tu voz
se mezcla más fácilmente con las voces de los demás. Aún así, al mezclarnos con
los demás, no perdemos nuestra individualidad, más bien nuestra individualidad
enriquece el sonido del canto grupal y, de hecho, la energía del grupo cantando
es mayor que la suma de sus partes. Cada una de nuestras voces lleva la huella
de nuestra personalidad y experiencias. La vacuidad, o ausencia de ego, es
inseparable de las múltiples manifestaciones de la forma.
Ya que nuestra
existencia es transitoria, y cada momento es precioso, debemos emplear todo
nuestro ser en cada una de las sílabas. Cuando estamos completamente presentes
y atentos cantando, entonces muchas mentes se convierten en una sola mente, y
una mente se libera en no mente, en vacuidad, y en el inmenso flujo de la
unidad de la realidad. Finalmente, ya sea que estemos físicamente en un grupo o
solos, cada vez que cantamos, todos los seres –en todo lugar, pasado, presente
y futuro—se mezclan, disuelven, y se hacen uno con nosotros en el gran viaje de
la compasión ilimitada.
Si quieres experimentar esta forma de practicar, con
cánticos, letanías o salmodias, puedes seguir estos tres sencillos pasos:
1.Prepara el espacio
Escoge un canto como
el Sutra del Corazón, un homenaje a los seres despiertos, o una súplica
invocando las energías protectoras del universo. Si no conoces la forma de
cantarlo, puedes buscar alguna grabación online de ese texto para orientarte, o
simplemente recitarlo con un ritmo pausado pero continuo cuando llegue el
momento. Busca o crea un espacio contemplativo con un sencillo altar, que puedes
crear con una imagen inspiradora, como una estatuilla o un lienzo, una vela y
una flor. Enciende una barrita de incienso y, si dispones de ella, coloca un
cuenco o campana cerca de tu cojín de meditación o asiento, que habrás colocado
de cara al altar.
2.Prepara cuerpo y mente
Prepara brevemente tu
cuerpo y tu mente con un momento de meditación sentada en silencio. Concluye la
meditación con una inclinación o saludo al altar y coge el canto con las dos
manos. Si no lo tienes en un libro, puede ser útil tenerlo escrito en una
cartulina. Para empezar a cantar haz sonar la campana y relájate con su sonido.
3.Deja que el canto se desarrolle
El poder del canto
surge de lo más profundo de tu interior, según vas soltando el deseo de tu
mente dualista de controlar la realidad. Así que deja que se desarrolle el
canto. Céntrate más en el sonido continuo del canto que en el significado de
las palabras. Con el tiempo, según tu canto se va haciendo más profundo y vas
entrando en el flujo de la unidad más allá de las palabras, el significado se
hará evidente de forma natural.
Para acabar, toca de nuevo la campana y haz
otra inclinación.
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