RELAJACIÓN PROFUNDA



Relajar la mente es un objetivo importante en la práctica del guerrero, pero para hacer eso hay que relajar también el cuerpo.

Tener una práctica interior o espiritual no quiere decir que sólo nos ocupemos de nuestra mente. La mente y el cuerpo son dos caras de una misma realidad y se ayudan mutuamente. A causa de la forma de vida que llevamos, el estrés se acumula en nuestro cuerpo y merma nuestra sensación de bienestar. Cuidando nuestro cuerpo e incorporando en nuestra vida diaria momentos de profunda relajación, reducimos el estrés, la ansiedad, y la irritación, y ayudamos a equilibrar cuerpo y mente.

A veces nuestro cuerpo necesita descansar, pero nuestra mente sigue queriendo hacer muchas cosas. Aunque pensemos que podemos pasar por alto las necesidades del cuerpo con nuestra mente, eso no es algo que podemos seguir haciendo para siempre. De cuando en cuando necesitamos parar, llevar nuestra atención de vuelta al cuerpo, y relajarnos.

De lo contrario, la tensión va aumentando y podemos perder la paciencia muy fácilmente comportándonos de forma desagradable con los demás. Cuando nos sintamos afectados por una fuerte emoción o estemos quemados -sentimos que es demasiado y vamos a rompernos- ese es el momento perfecto para una relajación profunda.

La práctica de la relajación profunda se basa en una antigua enseñanza de atención en el cuerpo, en la que se recomienda ir visitando cada parte de nuestro cuerpo para que sepamos lo que está sucediendo en él. De la misma manera en que practicamos el darnos cuenta de cada estado mental –aceptándolo, comprendiéndolo, y después soltando cada estado que surge— practicamos de la misma forma con nuestro cuerpo, visitando cada parte con atención, aceptación, cariño, y sin juzgar.

Una sesión completa de relajación profunda puede durar de veinte minutos a una hora. Utilizamos nuestra atención como un rayo de luz para escanear nuestro cuerpo, llevando conciencia y relajación a cada una de sus partes.

1. Conciencia de la respiración y de la tierra

Acuéstate sobre la espalda con los brazos a los lados. Si lo prefieres, puedes sentarte en una silla. Ponte cómodo, cierra los ojos, y relájate. Empieza a seguir tu respiración y simplemente siente tu inhalación y exhalación. Siente la tierra debajo de ti, soportándote. Lleva la conciencia a tu abdomen subiendo y bajando. Si te sientes agitado o disperso, pon tu mano sobre el abdomen y siéntelo subir y bajar conforme el aire entra y sale. Di en silencio para ti mismo: “Al inhalar, estoy con mi inhalación. Al exhalar, estoy con mi exhalación.

2. Escaneo del cuerpo y gratitud

Continúa siguiendo tu respiración según vas llevando conciencia y relajación a cada parte de tu cuerpo, de la cabeza a los pies. Puedes empezar con los cabellos de tu cabeza, tu cráneo, cerebro, frente, etc. Para cada parte de tu cuerpo, di algo en silencio para ti mismo como esto: “Al inhalar, soy consciente de mis ojos. Al exhalar, libero la tensión de todos los pequeños músculos alrededor de mis ojos”.

Según vas llevando sucesivamente tu atención a cada parte del cuerpo, contempla tu gratitud. Por ejemplo, a menudo olvidamos nuestro corazón, aunque está palpitando noche y día. Ahora tenemos la ocasión de prestar atención a nuestro corazón y mostrarle nuestro aprecio. Di en silencio para ti mismo: “Al inhalar, llevo mi atención a mi corazón. Al exhalar, soy consciente de mi corazón”.

3. Déjate ir hasta la relajación profunda

Lleva tu conciencia de nuevo a tu abdomen subiendo y bajando. Puedes disfrutar de unos minutos de silencio o de música suave. Si durante la sesión sientes que te estás durmiendo, no te resistas. La experiencia de dormir durante la relajación profunda es breve pero libre de agitación y es nutritiva y sanadora. Una vez que acabes la sesión, mueve primero tus brazos y piernas, después abre tus ojos. Levántate suavemente. Estírate un poco. Ponte de pie despacio. Toma un momento para respirar y ser consciente de las sensaciones de tu cuerpo.


Cuando estés teniendo un día intenso en el trabajo, la escuela, o con las actividades familiares, y no tengas tiempo para una sesión completa de relajación profunda, divide tu día en segmentos y relájate entre cada segmento o actividad. Puedes hacer varios descansos breves de relajación profunda cada día. Normalmente pensamos que no podemos tomarnos ni un momento para descansar, pero tan sólo unos pocos minutos de relajación profunda pueden renovarnos y traer de nuevo paz y vitalidad al cuerpo y la mente.

Encuentra un lugar para acostarte donde nadie te moleste. Si no hay suficiente espacio, pon una silla junto a una pared, cierra tus ojos, y estira tus piernas. Relaja tu cuerpo y sigue tu respiración. Lleva tu atención sólo a unas cuantas partes de tu cuerpo en vez de hacer la secuencia completa. Los hombros son a menudo un buen lugar adonde llevar nuestra atención: “Al inhalar, soy consciente de mis hombros. Al exhalar, relajo mis hombros y suelto la tensión”. Después de relajarte así durante unos minutos, irás a tu siguiente actividad refrescado y con más energía física y claridad mental.

La relajación profunda también te puede ayudar si tienes problemas para dormir. Acuéstate en tu cama y presta atención a tu respiración. Pon la mano sobre tu abdomen, siéntelo subir y bajar al inhalar y exhalar. Puedes decirte mentalmente: “Al inhalar, soy consciente de los músculos de la cara. Al exhalar, relajo los músculos de mi cara”, o simplemente “al inhalar, sonrío. Al exhalar, me relajo”. Una suave sonrisa relajará los músculos de tu cara y te ayudará a calmar tu sistema nervioso. Esto es ser cariñoso contigo mismo. Incluso si no duermes, descansar de esta manera puede ser casi tan bueno como dormir.





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