MEDITAR SIN PENSAR


Normalmente, cuando usamos la palabra “meditación”, no nos estamos refiriendo a la meditación en sí misma, que es un estado de ser, o un estado de la mente. En su lugar, nos referimos a una acción, como “¿has hecho tu meditación esta mañana?” o “¿cuántas horas te sientas a meditar cada día?” Cuando utilizamos la palabra meditación de esta manera, nos estamos realmente refiriendo a una actividad, no a una condición de ser.

Cuando decimos “meditar sin pensar”, es realmente redundante, porque no hay meditación pensando, por lo que entonces no tenemos que decir meditación sin pensar. Eso es imposible. La verdadera meditación es un estado en el que no estamos dando vueltas en la cabeza a ninguna historia. Es otra cosa lo que sucede, es una experiencia diferente. Eso no significa que cuando estamos meditando no surja ningún pensamiento en nuestro ámbito de conciencia. Quiere decir que no seguimos a esos pensamientos, no pensamos. En otras palabras, cuando estamos pensando, nos involucramos con los pensamientos que aparecen y los seguimos. Cuando estamos pensando, hay un sujeto (yo estoy) y un objeto (pensando). Y eso significa que hemos creado una brecha, y nos hemos separado de nuestra propia experiencia. Eso es pensar. Pensar no es conciencia, es lo opuesto a ser consciente. Pensar es seguir un argumento que nos aleja del momento presente, y siempre hay una sensación de alguien que está pensando.

Cuando estamos enfadados, apoyamos, fortalecemos, y aumentamos ese enfado dándole vueltas a una historia alrededor de ello. Y cuanto más justificable y compleja pueda ser esa historia que creamos, mejor nos sentiremos con nuestro enfado. Cuando decimos “tengo las cosas claras”, quiere decir que imaginamos que consideramos nuestra historia directamente de lo que sucede en nuestro ámbito de experiencia. Pero si preguntamos a un grupo de personas de un auditorio lo que se les acaba de decir, seguramente tendremos al menos quince versiones diferentes de lo que se ha dicho. En este sentido, no hay algo como “un hecho objetivo”. Todo es relativo según la percepción del que percibe.

Cuando nos enfadamos, siempre culpamos a alguien por lo que nos ocurre: “Si no hubieras hecho eso, no me sentiría así”. Pero ¿no es nuestra práctica aprender que siempre somos responsables de nuestro estado emocional? No es culpa de nadie más. Tampoco estamos diciendo que todos los demás son perfectos, no es eso en absoluto. Simplemente no es por ellos. Cuando sientes algo, es por ti.

Podemos ver que nuestras experiencias previas dan lugar a las conjeturas o suposiciones, que se convierten en nuestro recuerdo, que después utilizamos para construir pensamientos. A menudo los pensamientos son sobre historias pasadas, y a veces se anticipan al futuro, basándose en el pasado. No podemos pensar en el presente, es imposible. Cuando tenemos un pensamiento sobre algo, es una reflexión sobre ese algo. Es inmediatamente el pasado, incluso si sólo fue un segundo antes. Si estamos pensando, siempre es sobre un momento, un movimiento, o una acción que ya ha ocurrido, o que quizá vaya a ocurrir: el pasado o el futuro, nunca el presente.

No podemos dejar de pensar intentando no pensar. Esa especie de esfuerzo circular no tiene fin, y nunca lleva a ninguna realización. En su lugar, podemos estar simplemente conscientes. Cuando miramos algo como, por ejemplo, un arcoíris, ¿es posible simplemente mirarlo, sin situarnos inmediatamente en el tiempo, pasado o futuro, al comentarlo: “Oh qué hermoso”? Porque cuando comentamos algo estamos insertando un espacio, una separación, entre nosotros y lo que estamos observando. Nos estamos separando de nuestra experiencia.

Mientras estás leyendo esto ¿puedes simplemente leerlo, sin estar de acuerdo o en desacuerdo con lo que lees? ¿Puedes simplemente ser, sin traer a tu mente ninguna historia del pasado, sin anticiparte al futuro, sin añadir nada extra a la experiencia de ser? Cuando estás practicando algún ejercicio, o entrenando, ¿estás simplemente haciendo lo que haces, o estás observando, observándote a ti mismo hacerlo?

Mientras estemos vivos y conscientes, debemos seguir estando abiertos y aprendiendo en cada momento. Sólo cuando seamos capaces de llevar una vida de esta manera sin pensamientos, abiertamente curiosa, disponiendo y usando nuestro conocimiento pasado, pero no dependiendo de él, solamente entonces podremos entrar en contacto con lo que no puede acumularse ni medirse. No se puede medir porque no hay una “cantidad” de ello. No se acumula, pero continúa abriéndose infinitamente.

Es este preciso momento, siempre nuevo y abriéndose constantemente a nuestros sentidos, antes de que surja un pensamiento o un juicio de valor. Cuando estamos en este estado de conciencia del momento presente, muy práctico y real, aunque indescriptible, es a esto lo que podemos llamar verdaderamente “meditar sin pensar”.

Si observamos con atención cómo comparamos unas cosas a otras, veremos que pensar es juzgar. Para llegar a todos nuestros juicios sobre cada acontecimiento, emoción, pensamiento, o acción que percibimos, tenemos que compararlo con alguna otra cosa. Si no hay comparación con algo más, entonces no tiene un valor relativo para nosotros. No puedes decir que algo es grande o pequeño si no lo comparas con otra cosa. No puedes decir que algo es cierto o no si no lo comparas con algo más. No hay nada que podamos concebir que tenga un valor intrínseco sin mirarlo en relación con algo más. Esa es la naturaleza del pensamiento. Eso es lo que hacemos cuando pensamos. Por eso, precisamente, cuando simplemente permanecemos abiertos, atentos y conscientes, observando lo que sea que surja, fuera o dentro de nosotros mismos, eso es meditación, “meditación sin pensar”.




Más abajo puedes dejar un comentario sobre lo que te ha parecido esta publicación y también sugerir algún tema sobre el que te gustaría leer en futuras publicaciones. Gracias por tu colaboración.



Comentarios

Publicar un comentario

Gracias por tu colaboración.