LOS EXTREMOS Y LA UNIDAD



Cuando nos apegamos a cualquiera de los extremos, perdemos de vista el conjunto de la vida que es sólo una.

Cuando nuestra mirada se queda fija en un extremo, sea cual sea, no podemos percibir el conjunto en su totalidad ¿Cómo podremos darnos cuenta de que la Unidad lo engloba todo? Cuando dejamos que el apego por un solo aspecto de la vida nos mantenga fijos en una posición, nuestra perspectiva es limitada y parcial, y el mundo aparece ante nosotros dividido en diferentes opuestos: bueno y malo, alto y bajo, agradable y desagradable.

Con esa perspectiva fija es imposible ver y apreciar la Unidad de la vida, donde los extremos juegan y bailan entre sí, porque son diferentes aspectos de un Todo mayor que ellos, que los une y comunica. Lo que nos parece separado nunca dejó de ser uno, pero el apego por uno de esos extremos nos hizo tomar un bando, enfrentándonos con el extremo opuesto.

¿Podríamos quedarnos sólo con el día y desterrar la noche? Ambos extremos son necesarios y existen porque existe el otro. Ambos extremos no son en realidad tan diferentes, son las manifestaciones del juego del universo en su continuo movimiento. El día y la noche se complementan, se suceden, nacen el uno del otro, se dan vida mutuamente.

No podemos quedarnos solo con la vida. La vida y la muerte son extremos que se disuelven en el infinito del universo. La vida nace de la muerte, y la muerte es necesaria para que la vida continúe.


¿Somos tú y yo tan diferentes? ¿acaso seremos extremos que se tocan? ¿Seremos capaces de abrir nuestras mentes y nuestros corazones para apreciar la Unidad de la que ambos formamos parte?




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