LA MAGIA DEL MOMENTO PRESENTE



Debemos conectar las tradiciones con nuestra experiencia de la vida, unir la sabiduría del pasado con nuestras vivencias, a través del ahora, de la magia del momento presente.

Todos somos individuos independientes desde que, al nacer, nos separamos de nuestra madre. Aunque se mantenga un vínculo emocional con nuestros padres, según vamos creciendo y pasan los años, ese vínculo va siendo menor y nos volvemos más independientes, capaces de funcionar y vivir de una manera autónoma e independiente.

El guerrero, mientras recorre su camino y avanza en su viaje, va dejando atrás sus apegos, entre ellos el de ser “hijo de alguien”. Los principios guerreros le ayudan a trabajar su disciplina para madurar y liberarse de las ataduras emocionales que no le dejan volar libre. Pero después de liberarse, cuando ya ha madurado, debe compartir su experiencia con la sociedad en la que vive. De esta manera, el guerrero expresa su amplia visión, que aprecia el mundo en toda su inmensidad.

Según va madurando el guerrero, aparece en él un sentimiento natural de hermandad con todos los seres, con la naturaleza, y con el universo al completo. Y desde ese sentimiento profundo de conexión con la vida, surge el impulso de ayudar a otros seres, y de aportar algo de sí mismo para hacer más auténtica esta sociedad.

Pero no es suficiente con pensar o sentir que nos interesamos por los demás, la relación del guerrero con otras personas, con otros seres vivos, debe manifestarse de una manera concreta, personal, y práctica. Y lo más práctico e inmediato para compartir nuestra experiencia con otros, y ayudarles en lo que sea posible, es ponernos a trabajar ahora mismo en nuestro ámbito familiar, personal, doméstico, para extendernos desde ahí al resto del mundo. Por eso es importante para el guerrero tener una familia, respetar el aspecto cotidiano de la vida diaria y enriquecerla elevándola a un nivel superior gracias a su atención y su cuidado.

Para mejorar la sociedad no es suficiente tener una visión de cómo debe ser un mundo despierto, porque hay muchas ideas diferentes de cómo organizar una sociedad ideal. Cada idea puede tener su valor, pero es indispensable que se integre con la experiencia personal del día a día que tiene cada uno. Sin esa integración práctica, las visiones ideales de la sociedad se quedan muy lejos de la realidad de la vida. A pesar de los problemas que vienen y van en nuestro diario vivir, hay que respetar la vida en sus aspectos cotidianos, porque así podremos hacer realidad nuestra visión de esa sociedad despierta a nivel familiar, para poder realmente extenderla al resto del mundo que nos rodea.

El guerrero también está orgulloso de la sabiduría que ha heredado de su familia. Aunque libre de las ataduras de los apegos familiares, el guerrero respeta su familia y sus orígenes, sin volverse arrogante por ello, ni separarse del resto de sus congéneres. Simplemente se da cuenta que, la organización de la familia y la experiencia de vivir en ella, manifiesta la profunda sabiduría de su cultura que ha llegado hasta nosotros transmitida por nuestros ancestros, y que sigue viva en los aspectos cotidianos de nuestra vida. O sea que, apreciando nuestras raíces y nuestra tradición heredada, nos abrimos aún más a la inmensa riqueza del mundo en el que vivimos.

Aunque en la actualidad ya no se considera tan importante la familia como pieza esencial de la sociedad, aún podemos encontrar culturas, algunas tan modernas como la japonesa, en las que se mantiene una profunda tradición de respeto y aprecio por los antepasados. Se puede pensar que eso es una manifestación del pensamiento primitivo o la superstición, pero la veneración o aprecio del linaje de nuestros antepasados puede manifestar el respeto por la sabiduría que se ha ido acumulando en nuestra cultura, y que se ha transmitido, generación tras generación, hasta llegar a nosotros. Esto no quiere decir que tengamos que volver a rendir culto a los antepasados, sino que debemos darnos cuenta que la sabiduría se viene acumulando durante miles de años por las personas que nos precedieron. No debemos olvidar las contribuciones de los que nos precedieron, porque no reconocer los recursos propios del ser humano, esa esencia del corazón de guerrero que hay en nuestro interior, se ha convertido en uno de los mayores problemas de nuestra sociedad actual.

Pero, debemos ser conscientes que solamente apreciando el pasado no vamos a solucionar los problemas del presente. Debemos encontrar un vínculo que una las tradiciones y la experiencia actual de nuestra vida. Ese ahora, esa magia del momento presente, es lo que conecta el presente con la sabiduría del pasado. Igual que apreciamos una obra de arte, una música, o un libro, sin importar cuándo se creó, en ese preciso momento en que lo vemos, escuchamos, o leemos, de la misma manera tenemos la experiencia del ahora, de forma inmediata, a cada momento, con cada experiencia de nuestros sentidos. Siempre es ahora.

Para poder tener esa vivencia, esa experiencia inmediata de la realidad, debemos darnos cuenta que este preciso momento, este instante de nuestra vida, siempre es “el momento”, la oportunidad de ser conscientes de quién somos y de dónde estamos, en este mismo instante, en el ahora, en el momento presente. Este es uno de los motivos por los que nuestra vida diaria, doméstica y ordinaria, es tan importante para nuestra experiencia. Tenemos que apreciar la preciosa oportunidad que nos da nuestra vida cotidiana, considerar nuestro hogar como un lugar sagrado, porque nos está dando continuamente la oportunidad de experimentar el momento presente, a un nivel muy práctico y sencillo. Y empezamos a reconocer ese aspecto sagrado cuando, sencillamente, prestamos atención a todos los detalles de nuestra vida. Nos interesamos por cada pequeña cosa, siendo conscientes de lo que va ocurriendo en nuestro día a día. Si nos hacemos conscientes de todos estos detalles, esa misma magia del ahora puede ayudarnos a reducir en nuestra vida la prisa, el caos, las neurosis, los resentimientos, y otros obstáculos que nos dificultan nuestro viaje por la vida, al separarnos del ahora.

Si queremos promover una sociedad despierta, el ahora es fundamental. Si nos preguntamos cómo podemos ayudar a la sociedad, cómo podemos estar seguros de que lo que hacemos es bueno y genuino, la respuesta está en el momento presente. Un presente verdadero, en el que no estemos buscando otro ahora distinto del que hay en este preciso momento, porque entonces sólo encontraríamos pasado o futuro.

Para no corromper el ahora con algún falso sinónimo, debemos mantenernos en el momento presente. De esta manera podemos experimentar la sabiduría y la dignidad del guerrero en el ahora, y mantener esa inmediatez en nuestras vidas, para que no aparezca en ningún momento un atisbo de corrupción.

Una sociedad despierta necesita fundamentos sólidos y firmes donde apoyarse, y precisamente esa experiencia del ahora en nuestra vida familiar los proporciona. Desde nuestra situación personal y ordinaria de cada día podemos extendernos al resto de nuestro mundo. Si consideramos realmente sagrado a nuestro hogar, podremos dedicarnos a nuestras actividades domésticas con toda nuestra conciencia y atención, disfrutando de ellas, en lugar de sentirnos perdidos en el caos y atrapados por nuestra situación. Es posible que pensemos que es algo trivial y poco profundo fregar los platos o hacer la comida, pero si somos plenamente conscientes mientras realizamos cualquier actividad cotidiana, esta se convertirá en un intenso entrenamiento, que nos ayudará a seguir abriéndonos cada vez más a la vida, en lugar de reducirnos a una estrecha y monótona rutina.

Algunos pensarán que, aunque tienen una visión de lo que sería una sociedad despierta, los problemas que tienen en su vida –dinero, hijos, pareja, trabajo—le impiden hacer realidad su sueño, porque la visión y su vida cotidiana chocan entre sí. Pero sí es posible aunar nuestra visión con el aspecto práctico de la vida, podemos combinarlos en este preciso momento, en el ahora.

Existe demasiada gente que piensa que los problemas de nuestro mundo se resolverán conquistando la tierra, conquistando los elementos o la genética, en lugar de relacionándonos abierta y directamente con la tierra, con la realidad y la vida, tal como son. Ese es uno de los aspectos del mundo oscuro de la confusión: intenta conquistar, doblegar la tierra a su antojo para manipular la realidad. Pero la visión del guerrero no es un intento de crear un mundo irreal, donde no existan las heridas ni las dificultades. La visión del guerrero es vivir en este mundo que tenemos, tal y como es, vivir en el territorio de la verdad, apoyándonos sobre la tierra que nos nutre y soporta nuestros pies. Debemos aprender a vivir en este mundo sin luchar contra él ni querer que se acomode a nuestro gusto. Aunque vivamos en la modernidad de una ciudad del siglo XXI, tenemos la posibilidad de vivir apreciando el aspecto sagrado de nuestra vida, esa magia del momento presente que nos mantiene conectados con la realidad, y que es la base para construir una sociedad despierta.  




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