LA CALMA Y EL MOVIMIENTO



Cuando se detiene el movimiento, vuelve a aparecer la calma, y esta misma calma da lugar a un nuevo movimiento.

Ningún movimiento dura para siempre, todo movimiento llega a su fin en un momento u otro. Siempre hay un momento en que la lucha tiene que acabar. Cuando cesa el movimiento aparece la calma, esa calma que siempre ha estado ahí, aunque no pudiéramos apreciarla por el ruido del movimiento. Esa calma silenciosa que está en el fondo de todo movimiento impregna toda la vida, todo el mundo, aunque la mayor parte del tiempo pasa desapercibida por las distracciones superficiales.

La calma tras la tormenta es como el silencio entre las notas musicales, el gran ignorado, pero indispensable para crear la cadencia de la música. Prestemos más atención a esas partes menos evidentes, a esos silencios que nos rodean, y al silencio que reina siempre en nuestro interior. Descansemos nuestro ser en la calma de nuestro corazón, para retomar el movimiento a partir de esa calma. En armonía con el universo nuestro ser vibra con movimiento y calma, con calma y movimiento.

Ni el movimiento debe ser incesante ni la calma estancarse en la inmovilidad. Dentro de cada uno hay algo del otro, y eso crea la melodía de la vida, el compás del mundo que nos rodea, y la música que hay en nuestro interior. Disfrutemos de la calma, y dejemos que el movimiento nazca de ella.



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