La conciencia
emocional va directamente en contra de nuestro profundamente arraigado hábito
de la evasión.
Como una práctica que puedes hacer en cualquier momento del
día, escoge alguna dificultad persistente, aflicción o dolor en tu vida. Puede
ser desde alguna irritación persistente (como el habitual desorden de tu
pareja) hasta algo mucho más profundo (como una agobiante sensación de culpa).
En un principio, evita escoger una aflicción que pueda ser demasiado abrumadora
emocionalmente.
Como una exploración preliminar, piensa en una dificultad, aflicción
o dolor en tu vida. Según piensas en esta aflicción, ¿cómo la sientes y cómo
afecta a tu cuerpo? Manteniendo atentamente esa sensación, empieza a hacerte
las siguientes preguntas, escuchando internamente sus respuestas:
- ¿Cómo he respondido emocionalmente hasta ahora a esa aflicción, y cómo he sufrido por mi respuesta y mi reacción ante ella?
- ¿Qué me está diciendo este problema que debo soltar?
- ¿Qué dificultades, si las hay, estoy teniendo al hacerme profundamente consciente de mi respuesta emocional a esta aflicción?
La esencia de la práctica de la conciencia emocional es hacerse íntimamente
consciente de cómo se siente el dolor, y especialmente de cómo se siente en el
cuerpo. Esta es una práctica psicosomática. Lleva tu atención a donde sientas
que está asentada la sensación, como en la cara sonrojada, en las aceleradas
palpitaciones, en el vientre tenso, o en los apretados puños de rabia. Respira
y lleva tu atención a ese espacio, porque esto ya es por sí mismo una práctica sanadora.
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